No todas las culebras de herradura ( Hemorrhois hippocrepis) que han invadido las Pitiusas son iguales. Cada una tiene colores ligeramente diferentes y la colocación de sus escamas también varía. Andreu Rotger, del grupo de Ecología y Demografía Animal del Imedea (UIB-CSIC), se dio cuenta de que ambas características son como las huellas de identidad de esas serpientes, y que la foto-identificación sería el método más barato, más eficaz y menos cruento de reconocerlas. El pasado verano adaptó un programa informático específico (Aphis, Automatic Photo Identification Suite) para el reconocimiento individual del patrón de escamas de la cabeza de esa fauna invasora de Ibiza. Tomó imágenes de cada individuo capturado y, para comprobar si era eficaz, marcó a cada uno con un chip. El 100% de los reptiles recapturados fueron identificados por el Aphis «de forma automática».

En principio, cada culebra capturada es sacrificada inmediatamente. ¿Para qué se quiere, entonces, identificarlas? «Tenemos que crear conocimiento sobre ellas», señala Víctor Colomar, coordinador de la Unidad de Control de Fauna del Cofib (Consorcio para la Recuperación de la Fauna de Balears) y coautor del informe al respecto presentado ayer en las Jornadas de Medio Ambiente. Tras ser foto-identificados, se han dejado en libertad diversos individuos, lo que permitirá, una vez recapturados, conocer algunas de sus pautas, como su distribución, alimentación y crecimiento. Y eso, a su vez, permitirá «definir mejor una estrategia de control de esta especie invasora».

Ibiza, puerto tóxico

Ibiza, puerto tóxico Las praderas de posidonia próximas a la bocana del puerto de Ibiza son las que están en peor estado de Balears, junto a las de Alcúdia y Palma, según el estudio presentado en las jornadas por Antoni Sureda, profesor titular del área Bioquímica y Biología Molecular de la UIB. La investigación comparó las zonas II de los puertos (próximas a ellos) con otras más alejadas, en este caso las de sa Caleta. En Ibiza «presentaban un grado mayor de estrés oxidativo que en el resto de zonas estudiadas». Salvo Eivissa, Alcúdia y Palma, las praderas de los demás puertos baleares no tenían diferencias respecto a las zonas de control, indicativo de su «buen estado fisiológico». En el informe se señala que el puerto ibicenco es, junto a los dos mencionados de Mallorca, el que «presenta mayor cantidad de elementos potencialmente tóxicos en sus aguas».

El «salto» del virus de las morenas

El «salto» del virus de las morenasLa mortalidad masiva (220 ejemplares) de morenas (Muraena helena) ocurrida el pasado verano en aguas pitiusas concluyó a finales de septiembre, justo cuando bajó sensiblemente la temperatura del agua. ¿Volverá a repetirse el año que viene? La veterinaria Amàlia Grau cree que sí, «aunque la mortalidad irá disminuyendo», indicó ayer tras explicar, junto a José María Valencia (que como Grau forma parte del Laboratorio de Investigaciones Marinas y Acuicultura balear), la ponencia sobre la primera detección de un betanodavirus como agente de la muerte masiva de morenas, a las que provocaba encefalopatías y retinopatías víricas. Disminuirá porque, a su juicio, las supervivientes de este año «crearán anticuerpos». Aun así, «habrá episodios en agosto», cuando suban las temperaturas: este año, los dos picos de mortalidad coincidieron con episodios de calor extremo.

Además, advierte de que podría afectar a otras especies. De hecho, Grau y Valencia creen que el virus que les provocó alteraciones motoras y del equilibrio, y que se comió, literalmente, sus cerebros, es el mismo que afectó masivamente a los meros de Mallorca en 2011. Posiblemente, el betanodavirus «saltó» de esa especie a la morena. Y no hay que descartar, avisan, que ese patógeno, con posible origen en la acuicultura asiática, vuelva a demostrar el próximo año sus dotes acrobáticas con otras especies.

Nacras a punto de desaparecer

Nacras a punto de desaparecerGrau y Valencia creen que lo de las morenas tiene remedio, pues podrían crear anticuerpos. Peor pinta el caso de las nacras (Pinna nobilis), pues «los moluscos no tienen anticuerpos». Extendido ya por todo el Mediterráneo el protozoo patógeno (una nueva especie a la que han denominado Haplosporidium pinnae) que las ha aniquilado en estas aguas (salvo raras excepciones), «poco se puede hacer» por ellas: «Nos encontramos ante la posible extinción de la especie», alertó Grau.

Eso no significa que los científicos estén de brazos cruzados. Buscan un sistema para detectar el protozoo en el agua, intentan «conocer al parásito para saber cómo atacarlo», y quieren «rescatar» a los que han resistido para protegerlos. Grau señala que lo único que podría salvar a las nacras es que son hermafroditas. La clave sería que las inmunes, si las hay, se autofecundaran.