«Nosotros, a nuestros británicos, no los cambiamos. Nos gustan. Nos gustan mucho». Alejandra Ferrer, consellera de Turismo de Formentera, defiende a capa y espada a sus ingleses. No son muchos, apenas un 4% del número total de los visitantes de la isla al cabo del año, «pero son buenos». La consellera tiene muy claro el perfil del originario de la pérfida Albión que llega hasta Formentera y no tiene nada que ver con la imagen que, en general y de forma muy estereotipada, se tiene en las Pitiusas sobre este visitante: «Es un turista muy independiente que no viaja con un gran turoperador y que viene por motivos muy concretos: la naturaleza, el senderismo o el nordic walking, que les encanta, y también para avistar pájaros». Ferrer destaca, además que sus british huyen del todo incluido. Les encanta comer. Probar la gastronomía típica. Y, por supuesto, no les falta nunca una botella de vino con la que acompañar los platos ni un buen licor de la tierra en las sobremesas. Salen a cenar casi cada noche, así que llegan con la cartera bastante llena. Y generosa. La edad media, explica, ronda los 50 años aunque algunos la superan con creces. No en vano muchos llegan a la isla en familia. Y familia quiere decir hasta tres generaciones: abuelos padres y nietos. «Y en las puntas de la temporada, lo que nos viene muy bien», concluye Ferrer. Las joyas de la corona (británica, obviously).

Ya los quisiera para sí José Antonio Ferragut, concejal de Turismo de Sant Antoni, que resopla cuando se le pregunta por sus británicos. Esos que beben, pasan por los servicios de Urgencias y tienen cierta afición por la caída libre (de los balcones). «Uno de los objetivos del plan estratégico es el cambio de modelo turístico», comenta el concejal, que define así a sus visitantes de la Gran Bretaña: «Jóvenes, mayoritariamente, y muchas veces, aunque no todos, de esos que algunos denominan turistas de borrachera». «La gente joven es bienvenida, pero queremos que vaya por otros caminos, como la que viene a final de temporada», comenta Ferragut, quien, por el momento, no parece muy dispuesto a ponerse una camiseta en la que se lea 'I love my guiris'. Le gustan, eso sí, los que han estado en Sant Antoni hace nada, para la celebración del Multideporte. De ésos los quiere. Por ellos cambiaría a los que durante años han protagonizado noticias de sucesos y portadas de tabloides. También quiere familias. Y personas mayores. Como sean, pero que beban con moderación y sepan usar la barandilla del balcón. «Cambiar el modelo lleva años», reconoce, pero confía en que el lujo que comienza a asomar la patita en el municipio - «hay muchos hoteles que se han renovado, alguno de cuatro estrellas y uno de cinco está de camino»- sirva para atraer a esos británicos del martini al estilo 007 y no a los del garrafón.

«A los británicos los queremos mucho», afirma, sin la menor duda, Carmen Ferrer, concejala de Turismo de Santa Eulària, mientras el alcalde, Vicent Marí, asiente. Absolutamente in love con sus guiris, al alcalde se le pone sonrisa tontorrona cuando recuerda la «fidelidad» de sus ingleses. «Repiten año tras año. Algunos son muy mayores porque vinieron por primera vez de muy jóvenes, cuando tuvieron hijos los trajeron y ahora éstos vienen, a su vez, con sus hijos», comenta el alcalde. Y si la fidelidad le enamora, lo que le vuelve loco es que son de los que, en general, huyen del verano y «vienen muy pronto o se van muy tarde». Ferrer, que escucha atenta, reconoce que empiezan a tener ciertas «desviaciones» de este perfil. Están empezando a llegar al municipio ingleses jóvenes con un elevado poder adquisitivo. «Jóvenes, pero tranquilos», se apresura a matizar la concejala de Turismo, que añade que se trata de unos visitantes que, aunque están enamorados de la costa, la tranquilidad y la oferta cultural y gastronómica del municipio... son de los que echan alguna canita al aire. Cuando cae la noche sobre Santa Eulària se marchan a otras zonas para disfrutar del ocio nocturno. «Pero luego, cuando se hace de día, vuelven», concluye Ferrer, cuyo amor no se ve mermado por esas infidelidades nocturnas.

Gloria Corral, la responsable de Turismo del Ayuntamiento de Ibiza, en cambio, tiene el heart partío. Por un lado tiene a los británicos que veranean en la zona de Vila de Platja d'en Bossa - «gente joven, que busca sol y playa y, sobre todo, diversión y ocio nocturno»- y por otro las familias y turistas de mediana edad - «vienen atraídos por la cultura, el patrimonio y la gastronomía»- que suelen hospedarse en Talamanca, ses Figueretes y el centro. Lo que tiene con estos últimos es un amor incondicional. Se le ilumina la mirada cuando habla de ellos. Con los otros... Con los otros está un poco en crisis. «No hay que demonizar al ocio nocturno ni al turista que lo busca, pero me gustaría que fuera más minoritario», reconoce, con todo el dolor de su corazón, la concejala de Vila, que destaca que muchos de estos turistas británicos jóvenes son los que se hospedan, de forma ilegal, en pisos residenciales. «Y eso es lo que genera más sensación de saturación y de descontrol entre los ciudadanos», comenta Corral. El love es así.