El Mago Dantés, el nombre artístico de José Juan Torres Gómez, todavía habla con admiración cuando repasa la vida nómada que emprendió su padre de bien joven. A él le tocó compartir giras por toda España durante muchos años, al igual que a buena parte de sus nueve hermanos. «Yo nací en Ibiza, pero otros en Granada, Motril, Málaga, Madrid, Barcelona... allí donde caíamos», bromea. «A mi padre le encantaba la vida bohemia en el circo e ir de un sitio a otro, pero a nosotros, con la edad, se nos hizo duro e insistimos para quedarnos en Ibiza». (Mira aquí todas las imágenes)

Ahora, la mitad de los hermanos siguen en la isla y el resto en la Península, casi todos ellos con la vena artística heredada de los años en los que la familia actuaba de plaza en plaza o, «si el pueblo era muy pequeño, en el bar». Hay una ventrílocua, dos cantantes, un humorista y también un guitarrista, pero sólo Dantés ha seguido los pasos de su padre, José Torres o Pep des Bisbe, el popular Mago Onofroff. «Mi padre ya estaba todo el día haciendo truquitos de magia cuando trabajaba en la barbería de mi padrino, al lado de la iglesia de Sant Elm».

El adolescente de la Marina

Un día, poco después de la Guerra Civil, el joven Torres pudo conocer a un mago de verdad que llegó a la isla para ofrecer un espectáculo. Aunque solo era un adolescente («debía tener 16 años como mucho», calcula el hijo), se ofreció para enrolarse con él como aprendiz. Así empezó una carrera ambulante que le llevó a recorrer toda la geografía española y también Marruecos, un país por el que se apasionó y donde viviría algunos de los momentos más álgidos de su carrera.

Durante una actuación en Cartagena, sintió un flechazo con una joven del público, Carmen Gómez, que una semana después ya se iba con él y se convirtió en su ayudante en los espectáculos. «A mis abuelos les sentó fatal y no podían ni ver a mi padre al principio, pero luego se les pasó». La pareja actuaba como Dakla'n & Nely, pero ese no sería el nombre artístico con el que el prestidigitador ibicenco se haría popular.

Un día, al llegar a un pueblo, el promotor pidió a Torres que anunciara la función. Casualmente, años atrás había actuado un hipnotizador sudamericano que se había dejado carteles publicitarios. Se trataba de Enrique Onofroff, que en los años 20 había gozado de gran popularidad y que llegó a fascinar a Salvador Dalí en Figueres. Los anuncios no llevaban imagen del mentalista y Torres propuso que podrían reciclarlos. Nacía el personaje del Mago Onofroff, que llevaría al ibicenco a actuar con artistas de la talla de Antonio Molina, Rafael Farina o Juanito Valderrama en el circuito de variedades de la época.

La familia en la carretera

«Mi padre pegaba muy pocos carteles para que le duraran más, porque tenía diez hijos que mantener». Con tan numerosa prole, también recurría a la picaresca durante las giras para contener los gastos. Una parte de los hermanos se quedaba al cuidado de las tías, pero otros también viajaban con en el Circo Internacional o el Circo Alemán, «aunque eran todos españoles». «Mi padre iba a un hostal o una pensión,pagaba una habitación y se ponía a entretener al recepcionista con trucos de magia». «Cuando lo tenía despistado, mi madre nos hacía pasar, escondidos debajo del mostrador y sin decir ni pío, porque no nos dejaban estar a siete durmiendo en la misma habitación», evoca entre risas.

Dantés, que es el segundo hijo y el mayor de los varones, ya empezó a participar en los espectáculos a los doce años. «Pero mi hermano José Antonio, aunque es más pequeño, empezó mucho antes, con solo ocho años». La vis cómica de su hermano se explotaba como el payaso Rasputín, una de las actuaciones más exitosas en las plazas. «No cobrábamos entrada, sino que la recaudación se hacía pasando el sombrero y con las rifas a mitad de la función».

