El rey de los planetas, Júpiter, es el más grande del Sistema Solar y está acompañado de cuatro grandes lunas, visibles incluso con prismáticos, que son también como planetas en sí mismas. Es un gigante de gas, donde nadie podría aterrizar, y al telescopio se caracteriza por sus franjas horizontales y la Gran Mancha Roja, con forma de ojo, que hay junto a una de estas franjas». Así se describe este planeta gaseoso en el libro 'Estels d'Eivissa. Noms popular d'estrelles, planetes i constel.lacions a les illes Pitiüses', editado por la Agrupació Astronòmica d'Eivissa (AAE). En él se explica asimismo que, en Ibiza, el quinto planeta de nuestro sistema era denominado Gandul, «es decir, hombre a quien no le agrada hacer ningún tipo de faena».

Quien ofreció este dato a la AAE no aclaró el motivo de tal nombre, pero en el libro se añade que, en Terres de l'Ebre, a Júpiter se lo conocía como Dropo o Dròpol, un vocablo con el que coloquialmente también se hace referencia a un hombre vago. Y una explicación posible, investigada en el trabajo 'Notes i lectures d'astronomia popular', de Albert Aragonés Salvat, es que los lugareños consideran que, «por razón de su magnitud, habría de ser de movimientos más rápidos y avanzar más de prisa por el cielo; y, por una asociación de ideas, creen que eso influye sobre las cosechas, que devienen tardías y escasas el año que campea por la órbita celeste la noche de Sant Joan».

Y es que Júpiter no se deja ver todo el año y es protagonista estos días del cielo nocturno pitiuso porque ya puede verse, nada más anochecer, levantándose sobre el horizonte como una gran bola de luz, que se refleja en el mar al igual que los destellos de un faro y a pesar de encontrarse a más de 600 millones de kilómetros de la Tierra, más allá de Marte y del cinturón de asteroides. Desde el este y desplazándose hacia el sur, va ascendiendo en el cielo, más rápido de lo que podría indicar su nombre popular, hasta que ya no se refleja en el agua pero sigue siendo una gran bola luminosa incrustada dentro de la Vía Láctea, que sube con él hasta quedarse vertical sobre la línea del horizonte.

Brillo espectacular

En realidad, es el desplazamiento de la Tierra el que confiere el movimiento a la bóveda celeste, por supuesto, pero desde el punto de vista de alguien detenido sobre un acantilado, es evidente que Júpiter se aleja del horizonte y del este, al igual que lo hacen el resto de los objetos que pueblan ese cielo una noche cualquiera El brillo de Júpiter es tan espectacular durante el mes de junio que turistas que residen en verano en Cap Martinet han llegado a llamar a la agrupacion astronómica desconcertados por la luz, extremadamente intensa, que veían elevarse sobre el mar.

No en vano, el nombre de Júpiter, dios principal de la mitología clásica romana, deriva de las raíces dyu, que significa luz, y piter, el pater del latín. Eso sí, aunque ahora Júpiter mantiene su protagonismo, no brilla tanto como lo hace el planeta Venus, que ha recibido distintos nombres populares en función de si se deja ver por la mañana o si es visible al anochecer. Así recibe nombres como Estel de s'alba, Estel des solpost, Estel des Pastors o en Gruasopes, uno de los nombres tradicionales astronómicos más conocidos y que hace referencia a que el planeta 'merodea' por el cielo cuando los pastores preparan su cena. Venus también puede verse reflejado en el mar de la Tierra.

Hacia el día 7 de junio, además, Júpiter se sitúa ya en su punto más cercano a nuestro planeta, alcanzando por estas fechas tanto su mayor brillantez como su perigeo (el punto de la órbita de menor distancia). El día 10, concretamente, tiene lugar lo que se denomina la oposición de Júpiter, lo que ocurre aproximadamente cada 400 días y que significa que este planeta, la Tierra y el Sol se sitúan en línea recta y, por tanto, es una de las posiciones más cercanas a nuestro planeta, aunque no necesariamente la más próxima.

Y es también el momento en el que Júpiter brilla más, ya que no tiene luz propia sino que refleja la del sol. A partir de entonces, Júpiter se irá alejando y a finales de junio ya se notará que su tamaño y su brillo se han reducido, aunque se podrá observar aún en buenas condiciones hasta los meses de septiembre u octubre.

Ahora, por tanto, es el mejor momento para observar al gran planeta de hidrógeno y helio. El mejor para verlo, a simple vista, como si fuera una inmensa estrella sobre el mar o para coger unos prismáticos y observar cuatro de sus lunas, los denominados satélites galileanos (fue Galileo quien los descubrió en 1610). En realidad, se han descubierto ya hasta 79 satélites del planeta, pero los más grandes y más conocidos son Ío, Europa, Ganímedes y Calisto. Con cualquier telescopio también es una buena ocasión para contemplar una de sus características más conocidas, su Gran Mancha Roja.