La colla de Portmany es la anfitriona este año del día de Sant Antoni de Portmany. Es la más reciente de las tres con que cuenta el pueblo y que se alternan el protagonismo en las principales fiestas. «En verdad se creó en 1978, pero luego desapareció y ahora se ha refundado», explica Vicent Planells, uno de sus balladors. «De hecho, yo soy el único superviviente de esa etapa de la colla», detalla. El presidente de esta agrupación, Pep Cardona, Vinyes, precisa que se disolvió en el 86 y que volvió a bailar bajo este nombre en 2014. Puedes ver toda la galería de imágenes aquí.

Pero los grandes protagonistas de la jornada son los animales, sobre todo los perros que ya empiezan a llegar con sus dueños a la plaza de la iglesia de Sant Antoni, a la espera de la posterior y tradicional bendición. Llama la atención Riquela, un pinscher con jersey que asoma de la cesta de una bici. «Es muy friolera, incluso en agosto, porque tiene poco pelo», aclara Pep Ribas, su dueño.

Svitlana también aguarda en la plaza con su bulldog francés Buran, de cinco años, que recibirá bendición por primera vez. «En Ucrania no existe esta tradición, me quedé sorprendida cuando la conocí», revela. Dentro, el templo está a rebosar y la gran cantidad de políticos que copan las primeras filas evidencia que es año de elecciones.

A la una del mediodía, una hora después del inicio de la misa, el repique de campanas da paso a la procesión. Además del patrón del pueblo, también están presentes la virgen del Rocío y la de los Desamparados, símbolo de la devoción de las numerosas comunidades andaluza y valenciana arraigadas en Sant Antoni.

Uno de los portadores de la geperudeta es Jorge Nacher, uno de los conductores del camión con 12.000 pares de zapatos para los refugiados de Lesbos recogidos en Ibiza. «El convoy con todo el material está en Barcelona y saldrá esta semana o la siguiente hacia el campamento», detalla. Él prevé embarcarse con el cargamento en un periplo que pasará por los puertos de Civitavecchia, Bríndisi, Atenas y Mitilene.

La procesión religiosa con la colla de Portmany y la comitiva de religiosos y políticos baja por el carrer Ample hasta el passeig de ses Fonts, donde ya se concentra la mayor parte del público y de las mascotas. Una de las más reclamadas es Cloe, una gran danés enorme junto a la que se van fotografiando los perros de menor tamaño sin que se inmute. Al contrario, Cloe los observa con cariño y juguetea con ellos. «Es muy cariñosa, muy tranquila y muy noble». «Estos perros nunca ladran», explica su propietaria, Denise Pietsch.

En un rincón del passeig de ses Fonts ha aparcado una furgoneta de caja abierta con una decena de jaulas de gran tamaño. Dentro hay 400 palomas de competición. «Las llevamos hasta la península y hacen carreras», explica Pep Prats, el vicepresidente de la Societat Colombòfila de Portmany. «Vuelan hasta 700 kilómetros hasta volver a su palomar y podemos cronometrar el tiempo y medir la velocidad con el chip que llevan», destaca.

Bendiciones

Bendiciones

En el passeig de la Mar empieza el desfile para que el obispo, Vicente Juan Segura, bendiga a las mascotas, con una abrumadora mayoría de perros, junto a algunos conejos, tortugas, hámsters, cabras, quics, gatos, los caballos de un grupo de hípica y los que participan en el desfile de carros típicos, además de un burro y algunos ponis que son jaleados por los niños.

Tras la cabalgata, el obispo acude hasta la furgoneta para rociar con el hisopo a las palomas. Pep Costa, un colombófilo, avisa a la gente que graba con sus móviles que se pongan a un lado. «Cuando salen puede que suelten una lluvia y no es de agua», bromea. Finalmente, la tradicional suelta de palomas cierra la bendición sin que nadie las maldiga.