Las depuradoras de Ibiza y Formentera están contaminando el mar. Esto es lo que permite constatar la evidencia, verano tras verano, ya sea a través de imágenes submarinas incontestables o bien mediante la contemplación directa de los vertidos que se producen en la costa. Lo cierto es que las estaciones de depuración que funcionan tal y como deberían son hoy una minoría en las Pitiusas.

Pero ¿por qué sucede este rosario anual de averías, que se reproduce cada año con la misma regularidad que la floración del almendro y que no logran mitigar las sempiternas promesas de los políticos?

Las opiniones recabadas por este diario entre los responsables de los organismos públicos y las entidades sociales especializadas en la gestión de agua ofrecen las siguientes explicaciones: las depuradoras actuales son insuficientes para atender una población que no para de crecer, se colapsan cuando llueve porque reciben agua de lluvia que no deberían recibir (faltan alcantarillados dobles fecales/pluviales) y el Govern no realiza las inversiones de mantenimiento necesarias pese a recaudar una importante cantidad anual en las Pitiüses a través del canon de aguas.

El organismo propietario y responsable de las depuradoras pitiusas, la Agencia Balear del Agua (Abaqua), dependiente de la conselleria de Medio Ambiente, se ve obligado a aclarar que «las depuradoras no son un problema, sino que son la solución». Su director, Antoni Garcías, niega además que «las depuradoras revienten, lo que sucede es que tienen una capacidad que da para lo que da».

«Las depuradoras no están hechas para depurar aguas pluviales», señala Garcías, en alusión a las trombas de agua de lluvia que se producen en determinadas épocas del año y que van a parar a estas estaciones, desbordando su capacidad, alterando su proceso de depuración y expulsando indebidamente al mar y a tierra firme una mezcla de materia fecal y agua sucia, entre otras cosas.

La solución consiste, afirma, en que se instalen alcantarillados con tuberías separadas para la materia fecal y para el agua de lluvia. Y eso es algo que corresponde a los ayuntamientos: «La competencia, tanto del alcantarillado como de las redes de pluviales, es de los ayuntamientos», afirma el director de Abaqua, que admite que «para cubrir todas las zonas de sus municipios tienen dificultades».

«Ibiza ha crecido como ha crecido, tiene una población dispersa y esto necesita muchos años y muchas inversiones de todas las administraciones para solucionarse», afirma.

El responsable de Abaqua no duda en invitar a los ayuntamientos a «llevar ellos mismos» la gestión de sus propias depuradoras, si así lo desean. De hecho, si ahora son responsabilidad de Abaqua es gracias a un convenio que se firmó en el pasado por el que los municipios cedieron esta gestión al Govern. «Pero si quieren salirse del convenio y llevar ellos las depuradoras, pueden hacerlo. Si creen que les irá mejor, cosa que dudo, adelante», añade. De hecho, en Mallorca los municipios de Palma y Calvià así lo hacen. Incluso, gestionan directamente la parte del canon del agua que les corresponde, una vieja aspiración de Ibiza.

El desastre de Vila

Pero Garcías admite que no sólo la lluvia tiene la culpa, sino que sus instalaciones también fallan, como ocurrió con el bombeo de la depuradora de Ibiza este verano, que lanzó agua contaminada al mar en varias ocasiones (hasta seis, según la oposición municipal de Vila). La depuradora de la ciudad es la única, según el propio Garcías, que no alcanza los parámetros de calidad exigidos. El resto, según él, sí lo hace, incluyendo las de Platja d'en Bossa o la de Formentera, que tienen la posidonia de los alrededores de sus respectivos emisarios totalmente arrasada, como si no fuera agua depurada lo que sale de ellos.

De hecho, la falta de inversiones en mantenimiento es el eje central de las críticas que formula la Alianza por el Agua, una plataforma que agrupa a instituciones políticas y sociales de Ibiza. Uno de sus directivos más combativos, Rafel Tur, afirma: «Un solo dato demuestra que el Govern no invierte en mejorar las depuradoras pitiusas: los ibicencos y formenterenses pagamos en el recibo del agua nueve millones de euros todos los años en concepto de canon del agua, destinado supuestamente a las depuradoras, pero luego el Govern sólo invierte por este concepto 2,5 millones anuales. ¿A dónde van los otros seis?», se pregunta.

«Tanto si llueve como si no»

Para Tur, «las depuradoras están sobrepasadas y su mantenimiento es deficiente». «Lo único que pedimos son las inversiones necesarias para que no vaya tanta materia orgánica al mar», añade. «Lo de las aguas pluviales que alega el Govern es un pretexto recurrente, pues los vertidos contaminantes al mar se producen tanto cuando llueve como cuando no lo hace», constata.

La Alianza del Agua reclama depuradoras terciarias (las que tienen la máxima depuración posible), pero Tur cree que el Govern no quiere hacerlas por un motivo: «En ese caso, el agua depurada no iría al mar, donde nadie sabe qué se tira, sino que se depositaría en tanques para riego, y allí se vería qué calidad tienen las depuradoras». «No hay una verdadera fiscalización de lo que se depura», afirma.

En cambio, Garcías afirma que para instalar depuradoras terciarias «su caudal debería tener una utilidad, ha de servir para algo, porque para lanzarlo al mar no tiene sentido».

El concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Sant Josep, Ángel Luis Guerrero, apunta a otro posible responsable de la situación: los promotores urbanísticos que, por ley, deben construir el alcantarillado que corresponde en sus urbanizaciones «y no lo han hecho». «Ha habido desarrollos urbanísticos salvajes que desbordan todos los sistemas, ha habido un verdadero vandalismo urbanístico», proclama, hablando siempre en pasado, pues ahora «la verdad es que se construye poco».

Pero coincide con la Alianza por el Agua en apuntar las insuficientes inversiones de Abaqua y el deficiente mantenimiento de sus instalaciones. «El ejemplo es lo que pasaba con los vertidos de la avenida de Sant Agustí, donde la tubería que llevaba la materia fecal a la depuradora tenía 40 años y era de fibrocemento», que se corroe fácilmente. La tubería de Cala de Bou data de los años 70. «Son infraestructuras viejas y antiguas», proclama. «Al final, a veces se lanza el agua casi sin depurar», asegura.

Al contrario que Garcías, para Guerrero es obvio que «la planta de Can Bossa no depura bien», pese a haber sido reformada hace pocos años.

«¿A dónde va el canon?»

Para él, es imprescindible que las depuradoras se gestionen directamente desde las Pitiusas. Y más cuando no está claro qué sucede con el dinero que pagan los ibicencos a Abaqua: «El canon del agua, cuando nació [en tiempos de Gabriel Cañellas (PP)], era un gravamen finalista, es decir, sólo podía dedicarse a depuración de aguas. Sin embargo, cuando gobernó José Ramón Bauzá, emitió un decreto que permitió que el canon dejara de ser finalista y su recaudación vaya a la caja general de la Comunitat Autònoma».

«Hay que crear la Agencia Insular del Agua de Ibiza», señala.