En la conferencia de esta tarde hablará sobre el futuro de Sant Antoni y el cambio de modelo turístico?

El futuro será el que quieran ellos.

¿Pero Sant Antoni tiene solución?

Todo tiene solución en la vida, menos la muerte. El simple hecho de que decidan organizar esta conferencia ya implica una intención de inicio de solución, o un inicio de cambio, de ganas de explorar nuevas maneras de hacer turismo.

El Consistorio lleva desde el inicio de este mandato intentando promover ese cambio, que cuesta. ¿Por dónde cree que se debe empezar?

Cuando analizo los modelos de cambio turístico, lo primero que propongo es que los diferentes actores que inciden sean conscientes de la propiedad del destino. Un destino no es propiedad ni del sector público ni del sector privado ni de los empresarios ni de los ayuntamientos ni de los ciudadanos. Es propiedad de todos. Y eso implica que la gestión de ese destino turístico debe hacerse a través de unos consorcios, a través de unos partenariados en los que participen tanto las administraciones públicas como las privadas. Incluso que formaran parte de él algunas asociaciones de consumidores, si las hubiese, sería fantástico. El objetivo es decidir qué quieren hacer con el destino, desde la capacidad de carga al tipo de turista que quieren o la estrategia que desean impulsar. Ese es el punto fundamental de partida.

Aquí ya se ha comenzado por algo parecido, con un Plan Estratégico y la creación de un foro participativo. Además, hay muchos propietarios de hoteles que, por su cuenta, están invirtiendo en modernizar sus alojamientos para intentar aportar su grano de arena en el cambio de modelo turístico. Pero cuesta cambiarlo. Han mejorado sus hoteles, pero cerca siguen teniendo el West End. ¿Qué hay que hacer con ese barrio?

Y con los turistas jóvenes. No digo que haya un turismo bueno y otro malo. Hay un turismo a corto plazo y otro a largo plazo. Si se quiere invertir en un turismo a largo plazo, que sea realmente un motor económico de la zona, debe apostarse por un turismo responsable, que es el que ahora reclaman todas las autoridades mundiales en este sector. Este turismo combina la convivencia entre viajeros y habitantes, y permite que haya un desarrollo ambiental, social y económico de la zona. Si sólo te centras en el turismo joven, que es muy temporal, de low cost, cuyas aportaciones a la riqueza son muy bajas, sólo te posicionas a corto plazo. Hay que hacer una apuesta, como se ha hecho en Calella (Barcelona), en la que el sector privado y los hoteleros se han comprometido a intentar subir precios y hacer promociones. Se suele empezar con la generación de experiencias que atraigan a otro tipo de personas. Pero si las experiencias que creas sólo tienen que ver con bebida barata, 'balconing' o animaladas de esas, poco se conseguirá.

El Ayuntamiento lo intenta con diversas medidas, por ejemplo, cambiando los horarios de cierre del West o promocionando la gastronomía y el deporte. Pero en verano se tropieza con la misma piedra, el West, el turismo de borrachera, la venta de gas de la risa en las calles? En temporada vuelve a ser la ciudad sin ley.

Lo primero es tener una normativa municipal de convivencia y ser muy duros con ese tipo de turista. Hay que regular la bebida en la calle y los comportamientos incívicos, y ejercer presión sobre esos grupos. Pero, a la vez, intentar atraer otro tipo de turista. Por eso hay que crear cosas, ser creativos. Tiene que haber un compromiso de verdad de todas la partes para generar esas nuevas actividades que atraerán otro tipo de turistas. Lo típico es empezar por actividades deportivas.

¿Se necesita más presencia policial para acabar con el turismo más gamberro y, además, evitar la venta del gas de la risa por calles y paseos?

Exacto. Hay que ser muy duros y dejarse de agentes cívicos. Tiene que haber más policías en las calles que pongan más multas. Es la manera de que los turistas reaccionen: que vean que se les multa y que el municipio se pone serio.

Lo mismo un Brexit duro es la solución para que dejen de venir turistas gamberros.

El Brexit duro significaría la necesidad de obtener un visado, pero vendrían de igual manera si, al final, la diferencia de precio entre la copa aquí y en el Reino Unido sigue siendo tan grande. Les seguirá compensando el viaje.

¿Usted vendría a veranear a Sant Antoni?

No. Sólo iría por la tarde al Café del Mar. Luego me volvería a Ibiza.

Los comienzos de Sant Antoni como destino turístico en los años 60 pintaban muy bien. ¿Qué ocurrió para que se torciera?

Cuando el turismo se socializa y empiezan a aparecer las low cost y los viajes muy baratos, comienzan a viajar personas con un poder adquisitivo bajo y algunos destinos deciden especializarse en ese turismo más barato, que valora poco el tema cultural y que apenas tiene en cuenta los paisajes o el medio ambiente. Eso es lo que empieza a torcerlo todo. La apuesta por lo fácil, especialmente cuando se compite en precios, es ver quién tiene el cubata más barato.

En Santa Eulària no sucede esto. No se ve a nadie vendiendo gas de la risa, ni prostitución ni pandillas de borrachos.

El buen ejemplo no es el destino que pone de manifiesto el globo de la risa, sino sus paisajes. Sant Antoni podría destacar por sus paisajes, podría ser un referente mundial. Lo curioso es que Sant Antoni está en una isla que es referente mundial por ser uno de los destinos más caros del mundo. Pero no aprovecha ese tirón. Otra cosa es que estuviera en una isla donde todo fuera low cost. Pero a sólo cinco kilómetros hay gente que tiene un poder adquisitivo elevadísimo.

Mientras en Sant Antoni tienen aún los precios hoteleros más bajos de la isla.

No se trata de multiplicar ahora por 10 los precios, pero sí por valorar lo que se tiene. El cambio de modelo empieza por generar experiencias, por olvidarnos del cubata y destacar la puesta de sol.

¿Es complicado cambiar un modelo turístico?

Depende de la voluntad que se ponga. Depende de la antigüedad hotelera y de las inversiones que se tengan que hacer. Tiene que haber un compromiso del Ayuntamiento y del Consell para impulsar la renovación de algunas plantas, las de los establecimientos más baratos.