Apenas queda espacio en los almacenes de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni para guardar toda la algarroba que recibe desde hace un mes. El montón roza ya el techo, incluso han tenido que colocar sacos para contenerlo y evitar que se desparrame. Es incesante la llegada de vehículos con remolques cargados con ese fruto. La máquina que separa la semilla (garrofín) de la vaina (y trocea esta, además de extraer su pulpa) no da abasto. «Un sin parar» -en palabras del gerente de esa entidad agrícola, Juan Antonio Prats- en torno a este singular producto del campo ibicenco, que se debe, esencialmente, a dos motivos: la cosecha de este año ha sido extraordinaria, tanto como el precio que ha alcanzado en el mercado, nada menos que 0,4 euros por kilo.

Entre el 1 de septiembre, fecha en la que comenzó la recogida oficial, y el 10 de octubre, la Cooperativa ha tenido que hacer hueco en sus almacenes a 396 toneladas de algarrobas, un 34,7% más que en el mismo periodo de hace un año. Y aún quedan un par de semanas más de cosecha, que se solapa con la de la almendra. Esta, por el contrario, no será tan buena debido a su vecería anual.

Pero lo que más ha animado este año a los ibicencos a rebañar hasta la última vaina de las ramas de sus algarrobos ha sido el precio. Desde 2012 a 2017 oscilaba entre los 0,24 (en 2015) y los 0,28 euros (el pasado año) por kilo. Pero en 2018 se ha disparado hasta los 0,4 euros, un 43% más que hace un año.

«Estamos a tope», comenta Prats, para quien incluso supone un alivio que algunos agricultores ibicencos retrasen unas semanas la entrega de su producción, pues así puede hacer hueco en sus instalaciones. Automóviles con remolque y furgonetas hacían el sábado cola ante la máquina de pesaje. Hay tanta almacenada que de la Cooperativa emana un dulzón y penetrante aroma a algarroba que se expande por los alrededores y, según la dirección del viento, llega hasta los límites de Sant Antoni.

Un pequeño defecto

0,4 euros es el precio medio. La Cooperativa vende el garrofín más caro, a entre tres y cuatro euros. Podrían sacar más rendimiento a esa semilla, medio euro más por kilo, si fuera otra especie de algarroba. Porque la de Ibiza tiene un pequeño defecto para la industria alimentaria: no es lisa. Posee unas hendiduras que, según explica el gerente, «no queda tan bien al ser pelada como la de Mallorca», esta sin mácula.

Prats indica, además, que hay que descontar lo que supone enviar el garrofín a Mallorca, donde se encuentra una de las fábricas que lo procesan (es un elemento imprescindible en la producción de helados industriales, como el Magnum, pues se emplea como estabilizante, el E-410), o a la Península. «El porte de Ibiza a una fábrica de Tarragona nos cuesta seis céntimos el kilo», indica al respecto Prats.

La parte troceada de la algarroba se utiliza como alimento para ganado, tanto ovino como vacuno y caballar. Entre sus principales clientes está una vaquería de la isla que produce quesos, así como un par de granjas de cerdos. Otra empresa ibicenca convierte la algarroba en sirope y en harina delicatessen delicatessende uso alimentario. La envía a Valencia, donde la muelen y tuestan.