Dora es enfermera y tiene tres trabajos. Todas las mañana acude a su empleo en San Jordi. Además, tres días a la semana trabaja en otro lugar por las tardes y, otros tres días a la semana, realiza jornadas nocturnas en un tercer trabajo. Vive con tres hijos adolescentes a los que mima como cualquier madre y, por si fuera poco, saca todos los días entre dos y tres horas para colaborar con Cruz Roja, asociación con la que trabaja como voluntaria desde hace doce años, 10 años en su país, Colombia, y dos años en Eivissa. «Cuando llegué a la isla pensé que mi etapa como voluntaria había acabado. Venía al primer mundo, aquí mi labor no sería necesaria», recuerda Dora. «Pero no fue así», asegura.

«En la isla, al igual que en el resto del mundo, siempre hay cosas por hacer para ayudar y echar una mano a quien lo necesite», apunta.

Con el ADN de Cruz Roja en la sangre, Dora colabora en las tareas que se precisen, desde acompañamiento en ambulancias o a personas mayores, hasta reparto de alimentos a la gente sin hogar. «La gran mayoría de las veces más que un plato de comida necesitan una palabra de apoyo, una conversación, o una sonrisa amable», comenta la voluntaria mientras menciona con cariño la buena relación que ha entablado con su 'amigo' Leoncio. El compromiso de Dora no sólo atañe a las personas sino que, además, junto a Cruza Roja, organizan limpiezas de playa y vigilan los barcos fondeados para proteger la posidonia. Una voluntaria llena de energía.