El viajero que llega al finisterre de la Mola descubre junto al faro un monolito dedicado a Julio Verne. Una placa encastrada en la piedra explica que el monumento es un modesto homenaje al escritor que convirtió Formentera en escenario de su novela ´Hector Servadac: voyages et aventures à travers le monde solaire´. Y al viajero no le sorprende, porque la Mola pide relato, exige literatura, es un ámbito propicio a las sagas, rondallas, mitos y utopías. En la Mola no hace falta ser escritor para fabular. La vertical hipnótica del acantilado, la solitaria y poderosa torre del faro como un cíclope mudo, la soledad mineral y silente que sólo rompen con sus gritos las gaviotas y un horizonte marino en el que se funden los azules, conforman un paisaje en el que cualquier aventura parece posible, algo que las crónicas confirman al decirnos que en estas aguas navegaron vikingos, corsarios y piratas. Un finísimo hilo, por tanto, separa en la Mola la historia y la leyenda, la realidad y la ficción.

He vuelto a leer ´Héctor Servadac´ y me pregunto por qué caminos entró Formentera en el imaginario verniano. Las biografías que conozco no lo dicen, pero existen sobrados indicios de cómo y por qué Verne localizó uno de sus viajes extraordinarios en la isla. Puede, incluso, que la tuviera muy en cuenta al escribir ´El faro del fin del mundo´ que tan bien se ajusta al paisaje del Faro de la Mola. Y sorprende, asimismo, el extraordinario parecido de Formentera con la isla Lincoln, localización de ´La isla misteriosa´. La cuestión, en fin, es ésta: ¿Estuvo Verne en Formentera? ¿Habla sólo de oídas o trabaja a partir de la documentación que tiene de la pequeña pitiusa? Es evidente que Verne no estuvo en casi ninguno de los paisajes que describe, el fondo del mar que navega el Nautilus y el centro de la Tierra.

No dio la vuelta al mundo

Tampoco dio la vuelta al mundo ni viajó a la Luna. A partir de aquí, es un lugar común ver a Verne muellemente sentado en su despacho y viajando con su sola imaginación. En gran medida, fue lo que hizo. Pero no todo salió de su prodigiosa fabulación, de los libros y de los conocimientos científicos, técnicos y geográficos de su tiempo, cuando ya se conocía el submarino, el helicóptero, la escafandra autónoma, la pila eléctrica, el ascensor hidráulico, el telégrafo, la nitroglicerina, etc. Verne novela la ciencia, pero es también un viajero entusiasta. Adquirió, uno tras otro, tres veleros, el ´Saint Michel I´, el II y el III, con los que viaja desde 1868 a 1886. El ´Sant Michel III´ es ya un soberbio yate, a vela y a vapor, de 38 toneladas, 33 metros de eslora, 4,60 de manga y 2,90 de calado. Exigía una tripulación de 10 hombres y viajaba con un buen número de invitados.

Sabemos que estuvo en Nantes Burdeos, Inglaterra, Escocia, Escandinavia, La Coruña, Vigo Lisboa, Orán, Tánger, Argel, Túnez, Gibraltar, Tetuán, Cádiz, Málaga, Malta, Siracusa, Catania, Nápoles etc. Consta documentalmente que en los viajes que realizó en la primavera de 1878 y en el verano de 1884 estuvo en el mar balear y extraño sería que no recalara en nuestras islas.

En este punto conviene advertir que en Venecia, en el hotel Inglaterra, conoce al Archiduque Luís Salvador de Austria con el que mantiene una buena amistad como prueba su correspondencia. El Archiduque le envió después un ejemplar de ´Die Balearen´, monumental obra sobre el archipiélago balear que le serviría para las localizaciones que el escritor utiliza en sus novelas Clovis Dardentor y Matías Sandorf. El caso de Formentera es distinto. Porque cuando Verne tiene en sus manos ´Die Balearen´, hace ya tiempo que ha publicado ´Hector Servadac´, de manera que para hablar de Formentera no pudo utilizar los textos del Archiduque que, sin embargo, le hablaría de la isla en sus cartas y en su encuentro veneciano.

Es de un gran interés, por ejemplo, la referencia que el escritor hace en ´Héctor Servadac´ de la expedición francesa que, capitaneada por Francesc Aragó y Jean-Baptiste Biot, entre 1806 y 1808 viajó a Formentera para situar en sa Talaiassa, el punto más alto de la Mola, un observatorio que les había de permitir realizar mediciones de triangulación geodésica, estudios que el 1821 se publicaron como ´Recueil d´observations géodésiques, astronomiques et physiques exécutées par ordre du Bureau des Longitudes de France en Espagne pour déterminer les variations de pesanteur et des degrés terrestres sur le prolongement du Méridien de Paris´. Verne conoció esta expedición por el Archiduque, que las menciona en ´Die Balearen´, y también por un amigo suyo que era hermano de Biot, uno de los expedicionarios.