El famoso Barbarroja, el segundo Barbarroja que en realidad asoló el Mediterráneo, ya había muerto, retirado en su palacio del Bósforo y dictadas sus memorias, cuando corsarios de Argel que habían navegado a sus órdenes observaban, desde las aguas de es Freus, desde el mismo lugar en el que antaño lo hiciera su almirante, cómo se levantaba el baluarte de Sant Bernat, con sus muros de mampostería roja. Y entre el fuerte y los piratas, entre es Freu Petit y es Freu Gros, se divisaban, apenas dibujadas sobre la línea de la superficie del mar, las rocas de ses Illes Negres y s'illa des Penjats, donde parte de la flota turca merodeaba esperando a que los trabajadores de la fortificación se acercaran a las canteras de los islotes en busca de la piedra marès que se utilizaba para construir las esquinas de la nueva fortaleza ibicenca.

En el mar, los trabajadores eran fácil presa para el cautiverio. Hubo un tiempo en el que el estrecho marino entre Ibiza y Formentera fue un hervidero de piratas y corsarios. Hubo un tiempo en el que, desde el islote de s'Espalmador, turcos y berberiscos planeaban sus incursiones en toda la costa española. Las puertas de Ibiza, ses Portes, eran aguas turbulentas. Era el siglo XVI.

Más de cuatro siglos después, el antiguo reducto pirata se ha convertido en un área natural de especial importancia en la que, sin embargo, se registra un tráfico marítimo que muchos consideran el más elevado del Mediterráneo. Al menos durante los meses de verano. Cuatro siglos después de aquellos piratas que amenazaban desde el mar la construcción de las murallas, el Govern balear declaraba, en mayo de 1999, la reserva marina de es Freus de Ibiza y Formentera, con una extensión de 13.617 hectáreas marinas que casi coincidían con las fronteras del Parque Natural de ses Salines pero que marcaban nuevas restricciones, fundamentalmente pesqueras. En mayo de 2015, la reserva se amplió en 1.500 hectáreas para incorporar los islotes de es Malvins, s'Esponja y es Daus y la costa oriental de Formentera, desde sa Punta de sa Gavina hasta es Cap de Barbaria. Fue, y lo ha sido durante dos décadas, la primera y única reserva marina de las Pitiusas. Hasta que, en 2018, se aprobaron las reservas de sa Punta de sa Creu, en Formentera, y de la costa nordeste de Ibiza-Tagomago. En total, Balears cuenta con nueve reservas marinas que se elevarán a diez cuando se apruebe, en breve, la protección de un tramo costero de l'illa de l'Aire, en Menorca.

Cuatro kilómetros

Es Freus se prolonga unos cuatro kilómetros desde Ibiza hasta s'Espalmador. Y se divide en dos tramos. El primero de ellos se denomina es Freu Gros y se extiende entre s'illa des Porcs y s'illa des Penjats, los dos islotes que cuentan con los faros más antiguos de las Pitiusas. Este canal, practicable para la navegación de carga y pasaje, tiene una anchura de 1.800 metros y su profundidad alcanza unos 70.

El segundo tramo se llama es Freu Petit, entre s'illa des Penjats y el escollo en Caragoler, ya a corta distancia de la costa. En realidad, aunque suele hablarse de estos dos trechos, también existe un tercero, entre el escollo y sa Punta de ses Portes, que era conocido precisamente como es Freu de ses Portes, donde antiguamente se instaló una de las almadrabas que funcionaron en las islas. La torre de defensa que en esa punta se levanta, edificada tras la de sa Sal Rossa, fue construida probablemente para defender de los piratas a los trabajadores de estas instalaciones destinadas a la pesca de atún. Por aquel entonces, el estrecho entre las islas no se llamaba es Freus; sólo ses Portes.

En cuanto a sus valores naturales, la zona fue escogida para ser una las primeras reservas marinas de la comunidad autónoma por su gran valor paisajístico, biológico y pesquero, por sus praderas de posidonia, sus comunidades de algas y su «amplia variedad de comunidades mediterráneas típicas de zonas notablemente conservadas», según señala la conselleria balear de Medio Ambiente en la descripción de este espacio, donde destaca la singularidad de unas praderas superficiales «muy difíciles de encontrar hoy en día en aguas europeas» (las de es Bol Nou o sa Sal Rossa son dos ejemplos de praderas que prácticamente rozan la superficie del agua). Además, el texto indica, como prueba y ejemplo de la variedad de comunidades mediterráneas que se intentan proteger en es Freus, que «en los hábitats bentónicos de la reserva se han contabilizado 35 comunidades biológicas y 756 especies».

Antecedente

El antecedente de todas las reservas marinas que hoy existen en Balears hay que buscarlo en el año 1997, en el Decreto 91/1997 de protección de los recursos marinos de la CAIB, la herramienta que dio al Govern la posibilidad de declarar en las islas reservas marinas, zonas de veda y zonas de repoblación, y de instalar arrecifes artificiales. En aquellos momentos, el conseller balear de Agricultura y Pesca era el ibicenco José Juan Cardona (PP), que no tardó en anunciar que es Freus, donde ya se habían llevado a cabo repoblaciones de especies como el dentón (Dentex dentex), estaba en la lista de las que serían las primeras áreas protegidas. De hecho, fue finalmente la primera, aunque por cuestión de días.

