Carlos Hernández considera que los campos de concentración creados por el bando nacional tenían tres objetivos. El primero, «el exterminio selectivo». Era, afirma, «uno de los primeros lugares donde se asesinaba a los miembros destacados de las organizaciones republicanas y, por extensión, a los oficiales del Ejército republicano». Su segunda gran función, que en la Savina no se producía al no ser un campo de concentración, era la clasificación de los prisioneros: «Eran investigados para que ninguno quedara en libertad por error. Eran investigaciones muy rudimentarias que consistían en enviar cartas pidiendo informes a las localidades de origen del preso». Las solicitaban a cuatro autoridades: al alcalde, al párroco,al responsable de la Guardia Civil y al jefe de Falange. «Esos informes -indica el autor- eran el pasaporte a la vida, a largas penas de prisión o la condena de muerte».

En los campos se creaban comisiones que clasificaban a los reos en tres grandes grupos: «Los considerados irrecuperables, que junto a los oficiales del Ejército pasaban por un Consejo de Guerra y de ahí al paredón o a la cárcel; los que demostraban que eran afectos al Movimiento y eran liberados, que eran minoría; y el grueso, los desafectos que no habían estado tan implicados como para ser llevados ante un Consejo de Guerra. Estos llenaban los campos de concentración y eran reutilizados en batallones de trabajos forzados».

El tercer objetivo era la reeducación: «Consistía en intentar que, tras ser derrotados en el campo de batalla, fueran derrotados también ideológicamente. Reconvertirlos. Eran procesos muy metódicos. En los documentos de funcionamiento de los campos dedican páginas y páginas a cómo debían hacer el saludo fascista cada vez que formaban, cómo tenían que cantar los himnos falangistas (mínimo tres veces al día), el número de las izadas y arriadas de banderas, y la obligación de asistir a charlas patrióticas (y qué temas se debían tocar) y a misa». A Hernández le llamó la atención que fuera obligatorio que en cada campo hubiera un sacerdote: «No se dice nada de médicos o de enfermeros. El objetivo era más el alma que el cuerpo».