Júpiter es un gigante de gas en cuya superficie nadie podría aterrizar y se caracteriza por estar atravesado por grandes franjas horizontales a diferentes latitudes, que se pueden observar desde la Tierra con un telescopio mediano.

En la Ibiza rural se le llamaba gandul (vago) según recoge el libro ´Estels d´Eivissa´ de la Agrupació Astronòmica d´Eivissa. Quizás la gente del campo consideraba que por su elevado brillo debería desplazarse más rápido por el cielo. Pero esta fama de gandul queda compensada por los beneficios que, sin que muchos lo sepan, reporta al planeta Tierra. Debido a su tamaño y a su influencia gravitatoria, Júpiter actúa como escudo protector de los planetas interiores y rocosos del Sistema Solar (Mercurio, Venus, Tierra y Marte), frente a impactos de asteroides potencialmente peligrosos y de cometas. En 1994, el cometa Shoemaker-Levy 9 se sumergió en su atmósfera gaseosa, dejando espectaculares huellas en su superficie.

Muchos objetos (asteroides, principalmente) son atrapados por su poderosa atracción gravitatoria y acaban desintegrándose en su atmósfera. Muchas de las lunas que tiene el planeta (79 en total, ver noticia inferior) son asteroides que en su día quedaron capturados por su gravedad y desde entonces permanecen orbitando al gigante gaseoso.

Todo en Júpiter es grandioso, su masa equivale a 318 veces la de nuestro planeta y harían falta más de mil tierras para llenar su volumen. Hasta su Gran Mancha Roja, convertida en imagen icónica del planeta, es un enorme anticiclón, visible ya en el siglo XVII con los primeros telescopios, y que tiene un diámetro superior al de la Tierra.

Júpiter gira muy rápido sobre su eje, hasta el punto de que su día dura menos de diez horas. Por ese motivo, ya con un telescopio pequeño se ve que el planeta no es completamente redondo, sino achatado. Al ser gaseoso y no sólido, su rápida rotación deforma su esfera. En cambio, el período orbital alrededor del Sol dura 4.332 días, es decir, casi doce años terrestres.

La atmósfera de Júpiter está formada mayoritariamente por hidrógeno y helio (composición similar a la de una estrella) con nubes compuestas por amoníaco, azufre y agua. El hidrógeno del núcleo de Júpiter está sometido a tanta presión que se comporta más como un metal conductor que como un gas y así crea el campo magnético más fuerte de todos los planetas. Se supone que Júpiter posee un núcleo rocoso, y esa es una de las cosas que está investigando ahora la sonda Juno de la NASA.

Juno, que llegó a la órbita de Júpiter en 2016 después de cinco años de viaje y llegando a alcanzar velocidades de hasta 220.000 kilómetros por hora, puede desvelar muchas dudas. Las imágenes obtenidas por la cámara/telescopio JunoCam ofrecen una gran variedad cromática capaces de deleitar a los aficionados del arte abstracto.

En estas imágenes se observan fuertes corrientes que dividen la cubierta nubosa del planeta en bandas de distinto color. Estas corrientes ocasionan relámpagos y vientos de hasta 500 Km/h. Júpiter está plagado de nubes brillantes en forma de remolinos y vórtices en continuo movimiento. De hecho, el aspecto de la atmósfera joviana cambia de un año para otro y de mes en mes, mostrando su increíble dinamismo.