Entre Cala Corral, al sur, y Cala Codolar, al norte, se abre en la tierra la herida de Cala Llentia, una estrecha entrada de mar bajo un acantilado que oculta un grandioso cementerio del Cretácico inferior. Millones de protozoos marinos acabaron allí sus días y hoy sus conchas, sus esqueletos, forman parte de la composición de las rocas y de las paredes arcillosas de los inestables acantilados que protegen la cala.

De hecho, la propia playa debe su nombre a los fósiles que la integran, porque llentia no significa más que lenteja y ese es el nombre popular que se usa para designar a la familia de foraminíferos que allí fueron a morir allá por la época en la que aparecían las primeras plantas monocotiledóneas y aún existían dinosaurios, algunos de ellos evolucionando ya hacia las aves. Estos fósiles con forma de lenteja son orbitolinas, integrantes de un orden, el de los foraminíferos, que es afín a las amebas y del que muchos representantes siguen en la actualidad habitando los fondos marinos y formando parte, con los depósitos de sus conchas calcáreas, de las playas.

500 millones de años

Se encuentran fosiles de foraminíferos incluso de 500 millones de años atrás, pero las orbitolinas caracterizan el periodo Cretácico y colonizaron los mares al mismo tiempo que lo hicieron los equinodermos (básicamente erizos de mar) y cuando llegaba a su fin el reinado marino de los abundantes, prolíficos y conocidos ammonites.

El geólogo Luis Alberto Tostón señala que estos restos «serían algo así como los dinosaurios de los fósiles de seres vivos de una célula, porque fijaos la concha tan enorme que fabrican». Efectivamente, y aunque su tamaño de lenteja parezca poca cosa, la comparación sólo puede ser válida con otros seres unicelulares, y los 30 milímetros de diámetro que tienen las conchas circulares de estos foraminíferos resultan ser un gran tamaño.

La explicación es que la concha que construían para protegerse era mucho más grande que ellos. Y, aún así, los ejemplares que pueden observarse incrustados en las rocas de Cala Llentia suelen ser de apenas medio centímetro y rara vez alcanzan uno. A pesar de que en algunas enciclopedias se señala que pueden llegar a los tres centímetros.

Protozoos en calcáreas

En Ibiza, estos protozoos son propios de las rocas calcáreas del periodo Aptiano o Aptiense, de unos 125 millones de años atrás, millón más o menos, con características generales de lo que los geólogos llaman urgoniano, que viene a ser la forma informal pero muy recurrida con la que estos expertos se refieren fundamentalmente al Aptiano cuando está formado por un conjunto carbonatado muy fosilífero de orbitolinas y unos moluscos bivalvos también extintos conocidos como rudistas. «

Las orbitolinas eran bentónicas y su presencia marca muy bien las condiciones ecológicas de su formación, ya que vivian en unas profundidades muy precisas. En Ibiza estan presentes, y caracterizan junto con otros fósiles como los rudistas, las rocas calcáreas y margosas del Aptiense, llamadas facies urgonianas, solamente presentes en la unidad tectónica de Aubarca», explica el geólogo.

El descenso por tierra, por el acantilado de arcillas amarillas, hasta la playa de cantos rodados que es Cala Llentia no es fácil, por lo que no es un enclave muy frecuentado ni muy conocido. La estrecha cala facilita que queden encallados en ella ramas, plásticos y trozos de fibra de vidrio, restos de naufragios arrastrados por las corrientes. Y en su zona norte se observan los pedazos de una caseta de madera. Desde arriba, desde el llano, se contempla al suroeste es Vedrà y al noroeste s'Espartar.

Y durante algunos meses, cuando llega la primavera, puede verse la gran bola de fuego del sol ocultándose justo detrás del centro del segundo islote. En la plana de Cala Llentia se encuentran dos curiosas obras que fueron levantadas por el propietario de la mansión cercana, las 'Puertas de Cala Llentia' y la escultura 'Time and space' de Andrew Rodgers, que levantaron polémica por la zona costera en la que se ubican y por las que el Ayuntamiento de Sant Josep abrió un expediente. Estas dos obras parecen mucho más conocidas y visitadas que la estrecha cala y sus peculiaridades fosilíferas.

En la costa oeste

Las orbitolinas (que aparecen citadas como orbitulinas incluso en textos científicos) no son exclusivas de Cala Llentia, sino que son también abundantes en otras áreas de la costa oeste pitiusa. Son características de acantilados de es Amunts y fáciles de identificar en rocas de sa Ferradura, de Cala d'en Sardina, ses Fontanelles o es Portitxol.

También aparecen en islotes como sa Conillera y s'Espartar. Y, según la información aportada por Luis Alberto Tostón, las especies más frecuentes en Ibiza de esta clase de foraminíferos son Orbitolitolinopsis subkilliani, O. aquitanica, Orbitolina texana parva y Palorbitolina lenticularis.

Cala Molí y Cala Llentia, más al sur de es Amunts pero igualmente al oeste, suelen ser los dos nombres que más se citan cuando se trata de hablar de estas lentejas unicelulares, unos animales que se consideran gigantes a pesar de que a menudo no llegan al centímetro de diámetro y que iban construyendo alrededor del cuerpo su enorme concha, con microscópicos agujeros para dejar salir los tentáculos (unos finos pseudópodos). Hasta formar ese círculo ligeramente cónico que, observado de cerca, dibuja una elipsis y recuerda a un pequeño microuniverso en órbita alrededor de una estrella central.

Una sorprendente forma de vida creada alrededor de una sola célula que dejó un bonito cadáver. Millones de ellos. Millones de lentejas del Cretácico inferior.

Fósiles guía

La rápida evolución, su abundancia y su distribución mundial han convertido a los conocidos ammonites, que dominaron los mares durante más de cien millones de años y casi desaparecieron con el impacto del mismo meteorito que los dinosaurios, en fantásticos fosiles guía. Eso significa que son fósiles que permiten datar, con bastante precisión, el estrato en el que se encuentran; por las distintas especies de ammonites incrustados en las rocas se han identificado muchas zonas del litoral pitiuso. Cuando finalizó la era de los ammonites, las pequeñas orbitolinas se convirtieron en uno de los animales más abundantes del planeta y son los fósiles guía de su era.