Dos muertos por peleas, ahogados en las playas, víctimas del 'balconing', venta ambulante desmadrada, menudeo del 'gas de la risa' incluso en el paseo marítimo y a plena luz del día, botellones a diestro y siniestro... Sant Antoni está viviendo uno de los peores veranos de su historia. Su imagen como destino turístico es atizada a diario por titulares tanto en la prensa local como nacional y británica. Numerosos hoteleros se tiran de los pelos: de poco les ha servido invertir millones de euros durante los últimos años para mejorar sus alojamientos y, de paso, intentar cambiar el modelo turístico, pues siguen llegando energúmenos que destrozan la convivencia y que convierten al municipio en un territorio sin ley. Algunos empresarios y políticos (progresistas) apuntan al West End como foco de esa lacra, mientras que desde ese reducto del pueblo (y desde el PP) hay hosteleros que creen que es el Consistorio, con medidas como el cierre de los bares a las tres de la madrugada, el que ha dado pie a los desmanes de esta aciaga temporada.

Eso sí, todos coinciden en que o se cambia el modelo turístico o Sant Antoni se va al carajo, incluso el empresario Joan Pantaleoni, propietario de un local en el West que desde las redes sociales ejerce de bestia negra del equipo de gobierno, al que fustiga sin piedad desde que empezó el estío: «Hay que sentar a Administración, empresarios, sector turístico y vecinos para ver cómo se puede reorientar el West. Todos estamos de acuerdo en que tal y como está ahora no puede funcionar, no tiene ningún futuro. Pero hay que intentar darle una solución, no un hachazo», señala Pantaleoni, exteniente de alcalde del PP en la época en que gobernaba José Sala.

«40 años de permisividad»

Para Aída Alcaraz, edil de Gobernación del municipio, «el actual modelo turístico va ligado a las situaciones que se están viviendo este verano y que, por desgracia, no son nuevas». El equipo de gobierno, indica, «lleva tres años intentando cambiarlo con medidas como el plan estratégico, modificaciones de las ordenanzas, creación del Equipo Nocturno Especial de Verano (ENEV), actuaciones en zonas con niveles de ruido elevados»... que pocos resultados han dado a la vista de lo que está ocurriendo: «Porque es una lucha -replica- contra 40 años de permisividad y de dejar que se afiance tanto un tipo de dinámica empresarial como de expectativa en los turistas. En tres años, evidentemente, no vamos a poder cambiar al 100% todo lo que se ha hecho».

Alcaraz niega, al contrario de lo que asegura Joan Pantaleoni, que el cierre del West End a las tres de la madrugada sea la causa de los principales males que padece el pueblo este verano: «Que cierre a esa hora y no a las 6 no genera un problema que Sant Antoni no tuviera ya. La declaración de Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE) va unida a datos totalmente objetivos: allí había unos niveles de ruido por encima de lo legalmente permitido. Es una medida del Consistorio para dar respuesta a un problema que padecen sus vecinos. Antes, los clientes volvían a sus hoteles a las 6 de la mañana, ahora se ha conseguido que regresen a sus alojamientos a las tres o que vayan a bailar a las discotecas».

Pero a esa hora, muchos no quieren ir a dormir, sino seguir de fiesta, por lo que montan follón en la playa o en el paseo: «Los botellones han existido siempre, no es un problema nuevo ni ha surgido por la aplicación de la ZPAE. Desde el Consistorio, incluso percibimos que las concentraciones son inferiores a las producidas otros veranos», asegura la edil.

«Más sucio e inseguro»

Joan Pantaleoni, exedil de Gobernación, admite que lo vivido este año «daña la imagen de Sant Antoni, pero no por el hecho de que haya habido muertes, sino porque el pueblo está mucho más sucio y es mucho más inseguro que otros años». En Facebook no duda en culpar de los desmanes que se producen al adelanto del cierre de los locales del West, incluso de una de las últimas muertes, producida en una pelea: «Cerrarlo a esa hora está generando una serie de problemas que no se previeron en su momento. Si sueltas a 5.000 personas de golpe en la calle a las tres de la madrugada, seguirán la fiesta. Ni en sus países se van a dormir. Todos se dispersan por el pueblo: unos por el paseo marítimo, otros por ses Variades, otros por las plazas del pueblo».

Y eso causa, a su juicio, dos perjuicios. Uno, de suciedad: «Toda la basura que antes se concentraba en el West, ahora se dispersa por todo el pueblo». Otro de seguridad: «El West es más fácil de cubrir por la Policía con pocos efectivos, por ser una zona acotada. Y además hay casi un centenar de personas dedicadas a la seguridad privada, contratadas por los locales. Ahora, la escasa Policía que hay debe controlar un territorio más grande y sin el apoyo que podía prestar la seguridad privada».

