A unos turistas holandeses les sorprendió sobremanera que la familia propietaria del Hotel Ses Figueres consiguiera reunir una clientela tan numerosa el viernes 29 de junio, cuando celebraban el 60 aniversario de su fundación. «Me preguntaron cómo era posible que implicáramos a tanta gente para una fiesta en la que pensaban que sólo iba a participar nuestra familia», recuerda Pep Planells Marí. «Les expliqué que, además de hospedarse en el hotel, los huéspedes también son nuestros amigos. Se quedaron con los ojos chispeantes».

«El mes de junio es el más demandado por nuestros clientes habituales, la mitad de ellos viene durante ese mes, pero esta vez muchos han cambiado las fechas en las que solían pasar sus vacaciones para hacerlas coincidir con el aniversario», detalla Natalia Marí Brown, prima de Pep y directora del hotel desde hace nueve temporadas, cuando tomó el relevo de su padre, Mariano Marí Boned, tras su jubilación.

Mariano Marí, Natalia Marí y Pep Escandell, parte de la familia del Hotel Ses Figueres. Foto: Zowy Voeten

Ses Figueres ahora cuenta con 39 habitaciones repartidas en tres plantas, pero cuando abrió puertas en 1958, la oferta se limitaba a cuatro dobles. En octubre de 1957, Mariano Marí, que contaba con 17 años, ya empezó a trabajar en ses Figueres porque no había camino y tenían que habilitar algún acceso para que pudieran llegar los carros con piedra, grava y el resto de materiales con los que construirían el edificio. «Aquí no había absolutamente nada, podías estar horas sin ver a nadie pasar y tuvimos que comprar un grupo electrógeno para la luz, porque tardamos diez años en recibir corriente eléctrica», rememora.

«Sólo había una casa en ses Figueres, Can Pujolet, aquí al lado, que tenía una cuadra con un caballo», añade su sobrino Pep. Sí que existía ya el antiguo y pequeño hostal Talamanca desde 1934, pero los campos de ses Figueres todavía quedaban aislados de esa parte de la bahía.

Mariano, su hija Natalia y Pep repasan en la cafetería del hotel los 60 años de historia que emprendieron unos pioneros en los albores del turismo y valoran que no se haya alterado la esencia de esos días, manteniéndose en manos de la misma familia. Los impulsores fueron Vicent Marí Ferragut y su yerno Vicent Planells Riera. El primero era el padre de Mariano Marí y el segundo el de Pep Planells, así que éste último es nieto de uno de los fundadores e hijo del otro.

La infancia de Pep, que nació en 1952, coincide con los primeros pasos del hotel. «Tengo la imagen de mi padre y mi tío subiendo el agua con cubos por la pared y llenando el depósito del tejado para que se pudieran duchar los clientes». Mariano ríe al escuchar esa anécdota y también recuerda vivamente el esfuerzo que suponía cargar con ellos.

18 de julio

18 de julioEl vecino hotel Simbad no se construyó hasta diez años después y entonces todo ese tramo junto a la costa estaba ocupado por hileras de los árboles que dan nombre al barrio. «La gente de Vila pasaba la fiesta del 18 de julio comiendo en familia bajo una de esas higueras, que eran muy grandes, y venían a dormir algún día antes para hacer guardia y reservarse el sitio». «Por la noche oíamos los ucs de la gente divirtiéndose, mientras yo y el padre de Pep llenábamos y subíamos cubos». «A las once de la mañana del día siguiente, el depósito volvía a estar vacio».

Mariano se ríe ahora de esta anécdota, pero su gesto cambia cuando recuerda la dureza que suponía trabajar para sacar adelante un hotel en esa época en la que ses Figueres todavía no era un barrio. El término municipal de Vila sólo llegaba hasta la rotonda de los podencos y su establecimiento pertenecía al de Santa Eulària.

Mariano Marí, en medio vestido de negro, junto a otros trabajadores de la época. Foto: DI

«El camino de ses Feixes era sólo para carros, estaba en muy mal estado y era intransitable para un coche cuando había mal tiempo». Hasta el punto de que la celebración de una boda que se había oficiado en Vila tuvo que superar el siguiente recorrido para llegar al salón del banquete: «Por el camino del Prat de ses Monges no podían pasar ni coches ni taxis ni tampoco por el de Jesús, así que tuvieron que ir de Vila a Santa Eulària y bajar por Cala Llonga hasta llegar aquí», rememora Pep, que entonces era un crío de ocho años.

A pesar de las dificultades de acceso, el restaurante se empezó a popularizas entre los vileros «por las paellas que preparaba Pepa Raspalls, que era una señor mayor que cocinaba unos arroces buenísimos».

