Marina, Asma, Maia e Irene cantan, a gritos y cogidas: «¡Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti! Que nadie puede hacerte daño...». Algunos compañeros las observan y una profesora las graba, sonriendo. Es la hora del patio en el instituto Balàfia, el momento de cerrar toda una semana dedicada a concienciar a los alumnos sobre la violencia machista, explica Marta Roldán, jefa de estudios del centro.

Las voces de las cuatro alumnas se alzan por encima de la propia Bebe, que canta su 'Ella' desde una pantalla gigante instalada en la entrada. La letra está escrita en una enorme cartulina. Lo mismo que 'Malo', también de Bebe, y 'La puerta violeta', de Rozalén. Escribir las letras ha sido uno de los ejercicios en los que han trabajado durante la semana previa al 25 de noviembre, Día Contra la Violencia sobre las Mujeres. «Muchas veces escuchan las canciones y las cantan sin fijarse en lo que dice la letra. Tanto si es para bien como si no», comenta la jefa de estudios, que destaca que algunas de las letras de trap y reguetón no son precisamente recomendables.

La entrada principal del edificio es, durante los escasos minutos del patio, un hervidero. Decenas de alumnos se concentran frente a la mesa que han montado los estudiantes de la FP básica de cocina. El olor del chocolate caliente es embriagador y los vasos que sirven los escolares vuelan. También hay zumo de naranja. Y bizcochos y pasteles que ellos mismos han elaborado en las instalaciones del centro a primera hora de la mañana. Y galletas envueltas en bolsitas. Por si alguien quiere guardarse algo de comida para el siguiente patio. Todo, a un euro por consumición. El dinero, como ya hicieron hace dos cursos, lo destinarán a comprar juguetes para los niños, hijos de mujeres víctimas de malos tratos, que ingresan en las viviendas protegidas de la Oficina de la Dona.

Cien euros en juguetes

La anterior ocasión, reunieron cerca de 120 euros. «Preguntaron a las responsables de la Oficina qué necesitaban y los compramos. Luego ellas vinieron a recogerlo e hicieron una charla», indica Roldán mientras los estudiantes, convertidos en taberneros, no dejan de atender a sus compañeros y profesores. Junto a la mesa, algunos alumnos dibujan un lazo lila gigante, sobre una cartulina amarilla. Meten las manos en una esponja impregnada de pintura violeta y van dejando sus huellas. Otros prefieren no pringarse y, simplemente, dibujan con rotulador el perfil de sus dedos.

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Instituto Balàfia contra los malor tratos

Las instalaciones del instituto están forradas de carteles con mensajes que parecen gritar: « A tots ens queda una ferida marcada quan una dona és maltractada», « No vull ser valenta, vull ser lliure», « La cultura d'una violació és no dir-li violació a una violació», « Ningú és amo ni senyor de les nostres vides», « Quan la sang és d'una dona maltractada la ferida és de tots»...

Los hicieron durante la semana pasada. «Han trabajado mucho en clase sobre este tema», indica Roldán, que destaca que, aunque en años anteriores también habían organizado actividades alrededor del 25 de noviembre, nunca lo habían hecho de forma tan intensa. En clase han trabajado, por ejemplo, los micromachismos. Las sesiones sirvieron a los alumnos para descubrir cómo estos lo impregnan todo. Incluso sus propios hogares cuando, por ejemplo, siempre es su madre la que se levanta de la mesa después de comer para recoger y fregar.

Los mensajes no son los únicos carteles que hay en el centro. Junto a las escaleras que conducen a las aulas destaca el rostro de dos mujeres pintado por los propios alumnos. Tienen un ojo morado, un golpe en la mejilla y la sonrisa convexa. Debajo, sin embargo, se esconden cutis ilesos, ojos grandes y brillantes y enormes sonrisas. Los alumnos sólo tienen que levantar golpes, morados y sonrisas tristes para descubrir a las mujeres que nunca dejaron de ser. Enfrente, en blanco y negro, un mural con el nombre y la edad de todas las mujeres y niños víctimas, este año, de la violencia machista.