El decreto 63/1999, de 28 de mayo, por el que se establecía la reserva se publicaba en el BOCAIB del 28 de junio, con un nuevo conseller, Joan Mayol, actual responsable del Servicio de Protección de Especies de la conselleria de Medio Ambiente, que recuerda que, aunque el expediente ya estaba iniciado cuando él llegó, «se garantizó un sistema de vigilancia y se creó un organismo participativo, donde las administraciones y entidades de la zona tienen voz». Mayol, gran valedor de la efectividad de las reservas, considera que éstas «son un auténtico éxito de gestión de la conselleria» y afirma que ninguna otra comunidad autónoma «y posiblemente ninguna región europea, tiene un sistema tan completo y extenso como el nuestro». Sin embargo, añade que es consciente de que no todo el trabajo está hecho con la creación de estas áreas de protección: «Parques y reservas son herramientas de conservación, y hay que asegurarse de que sean conocidas, respetadas y vigiladas. Y eso implica dinero y personal».

No sale gratis

Ciertamente, una reserva no sale gratis y se precisa que sea efectiva y real más allá del papel. Nada más ponerse en marcha la de es Freus, se invirtieron en ella diez millones de pesetas. Ya en el 2000 se gastaron 56 millones (aún en pesetas) para balizar el área tutelada. Y en septiembre de 2017, la conselleria balear de Medio Ambiente aprovechó el impuesto de turismo sostenible para incrementar los efectivos de vigilancia en las reservas del archipiélago. Como ejemplo de que la vigilancia existe, aunque todos los sectores implicados consideran que es mejorable, baste recordar que en el mes de octubre los vigilantes sorprendieron a un pescador furtivo en la zona más protegida pitiusa, en el islote de s'Espardell. El hombre estaba pescando con fusil, sin boya de señalización y además ya había sacado del agua, entre otras piezas, un mero (un anfós). El pez, aunque herido, fue liberado.

El ejemplo sirve para introducir el hecho de que la protección no es la misma en toda la reserva. El lado este de s'Espardell es la zona de protección máxima (ZPM), y, en su vertiente oeste, hasta es pas des Trucadors, s'Espalmador y s'illa des Penjats existe una amplia franja declarada zona de veda de pesca recreativa (ZVPR). Estos dos sectores tienen restricciones propias, pero en toda la reserva están prohibidas modalidades pesqueras como el arrastre, el cerco, el palangre y la pesca submarina; es decir, las reservas marinas sirven a una pesca tradicional menos destructiva, con menos daños colaterales, que también debe avenirse a ciertas limitaciones en las jornadas de faena, número de anzuelos, tamaño de las mallas y periodos de veda. Además, en el decreto se establece una lista de peces e invertebrados cuya captura queda prohibida (en algunos casos, su pesca está prohibida ya sin necesidad de especificarlo en el decreto). En este catálogo aparecen, por ejemplo, elasmobranquios como angelotes, pastinacas, tembladeras y musolas, y también caballitos de mar, centollos y algunas caracolas.

Funcionan

Respecto al mero del ejemplo, sirve bien de especie paradigma para constatar que las reservas funcionan. Es el denominado 'efecto reserva'. En el Libro Rojo de los Peces de Balears puede leerse que esta especie (Epinephelus marginatus), considerada en peligro en Europa, en Balears «presenta poblaciones densísimas gracias a las zonas protegidas donde se ha prohibido su principal azote, la pesca submarina» (quienes bucean en es Freus tienen prohibido sumergirse con «cualquier tipo de instrumento que se pueda usar para la pesca o la extracción de especies marinas», a excepción del cuchillo de seguridad que algunos buceadores suelen portar).

En es Freus y en el resto de las reservas de Balears se ha constatado un aumento de los ejemplares reproductores de mero de mayor tamaño. Y a diez metros de profundidad en la primera reserva marina de las Pitiusas, la biomasa de corvas (Sciaena umbra) es tres veces superior a la población fuera de la reserva. Los ejemplares del área tutelada son más grandes, lo cual resulta fundamental para garantizar la capacidad reproductiva de la especie. En las zonas control de fuera de la reserva, según estudios realizados en 2012, sólo una de cada cinco hembras era reproductora. Además de a meros y corvinas, las limitaciones pesqueras han beneficiado de modo señalado a tordos (Labrus merula y L. viridis), diversas especies de sargos como Diplodus sargus, la chopa o càntera (Spondyliosoma cantharus), la morena mediterránea (Muraena helena) o la barracuda Sphyraena viridensis.

Y es Freus es aún más que todo lo hasta ahora mencionado, porque ningún marinero ignora la furia que puede mostrar el mar en el estrecho que separa Ibiza y Formentera. Es área de traicioneras corrientes marinas, abierta y desprotegida ante los ventarrones de los cuatro puntos cardinales, donde los vientos de levante, poniente, el gregal del noreste y el llebeig del suroeste pueden revelarse vigorosos y no son raros los días en los que los temporales obligar a cortar el tráfico entre las islas. Inconvenientes de vivir a ambos lados de lo que cualquier Aquaman consideraría un paraíso digno de defender a golpes de tridente de la amenaza de los habitantes de la superficie.