Aquel 15 de septiembre de hace 10 años estallaba una burbuja financiera que, inmediatamente, puso en jaque a las economías occidentales, especialmente la de España. Y eso pese a que aquel mismo día el ministro de Economía, el socialista Pedro Solbes, negaba la mayor (como el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero) y hablaba de la «solidez y solvencia» del sistema financiero español, que en breve las pasaría canutas y sería sometido a un rescate que pagaríamos todos de nuestros bolsillos.

Pero en Ibiza hacía seis meses que había estallado otra burbuja, la del ladrillo. Aquella isla cuya línea del cielo estaba sembrada de grúas desde hacía un lustro, empezaba a notar en primavera cómo se resentía su, hasta entonces, pujante sector de la construcción con incrementos del paro que, mes tras mes, ascendían vertiginosamente: 400 más en abril respecto al año anterior, 500 más en mayo, 600 en junio, 700 en julio, 800 en agosto, 900 en septiembre, 1.100 en octubre, 1.300 más en diciembre...

Con la debacle de Lehman Brothers y, consecuentemente, del castillo de naipes del sistema financiero global, en septiembre se sumó al derrumbamiento de la construcción el de los demás sectores laborales pitiusos. El paro se desató. Subió a cotas nunca vistas: aquel mes acabó con 5.787 desempleados, un 46% más que un año antes. En enero de 2009 ya había 2.324 personas sin empleo en el ladrillo de Ibiza, un 120% más que un año antes y un 198% respecto a 2007. En abril de 2009 el aumento del paro ya era del 65%. En octubre, del 90,5% respecto al mismo mes de 2007.

Política del avestruz

Como Solbes en el Ministerio de Economía, el conseller de Trabajo ibicenco, Joan Serra Mayans, sufrió ceguera temporal y selectiva ante un problema que provocaba una sangría laboral sin precedentes. El conseller socialista mantuvo durante meses que aquel pavoroso crecimiento del paro se debía al aumento de la población activa. Aquella política del avestruz supondría un coste severo para la economía ibicenca.

En su despacho de la avenida de España, Serra vivía alejado de la cruda realidad, pero Consuelo López, actual secretaria de organización de Comisiones Obreras, estaba atemorizada por lo que veía día a día: «Vivimos aquella época asustados porque nadie se esperaba lo que se nos vino encima. En el Tribunal de Arbitraje hubo que incrementar los días de mediación porque se acumulaban los despidos. Todo lo que llegaba allí eran despedidos y más despedidos».

Ante todo del ladrillo: «Las empresas de la construcción se largaban y dejaban a todos colgados, desde los trabajadores a los proveedores. Si al día se veían 20 expedientes, casi la totalidad eran de despidos de la construcción. Estuvimos así durante tres o cuatro años. Era para llorar». Y le era, recuerda, difícil mantenerse fría ante lo que estaba sucediendo: «Impresionaba porque afectaba a mucha gente mayor. La construcción era un sector muy masculinizado, con decenas de trabajadores de 50 años para arriba que se quedaron en la calle, desamparados». Muchos «estaban establecidos en Ibiza desde hacía años y con la crisis tuvieron que regresar a sus lugares de origen. En sus pueblos, al menos tenían la protección de sus familias».

Del ladrillo al bar

A parte de aquella gente «se la intentó recolocar en hostelería, pero no eran profesionales». No todos pudieron reciclarse, si bien las cifras del paro de los años siguientes demuestran cómo hubo un intenso traspaso desde ese sector al de los servicios. También se creó una enorme bolsa de parados de larga duración que a duras penas se desinfla.

Consuelo López considera que «aquella crisis derivó en la precariedad y en la explotación, especialmente tras la doble reforma laboral». Además, aquella destrucción masiva de puestos de trabajo tuvo un efecto psicológico inmediato: «La gente tenía un miedo horrible y tragaba con el empleo que fuera. Y si le bajaban el sueldo, también, aceptaban cualquier cosa con tal de mantener el puesto».

Ahora, pasado aquel trago (que ha durado casi una década) y con el empleo más estable, «empiezan a reaccionar y a sentirse engañados. Piden que les den lo que les corresponde y ya pelean por ello».

¿Antes de la crisis vivimos por encima de nuestras posibilidades? «Nos engañaron por encima de nuestras posibilidades, y hubo gente que gobernó por encima de sus posibilidades y nos hizo la vida imposible», sentencia la sindicalista.