El Govern estudia la fórmula para obligar a los hoteles a cobrar aparte el alcohol en el régimen de todo incluido, frenando así el consumo en algunas ocasiones masivo que se produce en los establecimientos que ofrecen este servicio. El compromiso del Ejecutivo para regular esta modalidad, muy criticada por otros actores turísticos como la oferta complementaria, «se mantiene firme», según el director general Antoni Sansó, quien confirmó que no se plantea prohibir, «porque no se puede, sino regularlo. Más que limitaciones de consumos o horarias, planteamos que dentro de la modalidad no entre el alcohol. Pero no es tan fácil», admitió. Se trata de modular el consumo de bebidas espirituosas, para lo que el Govern quiere ampararse en la misma fórmula que se usa para los paquetes de media pensión y pensión completa «en los que te cobran el alcohol aparte», en palabras del director general.

El lamento generalizado de la oferta complementaria, que lleva décadas denunciando cómo el todo incluido retiene al turista en el hotel y le reduce enormemente las necesidades de acudir a un bar o a un supermercado, había conseguido formalizar un compromiso por parte del Pacte de poner ciertos límites a esta modalidad. «Dentro del todo incluido exigiremos alguna cosa más a nivel de medio ambiente, algo más para ir más allá en el tema del alcohol y exigiremos algo más en el tema de calidad. No está cerrado, sino que lo estamos discutiendo con los consells insulares, ya que la mayoría tiene ordenación turística y Mallorca pronto la tendrá, por lo que no hemos querido imponer una cosa sin su opinión», asegura Sansó.

Aunque el todo incluido llegó a superar el 22% del total de la oferta hotelera de las islas, según varias asociaciones hoteleras, el porcentaje hoy es inferior. En todo caso, los datos oficiales son los del registro de hoteles que cuentan con esta modalidad, en el que figuran a día de hoy 270 inscritos, 30 más que en 2017.

Salir del hotel con bebidas

Esta fórmula nació en los destinos del Caribe que desarrollaron con fuerza los hoteleros baleares. El motivo, la ausencia de oferta complementaria en algunas extensiones aisladas de costa. Pero los operadores turísticos pronto descubrieron que era una fórmula que gustaba a muchos de sus clientes y 'la pulserita' acabó implantándose en destinos consolidados.

Desde entonces, bares, restaurantes, supermercados y otros negocios han pedido algún tipo de regulación para acabar con las piscinas con música y clientes con vasos en la mano todo el día. Y no sólo eso. Como denunciaba la asociación Acotur esta misma semana «muchos clientes salen de los hoteles con comida y bebida, algo que prohíbe totalmente la ley turística».

Unos vasos y platos, por cierto, que son de plástico de un solo uso en la mayoría de establecimientos, provocando toneladas de residuos. «En el tema ambiental también queremos introducir algún tipo de requisito», apunta Antoni Sansó, quien anuncia para agosto una primera versión del proyecto de ley.