Con el tiempo, los dos hermanos también formaron un dúo. «Yo era el payaso serio y él el cómico y éramos los últimos en actuar, así que, cuando era nuestro turno, el resto del circo ya había partido hacia el siguiente pueblo». «Era como si nosotros nos quedáramos trabajando en la calle cuando nos tocaba recoger nuestras cosas». Estos mismos roles cómicos desempeñaron durante la que iba a ser la aventura de su vida.

Intento de linchamiento en un zoco

«Mi padre era un enamorado de Marruecos y la cultura árabe, le encantaba comer sentado en el suelo y hacer bolas de cuscús con la mano». Sin embargo, el Mago Onofroff tuvo que abstenerse de trabajar en ese país durante unos cuantos años.

De carácter bromista y burlón, se encontró en un zoco con un vendedor de huevos y preguntó el precio. Pagó un dirham por uno de ellos y procedió a abrirlo allí mismo. Ante la incredulidad del vendedor, sacó una moneda de entre las cáscaras. «Era una de las grandes de Franco, creo que la de 50 pesetas». Onofroff compró otro huevo y repitió el truco hasta tres veces. «Al cuarto, ya le dijo 'y una mierda, no más huevos'». «El vendedor recogió su puesto, se fue detrás del zoco, escondido, y empezó a cascar huevos para encontrar monedas». Al percatarse de que había sido engañado, después desperdiciar la mercancía, empezó a maldecir y a buscar al mago ibicenco, en una persecución a la que se sumó una turba enfurecida. «Mi padre se refugió como pudo en la pensión, pero en la calle había una multitud que lo quería linchar. Menos mal que se enteró Gotarredona y fue a rescatarlo con un Jeep de la legión».

Su amigo Ramón Gotarredona Prats era un teniente general ibicenco que llegó a ser Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra y que fue el máximo responsable militar del Protectorado español de Marruecos, abolido una parte en 1956 y el resto en 1958. «Gotarredona se lo llevó al aeropuerto y le dijo que tardara mucho tiempo en volver». Y, tras una prudencial temporada de espera, regresó acompañado.

El cumpleaños del príncipe

En 1972, el Mago Onofroff emprendió una nueva gira por Marruecos, acompañado de sus hijos José Juan, como payaso serio, y José Antonio, el cómico. También se sumó el periodista ibicenco Pep Costa para crear el Trío Sarasate: «Él no tenía experiencia, pero mi padre le dijo 'no te preocupes'. Le puso una levita negra, un sombrero de copa, unas gafas gigantes con luces y una bombilla en el culo que se encendían cuando le dábamos mamporrazos». «Recibía todo el rato y los marroquíes se tronchaban», recuerda.

En esa gira tuvieron un asistente, un joven marroquí llamado Arafa. Actuaban por los denominados Casinos de España, que todavía se conservaban en las ciudades y pueblos del antiguo protectorado, además de actuar periódicamente en una sala de fiestas de Rabat. También llegaron a grabar un especial en Casablanca, para la única cadena de televisión que había en el país, TVM. «Cada domingo emitían unos 15 minutos de un programa que grabamos de dos horas, pero que tardamos más de una semana en acabarlo porque, como sólo tenían tres cámaras, tenían que irse con la unidad móvil si pasaba alguna cosa».

Su momento culminante llegó cuando el Mago Onofroff y el Trío Sarasate protagonizaron la animación que el rey Hassan II organizó por el noveno cumpleaños de su hijo Mohammed. «Era en un palacio de Rabat, estaba toda la familia real y disfrutaron mucho». Pero ese exitoso periplo marroquí tuvo un final precipitado.

«Estábamos en una base de aviación de Alhucemas, con un amigo de mi padre, el teniente Mohammed Chipula, cuando atentaron contra Hassan II». Se trataba de la Operación Buraq, el segundo intento para acabar con el rey en tan solo. Seis cazas dispararon al Boeing 727 real a su regreso de Francia, pero fracasaron en el intento. «Dos aviones de los que participaron salieron de la base donde estábamos y empezamos a tener miedo por las represalias». Tras cuatro meses de aventura, regresaron a la vida tranquila y estable de Ibiza.