Los artesanos y los vendedores de decoración navideña lo tienen claro, no hay mejor sitio en Ibiza para el Mercat de Nadal que el paseo de Vara de Rey. Todos coinciden en señalar que ni la plaza Antoni Albert i Nieto, en 2016 ; ni mucho menos la calle Pere de Portugal, en 2017, fueron ubicaciones acertadas para este mercadillo, que por fin, tras muchas quejas, ha vuelto este año a su lugar tradicional.

La satisfacción entre vendedores y compradores es generalizada. «Estoy muy contenta con el cambio», asegura Yolanda Juan, una de las artesanas que en 2017 manifestaron su indignación al Ayuntamiento de Vila por la ubicación escogida para los puestos, en la vía peatonal situada detrás del edificio de Hacienda. «El año pasado tenía la impresión de estar montada en un barco que se estaba hundiendo, ahora las expectativas son mejores, la gente mira, se para y compra más», comenta. Aunque la tasas municipales para montar los puestos se han incrementado, Yolanda Juan no lo ve mal porque, explica, «este año la luz no la pagamos ni tenemos que poner la instalación eléctrica». Además, resalta, las casetas actuales son «mucho más bonitas».

Como propuesta para 2019 sugiere que haría falta «más iluminación». En esta apreciación coincide con muchos otros, como Carlos Febre. Este artesano, que ha participado en el Mercat de Nadal los últimos diez años, está muy satisfecho con la vuelta al paseo de s'Alamera. El único inconveniente de esta ubicación, señala, es que «no hay aparcamiento». Le da la razón una de sus clientas, Alba Molina, que se ha acercado al mercadillo junto con su madre, Rosa Puig. Ambas sostienen que «ya era hora» de que el Mercat de Nadal volviera a Vara de Rey, «porque antes esto estaba muerto».

«Los artesanos damos vida al paseo», resalta Inés, que vende artículos de piel en el Mercat de Nadal. Para ella la ubicación del año pasado en Pere de Portugal «fue un desastre» y, aunque todavía es pronto para hacer balance, espera que el cambio a s'Alamera se vaya a notar para bien.

Más actividades de animación

Miguel Ángel Guillem, todo un clásico del mercadillo de Navidad de Ibiza con sus belenes payeses, está satisfecho tanto con la ubicación del año pasado, en la plaza del Parque, como con la actual, en Vara de Rey.Lo único que echa en falta es más actividades para animar el paseo, «como pasacalles o teatro callejero».

Muy cerca de su puesto, está el de Inma Muñiz, que desde hace 22 años vende decoración navideña en el Mercat de Nadal. Asegura que «la vuelta a Vara de Rey ha sido un pelín dura». Aunque opina «sin duda» que la ubicación ideal del mercadillo es s'Alamera, también ha notado que la afluencia de gente se ha reducido con respecto a temporadas anteriores, cuando el paseo todavía no se había remodelado. Comenta, por ejemplo, que en este puente de la Constitución no se observa mucho movimiento, cuando tradicionalmente estos días festivos «eran los más álgidos» para las ventas. Critica también que «no hay ambiente navideño» en la zona. «Falta luz y música» apunta Muñiz, que, además, considera «surrealista» que el Ayuntamiento exija este año a los vendedores de artículos navideños quedarse hasta el 6 de enero en Vara de Rey, cuando en esas fechas ya apenas se vende este tipo de productos porque todo el mundo ya ha decorado sus hogares para las fiestas. Esta opinión la comparte con Marina Barbieri, que tiene un puesto junto al de su padre, en el que vende, sobre todo, pesebres y figuritas para el belén. «Al juntarnos con los artesanos, nos exigen quedarnos hasta Reyes, cuando antes, que estábamos en la carpa, desmontábamos el puesto el 24 de diciembre», recuerda.

Barbieri es especialmente crítica con la «diversificación» de las actividades navideñas entre el bulevar Abel Matutes, donde está la pista de hielo; la feria de atracciones, que está en el barrio de Can Misses, y el mercadillo de Navidad, en el paseo de Vara de Rey. «Mucha gente que pasa por aquí pregunta dónde está la churrería o la castañera, falta animación», remarca. También menciona el hecho de que este año sólo participe una ONG, la de Addif.

Aunque las casetas actuales le parecen «muy bonitas», echa de menos la época en la que los vendedores se agrupaban en la carpa, «me gustaba el compañerismo que había».

Todos los productos que ofrece Barbieri, al igual que los de su padre, que lleva 29 años participando en el mercadillo, tienen un descuento del 50 por ciento. El motivo, explica, es que «lo más probable» es que el año que viene no repitan en el Mercat de Nadal.