Aunque la intención sea ascender a Dalt Vila por el camino más corto, cuando concluye la fachada del seminario, en el Carrer de Joan Roman, el resplandor de la iglesia de l'Hospitalet impele a dar un rodeo. Desde el convento de los dominicos, las rúas ya vienen engarzándose unas con otras constreñidas por edificios y tapias.

Sin embargo, llegados a este punto, a la derecha, sin previo aviso, la perspectiva se abre a la ciudad extramuros, con sus edificios modernos y huérfanos de gracia, por encima de la bóveda de cañón que cubre el templo. Es la primera y única vez que ocurre en todo el trayecto hacia la Plaça de la Catedral.

L'Hospitalet aguarda allá abajo, al pie de la amplia e irregular escalinata de adoquines de piedra viva que desemboca en la confluencia de las calles peatonales Santa Faç y Sant Josep. Fachada austera y encalada, como los templos de los pueblos ibicencos, con cuatro simples oquedades en la fachada: la entrada principal, la hornacina sobre esta, un óculo redondo que ilumina el interior y, ya tocando el cielo, una espadaña sin campana en forma de hueco diagonal en un lateral de la cornisa.

Dentro la nave es de pequeñas dimensiones, con escuetas capillas laterales precedidas de un arco y leves tribunas sobre estas, de idéntica estructura y mitad de tamaño.

En la fachada principal, entre el arco de medio punto y la hornacina, una inscripción latina revela que fue construida en 1708. Su historia, sin embargo, es muy anterior y se adentra en la edad media cristiana de la ciudad. La primera referencia a ella es de finales del siglo XIV, cuando ya se alude al hospicio, y en el siglo XV el templo, junto con el sanatorio de pobres anexo, fue restaurado.

Los jurados de la Universitat, a finales del XVII, vuelven a subrayar la necesidad de reconstruirlo por su penoso estado de conservación. Los enfermos tenían que ser atendidos en una casa anexa, cedida por un notario, y la campana e imágenes del templo se custodiaban en el cercano convento de Sant Cristòfol. La obra no se concluyó hasta 1708, inaugurándose el 3 de mayo con una gran fiesta.

Soldados enfermos

L'Hospitalet, sin embargo, no siempre cumplió con la misión que le fue encomendada. En 1726, en el transcurso de una visita oficial, el arzobispo de Tarragona, Manuel de Samaniego, se encontró l'Hospitalet repleto de soldados enfermos. Recriminó a los jurados la situación y exigió que sus instalaciones se limitaran al cuidado de los pobres.

Aunque el templo nunca tuvo una actividad claramente parroquial, en aquellos tiempos también albergaba a la cofradía del Eccehomo, que era la que se encargaba de acompañar al patíbulo a los condenados a muerte.

En 1849 el hospital de pobres fue trasladado a una casa situada al pie del Castillo, erigida como hospicio por orden del obispo Manuel Abad y Lasierra. La iglesia, a partir de entonces, perdió su función, aunque hasta mediados del siglo pasado las modistas de la ciudad siguieron celebrando en ella la festividad de su patrona, porque en el interior existía un altar dedicado a Santa Lucía.

En los años setenta la bóveda fue consolidada y en los ochenta la iglesia fue sometida a una restauración integral, acometida por los arquitectos Martínez Lapeña y Elías Torres, por orden del Ministerio de Cultura y de acuerdo con el Obispado de Ibiza.

Con posterioridad, el oratorio fue utilizado como sala de ensayos teatrales y adaptado como extensión del Museu d'Art Contemporani. Durante una polémica exposición del artista Ivo Hendricks, que exhibía collages con fotos del Papa, Jesucristo y escenas de pornografía homosexual, se armó la marimorena. La muestra se canceló y supuso la puntilla de l'Hospitalet como recinto dedicado al arte, quedando finalmente como sede de la comunidad ortodoxa en Ibiza.