Cuando se habla de sin techo sólo se hace referencia a personas que están en la calle, ¿pero qué pasa con las que viven en chabolas o caravanas?

Por eso preferimos hablar de exclusión residencial, una mirada de sinhogarismo más amplia. Lo más habitual es hablar de las que están en la calle, en un centro de acogida o en pisos tutelados, pero también hay personas en viviendas que no pueden mantener o que las van a expulsar por una orden de desahucio. Aquellas que tienen la vivienda amenazada o insegura también son personas sin hogar.

También habla de vivienda inadecuada.

Sí, son las viviendas sin condiciones de habitabilidad, situaciones de hacinamiento en viviendas, según la tipología Ethos, propuesta por la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que trabajan con Personas Sin Hogar (Feantsa). Los que duermen en la calle, en albergues o pisos compartidos son los más visibles, por eso quizá es el sinhogarismo más sangrante, pero el problema es más amplio.

¿Y qué ocurre con los okupas?

Hay que ser prudente. No estamos a favor de la okupación ni de dar una patada en una puerta para meterse en una casa. Tenemos que evitar este punto, pero creemos que debemos favorecer el acceso a la vivienda. El parque de viviendas sociales se debe ampliar y las vacías deben ponerse al servicio de las personas.

¿Y qué pasa con aquellas personas que okupan viviendas abandonados o edificios sin terminar, pero que no reciben asistencia porque las instituciones no las consideran personas sin techo?

Hay que pensar bien qué respuestas estamos dando: si se opta por las que dejan fuera del sistema a las personas y por las que ponen trabas tendremos que pagar el precio de que haya cada vez más personas en la calle.

La primera vez que estuvo en Ibiza para conocer los recursos para personas en riesgo de exclusión social fue el pasado mes de marzo, ¿cuál fue su primera impresión?

Visité el albergue, el centro de día de Cáritas Ibiza, los comedores sociales de las parroquiales... La verdad es que es insuficiente. Son pocos los recursos que hay para atender a todos los sin techo, que en Balears se calcula que son 390 [en 2017 sólo el Ayuntamiento de Ibiza tenía empadronados a 108]. Pero seguro que son muchas más. Sobre todo, conociendo el tema de la vivienda de Ibiza, se multiplica exponencialmente porque no se puede afrontar su acceso con un salario. Hay que hacer algo más.

Ibiza aún carece de un centro de baja exigencia...

Muchas personas necesitan distintos recursos, la vivienda es una solución para casi todas, pero hay algunas que necesitan otro tipo de servicios como albergues, pisos compartidos... Aunque no todas quieran utilizar esos servicios, tienen que tener la posibilidad de ir, por lo que deben existir. Hay personas que necesitan un apoyo profesional, por lo que qué menos que haya, para comenzar, un centro de baja exigencia en Ibiza. Tenemos que contar con diferentes recursos para los más vulnerables. Cubrir las necesidades básicas de la ciudadanía es una obligación de las instituciones y un derecho de la ciudadanía.

¿Le sorprende que la ubicación del futuro Centro de Acogida Municipal (CAM) de Ibiza haya generado rechazo entre los vecinos de la zona?

Me da pena, pero sucede en más sitios. Necesitamos llevar a cabo trabajo comunitario. De primeras, entiendo la resistencia vecinal, pero hay que hacer un esfuerzo de solidaridad y empatía. No podemos culpar solo a los vecinos, aunque tampoco sé cómo ha sido la comunicación institucional con ellos.

¿Qué se puede hacer cuando un ayuntamiento desmantela un poblado y no ofrece una vivienda a las personas que estaban allí, como ha ocurrido recientemente en Ibiza según han denunciado a este diario dos afectados?

Siempre decimos que no se pueden tomar medidas que impliquen la pérdida de vivienda o espacio de una persona sin ofrecerle una alternativa. Siempre que haya un desalojo se debe facilitar un acceso a la vivienda. Una familia o una persona no puede perder su espacio sin darle otra opción. Podemos cambiar a las personas de sitio, pero con una alternativa.

¿Cómo se puede ayudar a aquellos trabajadores que se ven obligados a vivir en infraviviendas porque su sueldo es insuficiente para alquilar una casa?

Las viviendas sociales no son una varita mágica, pero se debe contar con ellas e impulsar más su construcción.

¿Qué puede hacer cada uno, de forma individual, por las personas sin hogar?

Se podría empezar por saludar a una persona sin techo, mirándola, no pasar delante de ellos como si fueran parte del mobiliario urbano. También preguntarles si les podemos ayudar en algo, si quieren un café... Y, sobre todo, es crucial la participación ciudadana, colaborar con entidades sociales. Sumar es básico.