«El avión dio la vuelta y volvimos a cocheras. Pasaba de la medianoche y el comandante nos dijo que tenían que cancelar el trayecto porque llevaban muchas horas de vuelo e incumplirían la ley», explica Paco Costa, uno de los pasajeros que debía volar el domingo por la tarde desde Barcelona a Ibiza y que no tocará tierra isleña hasta esta mañana, con más de 40 horas de retraso. Paco, Marc Costa, Toni Palau y Vicent Amengual volvían de pasar la semana trabajando en el Salón Náutico. Debían despegar a las 19.50 horas del domingo con un avión de Vueling. Estaban preparados para algún retraso, pero no para todo lo que les esperaba.

Al llegar al aeropuerto el domingo ya vieron que su vuelo estaba cancelado. Acudieron a los mostradores a preguntar y, como eran de los primeros, les recolocaron en el de las 20.20 horas, que empezó a retrasar su salida. Primero a las 21.20, luego a las 22.20 y, ya por último, anunció el despegue para las 23.15. Los pasajeros, que llevaban rato frente a la puerta B-67, tuvieron que ir corriendo hasta la B-55, ya que cambiaron la salida. A medianoche, estaban ya en el avión, pero no las tenían todas: «Un amigo que trabaja en el aeropuerto de Ibiza ya nos advirtió de que no lo veía claro».

Empezaron a rodar por la pista y, cuando estaban a punto de despegar, el avión dio media vuelta, para desespero de los pasajeros, a los que informaron de la cancelación definitiva del vuelo. «Había familias y muchos niños, alguno de ellos enfermo. Si sabían que lo iban a cancelar, ¿por qué no lo dicen antes? Lo de las horas ya lo sabían antes de embarcarnos», lamenta Costa, a quien Vueling ha recolocado en un vuelo para esta mañana a las 9.25 horas, lo que les obligó a pasar todo el día en Barcelona. Con los gastos que ello supone: dos noches de hotel, comidas y transporte. Además de perder todo un día de trabajo.

«Imposible reclamar»

Recoger las maletas, con el «caos» que había, no fue fácil. Las procedentes de varios destinos estaban amontonadas y mezcladas, les dijeron que sólo funcionaba una cinta y luego salió por otra. Frente a los mostradores de Vueling había «centenares de personas» y, además, «estaban a punto de cerrarlos» porque la gente estaba muy nerviosa e, incluso, había tenido que ir la Guardia Civil, explica. Como les llegó un mensaje de que les recolocaban en el vuelo del martes a las 9.25 horas, trataron de encontrar un hotel para las dos noches. Imposible. El domingo durmieron en uno y ayer, en otro. «No había habitaciones para las dos noches», justifica Costa, que critica la «mala organización y atención» de la compañía. «Reclamar en ese momento era imposible», lamenta recordando las larguísimas colas frente a los mostradores.

Frente a esas colas se encontraba Xavi Costa, que venía en el mismo vuelo con su mujer y sus dos hijos. Cuando consiguió hablar con Vueling le dijeron que no había hoteles disponibles en Barcelona esa noche, pero que habían habilitado una sala con colchonetas y mantas para los niños.

Este ibicenco, que pasó la noche del domingo en el aeropuerto, indica que en esa sala improvisaba durmieron alrededor de quince pequeños. También ellos perdieron ayer todo el día, ya que la compañía no les ha encontrado plaza hasta el vuelo de hoy a las 7 horas. Ninguno de los dos pudo acudir a trabajar. Los niños perdieron el día de clase. La noche de ayer la pasaron en un hotel de Viladecans, en las afueras de Barcelona, lo que les obligará a despertarse hoy al amanecer para coger el vuelo en el que les han reubicado. La familia ha recibido indicaciones para que conserven todos los tiques para futuras reclamaciones.

A las 23.30 horas del domingo, mientras esperaba en la cola de los mostradores de Ryanair, Berta Lartuna compraba un billete de Vueling para regresar a Ibiza ayer por la tarde. Cuando llegó al aeropuerto vio que muchos vuelos estaban cancelados y que la T2, de la que salen los vuelos de la compañía irlandesa, estaba «abarrotada».

En el momento en el que cancelaron su vuelo recibió un mensaje en el que le comunicaban que podía escoger entre el reembolso del billete o la reubicación. «La web no funcionaba», indica Lartuna, que en ese mismo momento comprobó que había plazas disponibles en vuelos de Vueling y, «como estaban bien de precio» (30 euros), compró una. En su caso no ha tenido que pagar hotel, ya que es de Terrassa y se ha quedado en casa de su familia. Pero sí explica que tuvo que pedirle a su padre que la recogiera en el aeropuerto porque «el tren y los autobuses estaban colapsados».