Por un «plan de reconversión»

Admite el empresario que la solución pasa por «cambiar el modelo turístico, pero hay que tener un plan b, saber adónde queremos ir, conocer qué recursos públicos y privados vamos a poner sobre la mesa, plazos? una cosa seria». Apuesta por «un plan de reconversión» en el que, incluso, se contemplara la reducción de horarios: «Se podría hacer de manera paulatina, no como se ha hecho ahora, que es una barbaridad, sin arruinar a la gente, para que los negocios se vayan adaptando y reorientando a lo largo de varios años. Hay que dar ventajas fiscales para los que quieran reconvertirse».

La reducción horaria ha causado, asegura Pantaleoni, estragos en las empresas de la zona: «En mi caso, de 12 empleados he tenido que despedir a tres. Y los demás, menos uno, han pasado a trabajar media jornada. Abro a las 11 y cierro a las 3. Trabajo sólo cuatro horas. Ahora hago un 35% menos de caja». En la calle Colón, «de 11 negocios, quedan tres abiertos. Es una de las consecuencias. Todos los pequeños cierran porque no pueden sobrevivir, ya que subsistían de sus terrazas, que ahora deben cerrar a las 12 de la noche».

«Un desmadre»

La nueva presidenta de los hoteleros pitiusos, Ana Gordillo, apuesta por finiquitar de una vez el modelo que se nutre de los turistas dipsómanos: «El sector privado ha invertido mucho para cambiar la mala imagen de Sant Antoni. Luchamos por variar ese modelo turístico de borrachera que ha habido hasta ahora. No queremos un turismo excluyente. Estamos a favor de todo tipo de turistas, pero no queremos aquel que no respete el orden público, el que no es cívico y el que excluye a otros viajeros». La crónica de esta temporada es la de «un desmadre que no se debería consentir», afirma contundente Gordillo: «Los hoteleros y empresarios del pueblo somos los primeros que reivindicamos que esto se cambie, se hagan ordenanzas más estrictas y que se cumplan las que hay. No se debe dejar a la gente campar a sus anchas, que piense que puede venir a Sant Antoni a hacer lo que le dé la gana».

Como soluciones, propone, «sobre todo, mucha presencia policial e impedir que se haga botellón en las calles. Falta civismo», recalca. No cree que todo lo que está pasando «sea debido al cambio de horario en el West. Se cierran antes los locales, pero luego siguen con la fiesta. Si hubiera más control y orden público y se hicieran cumplir las ordenanzas, si hubiera más policías vigilando a esa gente que prosigue la fiesta en otros lugares públicos, a lo mejor esas cosas se podrían evitar».

Defiende, «en parte», las medidas adoptadas por el Ayuntamiento en esa zona: «El fondo, pero no las formas. Cerrar el West y dejar una calle abierta donde sigue la fiesta hasta las seis de la mañana no es lo correcto. Si se quieren tomar medidas para erradicar un problema, deben ser contundentes y para todos por igual. Cerrar unos a una hora y otros a otra sólo esparce el problema».

Francisco Tienda, edil del equipo de gobierno y miembro de Reinicia, tiene claro que «Sant Antoni nunca podrá cambiar si no se cambia el West. El modelo del West es el de un lugar donde puedes hacer lo que quieras, donde no hay ley. Nadie dice que no deba haber un ocio juvenil, pero no tiene por qué estar vinculado a la borrachera (...) No es cuestión de matar al West, sino de cambiarlo».

A su juicio, hay una serie de problemas que padece el pueblo, que este verano están más presentes que nunca y que tienen su origen en esa zona: «¿De dónde surge la prostitución y la venta ambulante? De un modelo turístico que aporta clientela a esos tipos de servicios. Si cambiamos el modelo, desaparecerán. ¿Por qué no hay eso en Santa Eulària? Porque no hay esa clientela».

Reacios a meterse en el West

Tienda defiende la actuación policial desarrollada hasta ahora, aunque admite que hay pocos agentes: «Hay los que hay. Se ha hecho un esfuerzo por dotar de personal específico a esa zona. Nunca se ha trabajado allí como ahora. La Policía Local tenía mucha dificultades para meterse en el West End. Eran reacios a trabajar allí. Era difícil encontrar agentes que quisieran meterse en esa parte del pueblo. Ahora hay un equipo que trabaja allí noche tras noche para mejorar la convivencia».

«Lo que está ocurriendo daña gravemente la imagen de Sant Antoni», se queja Marcos Serra, edil del PP. El descontrol de este año «se debe a que hay una evidente falta de seguridad. Es uno de los motivos por los que, continuamente, hay agentes que se marchan a trabajar a otros municipios, probablemente por el desconcierto generalizado que hay en el retén». También culpa, como Joan Pantaleoni, al cierre de los bares del West a las tres de la madrugada, debido a que «los turistas se dispersan por todo el pueblo; por eso sería necesaria más presencia policial, que ahora es prácticamente nula».

Además, carga contra el actual equipo de gobierno por «eludir responsabilidades y culpar a los empresarios, como ocurre con los temas del gas de la risa o la basura en las calles».