Bettina Karbe-Giannakoulopuolus (Bonn, 1960) es capitana de la policía judicial en el estado federal de Brandenburgo y, por un mes, septiembre, ha cambiado la fría Alemania por la cálida Ibiza gracias al Plan Turismo Seguro 2018. Trabaja con el guardia civil de Santa Eulària Marcos Cubel (Ibiza, 1988). «Mi hijo», le llama ella, y juntos patrullan por mercadillos y zonas turísticas para prevenir hurtos y otros problemas derivados del turismo de masas. «Me encanta Ibiza, pero donde no hay turistas», dice esta policía casada y con tres hijos que, en su país, trabaja en la investigación de bandas organizadas dedicadas al tráfico de drogas internacional y otros delitos graves. «Aquí vivo muy bien, me alojo en un hotel muy bonito en Punta Arabí, no pensé que sería tan bonito, aunque la verdad es que salgo muy poco», dice la capitana.

En los veinte días que Karbe lleva trabajando en Ibiza ha realizado, sobre todo, funciones de traductora, ya que habla correctamente, además de alemán, inglés y español, y también se defiende bien en griego (su marido es de esa nacionalidad) y polaco, aunque aún no ha tenido necesidad de utilizar estos dos últimos idiomas. Se trata de un trabajo muy alejado de las investigaciones sobre crimen organizado transnacional a las que está acostumbrada en Brandenburgo, aunque la semana pasada, por su buen manejo del inglés, la llamaron para investigar un presunto caso de agresión sexual con sumisión química.

Los protagonistas del caso eran turistas del Reino Unido que se alojaban en la casa de un amigo en el municipio de Santa Eulària. Una mujer denunció que un antiguo amigo estaba abusando sexualmente de ella y que sospechaba que para vencer su resistencia la estaba drogando. El denunciado fue detenido. Existe la sospecha de que utilizaba ketamina líquida, o un derivado de esta droga, que vertía en la bebida de la mujer para abusar de ella sin que se negara.

Delincuentes alemanes

El tipo de trabajo que la capitana está realizando en la isla no tiene nada que ver con el que desarrolla en Brandenburgo. Por tanto, por la experiencia que está adquiriendo en Ibiza, Karbe no está en condiciones de conocer si existe o no en la isla un tipo de delincuencia específica practicada por alemanes. Pero por su trabajo en Alemania sí conoce casos de delincuentes alemanes que viven en la isla. «Por ejemplo, sabemos de uno que tenía una vivienda en Santa Eulària y que era el jefe de una banda organizada, y él aquí vivía muy tranquilo, pero sabíamos que todo estaba pagado por el tráfico de drogas», explica la capitana.

«También teníamos controlado [desde Brandenburgo] a otro alemán que vivía aquí en Ibiza y que fue detenido hace un mes con 300 kilos de coca», añade en referencia a la operación que el Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) llevó a cabo a 15 millas al oeste de Ibiza en la que interceptaron 300 kilogramos de cocaína en un barco que zarpó de Mallorca para recoger la droga arrojada al mar por un barco colombiano. Detuvieron a varias personas, todos de Países Bajos menos uno de Alemania. «Eso son criminales», señala la capitana. «Pero toda esta gente viven aquí muy tranquilos», dice.

El tráfico de cocaína hacia Europa, explica Karbe, tiene su origen en Colombia -y otros países americanos-, y a Alemania la droga llega a través de España, por eso no es de extrañar que algunos de estos delincuentes estén instalados en Ibiza y, como dice Karbe, vivan tranquilos. El relato de la capitana alemana coincide con las sospechas de algunos investigadores policiales españoles, que señalan que Ibiza, como ya ocurrió hace unos años, se está convirtiendo de nuevo en un gran almacén de cocaína desde donde se envía la droga hacia Europa.

Pero Karbe, en Ibiza, no lucha en esa batalla, sino que se ocupa de menesteres más livianos, como evitar que les roben la cartera a los turistas y cosas por el estilo. La capitana destaca la sorpresa que se llevan sus compatriotas turistas cuando la ven por la calle con el uniforme. «Siempre es algo agradable, se quedan muy sorprendidos y preguntan», dice al respecto su compañero guardia civil. «El otro día -relata ella- una agente de policía de Bradenburgo que estaba de vacaciones me vio por la calle y me dijo que a ella también le gustaría hacer lo mismo [es decir, venir a trabajar un tiempo a la isla ], pero le expliqué que para eso es necesario hablar idiomas».

Karbe habla bastante bien el castellano porque ha veraneado muchos años en la Costa de Luz, cerca de Barbate, en Cádiz. «La primera vez que vine a España fue en 1971», recuerda. Y por eso habla con acento andaluz. «Mira, enséñale [al periodista] cómo te cagas en todo», bromea su compañero. «Mecagontó», responde ella entre risas. Karbe se lo está pasando bien en Ibiza y por eso dice que le encantaría repetir con el Plan Turismo Seguro.