«La cosa va más despacio de lo que debería ir. En Ibiza estamos lejos de cumplir con los objetivos medioambientales» que marcan las diferentes leyes baleares, sentenció ayer Sandra Benbeniste cuando expuso en rueda de prensa los primeros datos elaborados por el Observatorio de Sostenibilidad, del que es su directora.

Los resultados, que se centran en la energía, los residuos y el agua en las Pitiusas, dibujan un triste panorama: el consumo energético sobrepasa en un 85% el objetivo para 2030 de la Ley de Cambio Climático balear; las energías renovables son prácticamente inexistentes, pues sólo representan el 0,25% del total; continúa la sobreexplotación de los pozos y de los acuíferos, mientras las desaladoras sólo funcionan al 50% de su capacidad; todas las depuradoras vierten durante todo el año residuos al mar y el agua que expulsan es tan salada que si se regara con ella, la isla se convertiría en un erial; aún hay que reducir la generación de residuos un 10% para alcanzar en 2021 el objetivo de la ley autonómica, y la recogida selectiva sólo supone el 17,2% del total de los residuos, muy lejos del 50% al que, como mínimo, se debe llegar en 2021, según la legislación de esta Comunitat. Nos queda, pues, un lento camino largo hasta llegar a la meta.

Agua: poca, salada o contaminada. El primer informe anual del Observatorio de Sostenibilidad recuerda que «más de la mitad de la isla alberga acuíferos sobreexplotados o salinizados». El abastecimiento urbano « consume principalmente agua subterránea, mientras las tres desaladoras de la isla funcionan a la mitad de su producción respecto a su capacidad máxima anual». Es decir, sólo producen «9,5 hectómetros cúbicos», cuando podrían generar 16,6 Hm3. Juan Calvo, uno de los autores del estudio, considera que sólo se aprovecha la mitad de la funcionalidad de las potabilizadoras «por un tema económico». El dinero «es la clave». La de pozo «es más barata», aunque a la larga, alertan, saldrá cara esa práctica. A juicio de Calvo, los responsables municipales deberían explicar por qué prefieren secar los acuíferos.

Aún peor es que «uno de cada tres litros se pierde por la red de suministro: en 2015 se esfumaron de esa manera seis hectómetros cúbicos, tres veces más del consumo necesario para la agricultura». Además, el 40% de las aguas residuales se vierten al mar contaminadas. La depuradora de Vila lo hace «permanentemente» y «todas las depuradoras de la isla, excepto la del Port de Sant Miquel, han vertido aguas residuales sin tratar en algún periodo durante los años 2017 y 2018».

Y hay otro problema: producen aguas tan salinizadas «que imposibilitan su reutilización para usos agrícolas». Cuatro de las nueve depuradoras «vierten regularmente aguas con conductividad por encima del límite para uso agrícola, mientras que de las otras cinco restantes, únicamente en dos hay un registro continuo de agua reutilizable para riego». Sólo se reutiliza el 6% del agua depurada.

Residuos: lejos de los objetivos. La generación de residuos «requiere una fuerte reducción para alcanzar los objetivos establecidos por la legislación balear», advierte el estudio. Por primera vez «se muestra una tendencia decreciente del 0,5%», poca cosa, eso sí, si se compara con los límites establecidos para el año 2021: un 50% menos.

Respecto a la recogida selectiva de residuos, «se ha producido un positivo incremento general», hasta alcanzar el 17,2% del total de restos domésticos recogidos: «Sin embargo, tampoco se cumple el objetivo balear de llegar al 50% de la recogida selectiva para el año 2021», subraya el informe.

Llama especialmente la atención la fuerte estacionalidad de la recogida selectiva del vidrio, que se multiplica por cinco en verano y «está asociada al sector hotelero y de ocio nocturno». La media de residuos generados en las Pitiusas en 2018 fue de 538 kilos por habitante, valores que superan la media europea y nacional (esa es de 470 kilos por persona).

Energía: exiguas renovables. Las Pitiusas están «muy lejos de cumplir los compromisos de España con la Unión Europea sobre clima y energía para el año 2020», dentro de sólo nueve meses: así, el consumo energético en el año 2017 fue «un 72% superior al establecido por Europa» de cara al próximo ejercicio.

Las Pitiusas producen «únicamente un 0,25% de energía renovable», cantidad que es cien veces inferior al compromiso español de producir un 20% para el año 2020. El objetivo balear es del 35% para el 2030. Arturo López, miembro del consejo asesor científico del Observatorio, calificó ese porcentaje de «exiguo», especialmente en una isla donde no faltan horas de sol. «Estamos muy atrasados. Con sólo un 0,25%, estamos atascados», aseguró. En su casa se abastece exclusivamente de energía renovable: «Me sobra, incluso podría darle al vecino».

El consumo de energía procedente, mayoritariamente, de la combustión de derivados del petróleo, «se traduce en un continuo aumento de las emisiones de CO2. En los últimos cinco años han aumentado en un 15,4%», hasta alcanzar un valor que es un 84% superior al objetivo establecido por la Unión Europea para el año 2020. Los dos principales sectores responsables de esas emisiones «son el transporte terrestre (en un 35%) y el consumo residencial y turístico (un 30%)», se indica en el informe del Observatorio de la Sostenibilidad.