Si a menudo se considera a los insectos, y en general a los invertebrados, un grupo desconocido, que aún ofrece mucho campo para investigar y requiere mucho trabajo de divulgación, los liquenes están aún a un nivel superior de olvido e incomprensión.

Extraños e ignorados, su pequeño tamaño hace que habitualmente su hermosa rareza naranja, gris, verde, amarilla o negra, simbiosis de alga y hongo, pase desapercibida. Y hay un liquen en particular que en los meses de invierno muestra su pequeño y abundante fulgor naranja sobre las ramas de sabinas, lentiscos y romeros y, especialmente, en sistemas dunares; es abundante actualmente, por ejemplo, en la zona de sa Punta de ses Portes, en el parque de ses Salines.

Es la especie Seirophora villosa (antes conocida como Teloschistes villosus), a la que caracterizan, además de su hábitat y su preferencia por las ramas de sabina Juniperus phoenicea, un montón de pequeñas piezas redondeadas o elípticas, ligeramente cóncavas, como pequeñas copas de champán que se abren hasta parecer hojas, de un particular naranja ocre, similar al del óxido. Son los apotecios, las estructuras de la reproducción sexual del organismo, donde se desarrollan las esporas. Y ese característico tono anaranjado que tienen muchos líquenes (como los del género Caloplaca que pueden verse cubriendo de manchas las piedras) se debe a un pigmento llamado parietina, que viene a representar lo que la melanina para los humanos.

Seirophora villosa tiene también preferencia por aquellos lugares secos en los que sopla un viento cargado de sales marinas. «En localidades con orientación sur, Seirophora villosa es la especie fruticulosa más destacada, como precisa indicadora de hábitat sérico expuesto a los vientos mediterráneos de influencia africana, procedentes del Sáhara y que llegan a las Pitiusas desde el sur, suroeste y sureste (xaloc, siroco, llebeig). Son de interés particular, por su relativa abundancia, las poblaciones de la torre de es Savinar». Es un párrafo del último y reciente estudio sobre líquenes que se ha llevado a cabo en las Pitiusas y en el que ha participado la liquenóloga Teresa Marí, quien considera que es probable que queden especies por descubrir en las islas, aunque en la investigación se han llegado a citar hasta 360 especies. Además de las citadas poblaciones de la torre de es Savinar, también son «de interés particular, por su relativa abundancia», las comunidades de Cap Llentrisca. Y «en el mismo hábitat se han encontrado poblaciones reducidas, en orientaciones sur y cerca del mar, en las islas de es Bosc y sa Conillera».

En peligro

El liquen S. villosa está clasificado como especie en peligro en la lista de la Unión Internacional para la Conservacion de la Naturaleza (UICN) debido a que su distribución queda reducida a espacios que soportan una gran presión humana, principalmente debido a la saturación turística, y que a veces están amenazados por el desarrollo urbanístico. En el citado estudio puede leerse que «es una especie costera, térmica y fundamentalmente mediterránea. Se conoce de países circummediterráneos, desde Egipto e Israel, hasta Italia, Francia, España y Marruecos. También aparece en algunos sabinares costeros del Atlántico: Portugal, islas Canarias y Cabo Verde. Recientemente, han sido reconocidas poblaciones disyuntas y costeras en el hemisferio sur: Argentina, Chile y Perú. Ya en 1807, la citaba Simón de Rojas Clemente y Rubio en el Cabo de Gata y Doñana. Citada con anterioridad en las Pitiusas por Salvà & Barreno en 2009». Y lo cierto es que en España, Balears es clave para la conservacion de la especie, porque es bastante frecuente en ellas pero se conocen pocas citas en el resto del país (a las que señala el informe pueden añadirse Almería y Cádiz).

Su fragilidad, su reducida área de distribución y la «dificultad de su recolonización» justifican que los autores del estudio pitiuso consideren la necesidad de abordar su «protección especial (por ejemplo en microreservas) frente a las presiones turísticas y urbanísticas». Estos organismos son, además, muy sensibles a la contaminación atmosférica, que se acumula en el interior del talo cuando cogen directamente su alimento de las partículas del aire; en un estudio realizado por la Universidad Federico II de Nápoles se destaca que la distribución de S. villosa está condicionada por la ausencia de tráfico rodado en las cercanías de su hábitat, ya que el liquen, un bioacumulador naranja, también almacena las partículas procedentes de la combustión del petróleo.

Los líquenes, «tan interesantes como desconocidos», en palabras de la bióloga Teresa Marí, son organismos formados por la simbiosis entre un hongo y un alga a los que, además, puede sumarse un tercer organismo, a menudo perteneciente al reino de las bacterias. Al asombroso ser vivo resultante se lo conoce como talo y presenta «una forma, un comportamiento e incluso una bioquímica muy diferentes de los que encontramos en sus componentes por separado».