Sin ninguna tradición familiar, Constantino Larroda Azcoitia, se aficionó tanto a los toros que con 14 años ya daba capotazos en las plazas de los pueblos de Madrid y Guadalajara. Con muchas ganas y ningún padrino consiguió participar en capeas y en algún que otro espectáculo cómico hasta que con 17 años abandonó los trastos. Lo que nunca dejó es la afición.

Nacido en Cuenca, criado en la barrio de Vallecas de Madrid, vive en Ibiza desde 1979. Este ´conquemadricenco´, como le gusta denominarse, siempre ha estado ligado a la afición que le contagió de niño un novillero de su barrio.

Ya en la isla, Constantino apoderó a uno de los pocos jóvenes pitiusos que soñaban con salir a hombros de una gran plaza. ´El niño de Formentera´, Ángel Yern, lidió algunas novilladas en las islas e incluso saltó a la Península.

Los toros son su auténtica pasión. «Tengo algunos amigos toreros, voy siempre que puedo a la Feria de San Isidro de Madrid, y leo mucho sobre toros», dice. «Es una pena que no se tenga respeto por este mundo», añade Larroda. «Goya, Picasso, Machado o Lorca amaron este arte tan denostado hoy. Los toros son cultura», recalca. «En mi caso, tengo una hija veterinaria y antitaurina. Algo que por supuesto entiendo, pero me gustaría que los antitaurinos también nos respetaran a nosotros», recalca este experto.

Los ´Toros de la Cala´

Los ´Toros de la Cala´Las casualidades de la vida hicieron que en los años 80 se cruzara en su vida Juan López Rodríguez, quizá todavía más aficionado que él. Sevillano, había trabajado en la ganadería de Sánchez Ybargüen, y desde siempre su empeño fue tener su propio ganado.

Así que en los noventa, cuando en Ibiza ya ni siquiera había plaza de toros, compró cinco vacas, varios becerros y un semental. La incipiente ganadería, bautizada como ´Toros de la Cala´, por su ubicación en Cala de Bou, fue creciendo con la compra de reses de la ganadería mallorquina de Bartolomé Pons, cuyos ejemplares descendían de la enseña de Salvador Domecq.

Hace tiempo llegó a cuidar unas 70 piezas. Hoy solo quedan 17. Aunque la finca no es muy grande, las vacas y los toros están en plena forma ya que para comer tienen que subir empinadas cuestas. Además, Juan explica que los animales «pasan todos los controles y revisiones veterinarias que exige el Govern balear». Como ejemplo de la buena forma que tienen, ´Calaito´, el semental, pesa cerca de 500 kilos y gracias a él nació en julio ´Pitiuso´. Como anécdota recuerdan que, hace tiempo, una vaca, ´Manuela´, fue rechazada por su madre, así que la criaron a biberón. «Nos tenía tanto cariño que cuando podía se metía en casa», recuerda Juan.Bravura en sus genes

Bravura en sus genesA pesar de que estos toros no han salido nunca de la finca, tienen la bravura en sus genes y embisten como cualquier otro.

De vez en cuando, toreros de lo alto del escalafón, como Sebastián Castella, han dado algún que otro pase en la placita de la finca. «Prueba que los toros tienen raza y saben embestir como los que más», aseguran Constantino y Juan.

Con el tentadero, los toros y los caballos, los dos amigos no dudan en enseñar a algún que otro joven a dar algunos pases. Les gustaría transmitir a las nuevas generaciones artes como el toreo de salón o el rejoneo.

Mientras, utilizan la finca para cuidar el ganado y hacer alguna que otra fiesta con sus amigos.