«Diciembre es el agosto de los loteros», comenta Joan Mayans, propietario de la Administración número 1 de Vila, la más antigua de la ciudad. A 11 días de que se celebre el sorteo más popular del año, el de Navidad, no dan abasto en su despacho.

Es el ambiente que también se respira en la Administración número 3, en Isidor Macabich, donde las colas llegan a la acera. Su titular es la hermana de Joan, Mercedes: «Este año llevamos vendidos un 5% más que en 2017», asegura su encargado, José Antonio Arias, apasionado por la lotería y que incluso colecciona billetes.

Ahora no paran, pero en julio y agosto, tampoco. Arias señala que «entre el 30% y el 40% de las ventas del sorteo de Navidad» se realizan en plena temporada. Y los principales clientes son, en esa época, los turistas, que se llevan los billetes como recuerdo de su vista, bien para ellos o para sus familiares o amigos, como regalo o como encargo.

En la Administración 1, en plena Marina, durante julio y agosto despachan hasta el 15% de la lotería navideña, aprovechando que cierran a las 23 horas y que es una zona visitada por numerosos turistas, cuenta Mayans. Y en la Administración 4, en la avenida de España, agosto es uno de sus meses fuertes, con «repuntes» del 15% de las ventas de los números de la lotería de Navidad, explica Vicente Ribas, su propietario. Julio es, sin embargo, «más flojo» en ese despacho. Ese «tirón» estival también lo notó Carmen Ruiz, encargada del despacho electrónico 60.840, en Isidor Macabich, aunque es ahora cuando llega «el apretón».

Si bien se pueden adquirir a través de su web, Arias asegura que los clientes prefieren, al menos en el caso de la lotería navideña, «el décimo físico», tocarlo, tenerlo en la mano y poder así «regalarlo a la familia o a los amigos». En esa Administración tienen a unos 400 abonados «muy fieles» a determinados números: «Hay personas que siguen comprando los que adquirieron sus abuelos y, más tarde, sus padres. Los hay que, por ese motivo, llevan adquiriendo el mismo número desde hace 30 años».

Arias recuerda un hombre que sacó de la cartera un billete adquirido en 1963: «Lo llevaba siempre encima y me lo enseñó para que le consiguiera uno igual».

«02.491, 19.693, 23.243, 25.532 y 35.791». Joan Mayans, de 64 años de edad, recita de carrerilla los cinco primeros números con los que su abuela, Catalina Bonet Ferrer, empezó a despachar en la Administración número 1 en el año 1940, recién acabada la Guerra Civil. Muchos ibicencos están abonados a esos cinco números «porque sus abuelos o padres ya los compraban» cada Navidad desde que fue abierto aquel despacho en la Marina.

En una estantería de su oficina, situada dentro de la Administración, cuenta con un fichero (una caja alargada de color verde) en la que, exclusivamente, archiva los décimos de los abonados al sorteo navideño: un clip metálico une cada billete a un papel con el nombre del cliente. A estas alturas, el fichero está ya casi vacío, pues la mayor parte de los abonados, unos 300, ya han pasado a recoger sus décimos o series. Muchos de ellos llevan lustros fieles al mismo número: Mayans siempre guarda el 39.767 a la cofradía del Puig de Missa, y el 65.716 a la Apima del colegio de Sant Rafel.

Este año, señala Mayans, las ventas han ido de maravilla, y eso que «ha fallado un poco» uno de sus tres tipos de clientes: han ido bien los turistas y la venta directa, quizás porque eso de ser el despacho número 1 atrae, al parecer, como un imán; pero no han funcionado tan bien «los clubes de fútbol y las asociaciones». En la Administración número 4 no les ha ido mal en ese aspecto. Allí atienden a unos 60 equipos deportivos, cofradías de Semana Santa, colegios y centros sanitarios. Además, cuentan con unos 170 abonados a números fijos.

Además de los números propios, cada administración tiene derecho a realizar «de siete a nueve peticiones», según Mayans. Por ejemplo, en la Administración número 3 han adquirido para el colegio Sa Real toda la serie del 87.650 en el despacho de La Romería, en Santiago de Compostela. Arias buscó que acabara en 50 para que coincidiera con el medio siglo de existencia de ese centro educativo.

Vicent Roig, propietario de una tienda de bicicletas del Ensanche, está abonado desde hace unos 20 años al 80.317: «Es el número de los colegas del barrio». Es el que compran otros comerciantes de los alrededores de la Administración número 4. Pero no adquieren todas sus series de una vez, sino que pasan uno por uno por el despacho para hacerse con su décimo. Vicent lo juega tanto en Navidad como durante el resto del año, aunque hasta el momento sólo le haya tocado el reintegro. En este caso, además de haberse convertido en una tradición, es una manera particular de hacer barrio. Vicente Ribas, propietario de la Administración 4, asegura que el 80.317 se agota cada año.