De hecho, todavía en sus primeros años de historia, fue el establecimiento elegido para festejar el cambio de distribución territorial entre Vila y Santa Eulària que organizaron de manera conjunta ámbos ayuntamientos y por el que, al cabo de unos años de desarrollismo, ses Figueres pasó a ser un barrio más de la ciudad.

Incluso en invierno, cuando cerraba el hotel, también contaban con unos comensales fijos. «En el chalet que le llamamos Es Retall vivía un matrimonio sueco que venían cada día y comían lo mismo que teníamos para la familia, aunque, si algún plato no les gustaba, se lo cambiábamos», rememora Mariano.

Las trabas para garantizar el abastecimiento de víveres al hotel fueron otra de las complicaciones con las que tuvo que lidiar la familia. «Ahora con los ´preventistas´ es muy fácil, pero antes no te traían nada», señala Mariano. Su sobrino todavía se ríe al recordar el estado en que llegaba el hielo, «hecho un Cristo» cuando «sólo había dos fábricas de hielo en Eivissa y lo transportaban en un carro a caballo».

«Al cabo de un año, mi tío se compró una Gucci 49 roja». «Es verdad», añade Mariano, «le pusimos un carrito en la parte de atrás para poder cargar el material y yo iba a buscarlo todo con la moto».

Las mercancías, en ciclomotor

Las mercancías, en ciclomotorLas carencias en el transporte de la época también implicaba una buena previsión para garantizar que los clientes pudieran regresar a casa. Así que todos los hoteles trataban de contar «con un taxista de confianza» al que avisaban cuando era necesario y no por radiotaxi. «El día antes de partir, los clientes ya nos recordaban que necesitarían el taxi y nos tocaba pillar la bici e ir hasta la parada de Vila a ver si encontrábamos el chófer o esperar a que llegara para avisarle de que viniera a la mañana siguiente.

De igual manera, Mariano Marí todavía se sorprende cuando compara las facilidades que ha supuesto internet para la gestión de las reservas en comparación con las décadas pasadas, cuando recibían cartas del extranjero solicitando una habitación donde pasar las vacaciones. De hecho, a principios de temporada se encontraron con una sorpresa que ahora guardan a buen recaudo: un matrimonio alemán, los señores Knief, volvieron al hotel Ses Figueres 57 años después con la factura original de los gastos de sus vacaciones de una semana, que ascendieron a 1.540 pesetas, y el correo mecanografiado que rubricó el 12 de junio Vicente Planells.

«Distinguido Sr. He recibido su letra del 1 del corriente y, enterado de su contenido, le participo que en la fecha que vd. indica, aún hay libre dos habitaciones [...]. El precio de la pensión es de 110 pts. esto va todo comprendido con servicio y vino, o sea todo completo», reza la misiva. También repetirán estancia en el hotel a finales de agosto el señor y la señora Bonte, aunque ellos sólo hace tres años que no ven a la familia del Ses Figueres. «Tienen 84 y 85 años y serán ya 53 vacaciones que pasan aquí», destaca Natalia. «Cuando cumplieron 50 años viniendo a Ibiza, el Consell les rindió un homenaje.

Los Bonte son franceses, al igual que la mayoría de visitantes con los que Eivissa despuntó como destino turístico a finales de los 50 y los 60. «Luego en los 70 empezaron a venir los ingleses de manera masiva y poco después los alemanes», detalla Mariano. Cuando el mercado británico era todavía incipiente, un día del verano del 66 llegó al hotel un autobús del que bajaron dos primas de Londres. Mariano se ofreció para ayudarlas «y allí estaba Cupido», bromea Natalia. Una de las jóvenes turistas era Patricia Brown. «Ya llevan 52 años juntos y viven a 50 metros de aquí», señala. «Me he criado aquí, nuestros veranos siempre han sido en esta playa y hemos visto cómo ha ido creciendo y evolucionando el barrio a partir de los cuatro chalets que había cuando era pequeña», añade.

Ses Figueres también se convirtió en lugar de veraneo de unas pocas familias de Vila que levantaron allí su segunda residencia. «Un grupo de cinco personas y nuestra familia fueron quienes se encargaron de traer el suministro eléctrico y, ya en los años 70, el teléfono y el asfaltado de las calles», indica Pep. Ahora ses Figueres es un barrio más de Vila en el que se conserva el hotel del mismo nombre que nació en el municipio de Santa Eulària.

«La mayor satisfacción que podemos tener es que el negocio perdure en la familia, que seguimos unidos todos en buena sintonía después de haber recibido ofertas, porque ahora mismo, con el boom que hay en Eivissa, todo el mundo vende y se ofrecen unas cantidades escandalosas», apunta Natalia. «El Hotel Victoria y el Playa Real se vendieron, ahora son de lujo los dos y los clientes que vuelven cada año siempre nos preguntan ´¿no tenéis intención de vender, verdad?´». «Ellos quieren que esto siga igual y nosotros también», sentencia la directora y nieta del fundador.