La sirena del faro de Boston gimió desde el otro lado del puerto, un sonido que Teddy había oído todas las noches de su niñez desde Hull. Era el sonido más solitario que conocía. A uno le entraban ganas de abrazar algo: a una persona, una almohada, a sí mismo ('Shutter Island'. Dennis Lehane).

Aunque es el segundo islote en tamaño del paso de es Freus, s'Illa des Penjats ni siquiera abarca un kilómetro y medio cuadrado. Tan solo un manto grisáceo de escollos cubierto de matorrales en la parte central, sin una sabina enroscada por el viento que proporcione cobijo. Exiguo territorio que sepultan las olas cuando arrecia la tempestad y entre cuyas grietas y raíces únicamente corretean lagartijas y anida la gaviota corsa. Las primeras sobreviven milagrosamente en tan minúsculo erial. Las segundas, con su aleteo, gozan de libertad para brincar de islote en islote.

Durante siete décadas también fue habitada por el hombre. Dos familias de fareros, la del titular y su auxiliar, que compartían este universo tan limitado obligados a una convivencia pacífica, pues no había donde esconderse los unos de los otros. Se dice que entre el cuerpo de funcionarios torreros del siglo XIX no existía peor destino que aquella isla de los ahorcados, a dónde se viajaba para iluminar un paso infernal atravesado por intensas corrientes, en los confines de la civilización europea.

Antes de aquella última época de hombres, iniciada en 1855 con la conclusión del que fuera primer faro de las Pitiusas y concluida en 1929 con la automatización de la luminaria, hubo otras. Fragmentos de Edad Media donde el elemento vertical que rompía la horizontalidad del islote no era un faro aún inexistente, sino los postes que sostenían las sogas de piratas ajusticiados por otros bucaneros, cuyo balanceo en tan austero lugar servía para maldecir a quien cruzara el paso con intenciones aviesas. Cuerpos amojamados al sol bajo un rocío de salitre, como si fueran jureles. Cadáveres picoteados por los pájaros y momificados por el viento hasta ser reemplazados por otros corsarios muertos o apresados en cualquier escaramuza.

Mito o realidad

Mito o realidadYa fuera esta condición de cadalso mito o realidad, la leyenda acabó imponiendo su marca al islote y concediéndole una aureola de isla maldita. La desgracia y el arrojo, en todo caso, fueron alternándose en la contemporaneidad, vinculados a los naufragios y las peripecias de los fareros. Del primero del que se tienen noticias ocurrió la noche del 11 de febrero de 1881, cuando el vapor británico 'Flaminian', que viajaba de Gibraltar a Génova, embarrancó en las cercanías. Los torreros se hicieron a la mar para auxiliar al pasaje, siendo engullidos por las olas.

La mayor hazaña que se recuerda, sin embargo, ocurrió en 1926 y tuvo mejor final. El 1 de mayo, el 'Vicente', llaüt de pesca ibicenco, naufragó cerca de la isla y la rápida actuación de los torreros permitió a sus tripulantes salvar la vida. Aquel feliz rescate fue celebrado en Ibiza con un gran homenaje a la heroicidad de los fareros, del que participó buena parte de la sociedad capitalina, con convite, banda de música y discursos políticos incluidos. Tan solo tres años después y gracias a la modernización tecnológica que permitió automatizar las señales luminosas, las dos viviendas de los funcionarios, situadas a los pies del faro, quedaron huérfanas, dejando otra vez la isla a merced de aves y reptiles. Hoy, simplemente constituye un elemento más del paisaje que gozan los tripulantes de veleros, lanchas y ferries que atraviesen es Freus, yendo y viniendo de la Savina y la playa de ses Illetes.