Calles desérticas e «importantes» caídas en las ventas. Así definen algunos de los comerciantes de la Marina el comienzo de la nueva temporada 2018 que parece no mejorar. Esto se debe, según opinan los trabajadores, a los «abusivos» precios, tanto del sector inmobiliario como del sector de la restauración, y a la falta de aparcamiento en la zona. Pero, sobre todo, coinciden en que uno de los principales problemas es que Ibiza, con cada año que pasa, dá más la espalda «a la clase media» y se centra en un público de un alto poder adquisitivo. «Esta temporada no hay una clase media normal que viene con sus hijos a pasar un tiempo. No, es gente o con muchísimo dinero que se queda en sus residencias habituales y ya no sale, o es un turismo con la pulserita de todo incluido que tampoco sale. Además, el resto del año los precios se mantienen igual de altos y eso afecta muchísimo a los trabajadores y residentes de la isla», explica Chari Pérez, empleada de la tienda Angel's Shop del puerto de Ibiza.

Las ventas en junio han descendido un 30% con respecto al mes de mayo y algunos, con lo que han podido ver en esta primera semana de julio, prevén que sus negocios incluso pueden llegar a bajar un 40%. «Si esto sigue así, a la larga, el que tenga ahorros aguantará con pérdidas y el que no tendrá que dejarlo», comenta Ramona Arroyo, propietaria de la tienda Funky Fish.

Por otro lado, los alquileres de los locales no ayudan a que los comerciantes de la Marina puedan mantener sus negocios a flote. «En invierno no podemos seguir pagando estos precios de alquiler por los locales, en los que 5.000 euros es lo más económico, porque si no sacamos beneficio en verano cuando llegue la temporada de invierno no podremos sobrevivir. Encima, a los cuatro negocios que nos mantenemos abiertos todo el año nos cobran más que a los que deciden cerrar», denuncia Elena Pomar, propietaria de la Joyería Pomar.

Asimismo, el sector de la restauración añade otro obstáculo con la subida de los precios en sus establecimientos. «No me extraña que el puerto de Ibizase quede desértico. Sales un domingo con tu familia a comer (cinco personas) y te sale por 200? mínimo. Añade esto a que llenar la nevera me cuesta otros 250 euros mientras que a mi sobrina le cuesta una media de 90? en la Península. Y encima ya no puedo comprarme ni un bocadillo para merendar durante mi jornada porque uno pequeño con un poco de jamón serrano me puede costar 8 euros. Es una vergüenza», explica Maria José Nicolás, empleada de la tienda Angel's Shop.

Según los trabajadores, los precios ya no son los únicos que hacen que los turistas eviten tomarse un refresco en la Marina, sino que la profesionalidad y la calidad «brillan por su ausencia». «Si quieres ir al puerto a tomar algo no puedes, porque te cobran una barbaridad. Pero lo peor de todo es que, en Ibiza, suben los precios pero la profesionalidad y la calidad no. Vas a un restaurante y te sirven sin ganas. Les pides un refresco y te lo traen a malas. He pagado 3,50? por una cola y no pido que me bailen unas sevillanas, pero deberían servir a los clientes con algo de simpatía, con una atención al menos, que se les note las ganas de trabajar porque eso es lo que falta» relata indignada Mariló, propietaria de la tienda Sombrerería Bonet.

De mal en peor

Ibiza está desde hace tiempo en las primeras posiciones del ranking de los municipios de España con los precios más elevados en los alquileres y esto ha hecho que los turistas hayan empezado a replantearse el destino de sus vacaciones y a decantarse por otros lugares más baratos. Los trabajadores ven normal está decisión. «Puedes irte un fin de semana a cualquier otro sitio y te cobrarán la mitad de lo que te cobrarían aquí. Esto ya se ha vuelto algo de súper lujo», argumenta Mariló.

Está situación ha llevado a que las terrazas se mantengan cerradas durante el día para evitar tener más pérdidas y a que los trabajadores de la Marina se pasen jornadas entre bostezos y miradas de reojo hacia la pantalla del móvil, deseando que entre algún cliente. «Un viernes a las doce del mediodía siempre ha sido la mejor hora y es cuando venían muchas familias (que en este negocio suelen ser holandesas), pero este año no viene nadie y ni siquiera vemos gente por la calle paseando. Por no haber, no hay ni los típicos turistas que intentan regatear», narra I. Shavit, empleado de Funky Fish. «Es una mezcla, añade, entre la reforma que se ha hecho, el tráfico, la dificultad que hay para llegar al puerto y aparcar, el tipo de turismo...Y, sobre todo, que la competencia es desleal: nosotros ofrecemos muchos productos que se venden en la calle de manera ambulante y, como no pagan ni alquiler ni impuestos, ellos lo ofrecen todo a mitad de precio, por lo que nos vemos más afectados», concluye Shavit, indignado.

Otros problemas

Algunos trabajadores también apelan a la mala movilidad tras las últimas obras que se han realizado en el puerto de Ibiza. «Uno de los principales problemas es que han quitado aparcamiento. La gente no lo ve fácil para venir y deja de intentarlo. Han hecho muchas calles peatonales pero no han pensado en la movilidad de la gente que necesita venir con un vehículo. No puedes pedirle a los turistas que aparquen en es Gorg», denuncia Vicente Torres, encargado del restaurante Porto Salé. Otros incluso han tenido que recurrir a medidas extremas. «He tenido que vender mi coche porque no tengo donde aparcarlo cuando vengo a trabajar », explica Arroyo.

Además, todas las obras sin terminar, tanto en la zona de la Marina como en la ciudad de Ibiza, añaden más tensión a la situación. «Empiezan una obra y, como se les ha hecho tarde, la dejan parada durante el verano después de haber tenido todo el invierno para hacerla. Quieren hacer que Ibiza aparente ser un lugar lujoso y en cambio crean una mala imagen de la isla», comenta Vicente Torres.

Los comerciantes han advertido que, como la isla siga con este descontrol de precios y de proyectos inacabados (o acabados pero deprisa y corriendo) Vila se quedará desierta, tanto de turistas como de residentes. «Le tenemos mucho cariño a la isla pero una vez que sales a la Península y compruebas que no abusan de los precios y te ofrecen más variedad, te replanteas si quieres seguir viviendo en Ibiza», concluye Nicolás con una mueca de tristeza.