Durante esta temporada, sólo habrá diez jornadas en las que coincidan tres cruceros en el puerto de Eivissa. La de ayer, un día lluvioso y frío, tenía que ser la primera. Estaba previsto que coincidieran el 'Mein Schiff 2', el 'Club Med 2' y el 'Star Flyer', con cientos de pasajeros a bordo, pero falló este último. Los dos que atracaron en la isla tienen un capacidad total de 3.500 pasajeros (la mayoría, 3.132, del 'Mein Schiff 2'), aunque dadas las fechas y la meteorología adversa, no iban totalmente llenos. A esos viajeros hay que sumarles casi 1.300 tripulantes, por lo que, en el mejor de los casos, llevaban a bordo a unas 4.800 personas a la isla.

Al 'Mein Schiff 2', que atracó a las 8 de la mañana, le esperaban una veintena de autobuses en la plataforma del dique de es Botafoc. Desde allí llevaron a los pasajeros a excursiones por la isla y a Vila.

A los del 'Club Med', un imponente barco de cinco mástiles, sin embargo, no les esperaba ningún medio de transporte junto al muro del viejo puerto de Eivissa. Buena parte de sus 200 pasajeros (según calculó una guía del barco, pues no se completó el pasaje) patearon (y pisaron charcos) la ciudad protegidos por chubasqueros y grandes paraguas azules de la compañía. La primera veintena (algunos con bermudas, todos ellos de provecta edad) que desembarcó se dirigió a Dalt Vila, donde un guía les explicó las razones por la que es Patrimonio de la Humanidad.

Eso sí, previa parada ante el monumento a los corsarios y a la estatua de los hippies. Se cruzaron con cuatro chinos que fotografiaban con curiosidad todo, hasta los gruesos troncos pelados de los árboles que hay frente a Can Pou, uno de los pocos bares abiertos.

La Marina y Dalt Vila eran a esas horas barrios perezosos, húmedos, helados, mustios, prácticamente cerrados a cal y canto, salvo por algunos negocios de recuerdos, sobre todo los de la calle Castelar. Los cruceristas atravesaron calles en las que, además de que hay pocos locales abiertos, muchos aún se ofrecen para ser traspasados o alquilados: ocho en la calle d'Enmig, diez en la de la Virgen, cinco en Rimbau y José Verdera...

Bajo la llovizna, cientos de turistas se desplegaron por Dalt Vila, ayer viva por ellos, aunque muerta a ojos de esos visitantes. Ni un bar donde tomar un café más allá de la plaza de Vila. Y por ser lunes y, además festivo, estaban cerrados los museos Puget, Madina Yabisa y MACE. Ni un lugar donde cobijarse de la lluvia en la ciudad amurallada, salvo la catedral, donde iban llegando, perfectamente sincronizadas, las excursiones programadas por el 'Mein Schiff 2'.

En la catedral, los cruceristas se encontraron con una situación única: aún permanecían allí cuatro de los pasos de Semana Santa, los que el Viernes Santo no pudieron procesionar debido al chaparrón y al vendaval. «En la vida ha habido este tapón», contaba Rai Jiménez, costalero de la cofradía de la Dolores. Lo decía porque el lugar donde debe colocarse el Santo Cristo Yacente, a la entrada del templo, seguía ocupado por el paso del Jesús del Gran Poder, que será trasladado a la iglesia del Roser cuando mejore el tiempo. El paso de la Piedad, que el Viernes Santo tendría que haber descendido hasta Sant Elm, también sigue aparcado junto a una de las capillas. Los cruceristas vieron aquel desorden, pero quizás no se enteraron del motivo. Entre los grupos se colaban cofrades que portaban cubos llenos de agua sobrante de la pila bautismal, con la que regaron las plantas cercanas, ya de por sí empapadas.

Los más valientes del 'Club Med 2', una veintena, decidieron conocer la ciudad y parte de la isla sobre dos ruedas, pese a la llovizna y al frío. Que ya son ganas.