«¿Me podría decir dónde está el mercadillo?». Esa pregunta la formularon ayer unos cuantos turistas de visita en Sant Joan. Su idea era pasearse entre los puestos de artesanía y productos agroecológicos que se colocan todos los domingos en el centro de la localidad, pero ayer no encontraron ninguno. El motivo lo explicó el alcalde del municipio, Antoni Marí Carraca: el Ayuntamiento había preferido suspender el mercadillo excepcionalmente para «no masificar el pueblo» y evitar aglomeraciones de gente y vehículos en el día grande de Sant Joan. «Nos reunimos para discutir el asunto, y hubo opiniones para todos los gustos, pero al final decidimos que mercadillo y procesión eran incompatibles, queremos que la gente del pueblo disfrute del día de su patrón», aclaró el primer edil.

Emma y Lois, dos jóvenes británicas que están en Sant Antoni «haciendo la temporada», se quedaron ayer con ganas de mercadillo, pero su viaje no fue en balde. Disfrutaron de lo lindo de una celebración con mucha solera, en la que no faltaron ninguno de los ingredientes básicos de las fiestas patronales pitiusas: misa, procesión, ball pagès, orelletes y bunyols. «La iglesia es preciosa», afirmaron al unísono mientras observaban a través de las puertas acristaladas el interior del templo, que ya estaba lleno hasta los topes media hora antes de empezar la ceremonia religiosa, que presidió el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura.

Más blanca que nunca

La iglesia lucía ayer de blanco radiante gracias al remozado que se ha llevado a cabo hace unas semanas en la fachada, en el campanario y en el interior del edificio a iniciativa de los obreros de la parroquia. «La bóveda del templo está totalmente pintada, algo que no se había visto en muchos años», explicó durante la misa el párroco de Sant Joan, Vicent Tur. De hecho nadie de los allí presentes, tampoco el alcalde, recordaba que se hubiera hecho una intervención tan completa, sólo «se habían pintado trozos de la bóveda».

El oficio religioso, que se prolongó durante una hora, contó como otros años con los coros de Sant Vicent, Sant Llorenç y Sant Joan acompañados por la violinista Laura Boned y el organista Toni Estarelles. Entre los temas religiosos que interpretaron destacó el 'Himno a Sant Joan' con el que se dio por terminada la misa y del que es autor el párroco Vicent Tur.

En el exterior del templo aguardaban ya decenas de personas intentando resguardarse del sol como podían. Entre el público que esperaba estaba Rosa Casanovas, que reside en Santa Eulària unos meses al año junto a su marido, Joaquín Schneider. «Cada año venimos a ver la fiesta, nos gusta mucho. El primer pueblo que conocimos cuando visitamos Ibiza por primera vez, hace 70 años, fue Sant Joan», afirmó esta barcelonesa de 92 años que asegura que el pueblo en este tiempo ha cambiado mucho para bien. «Está más bonito y hay más vida que antes», aseguró.

Algunos visitantes aprovecharon la espera para visitar exposiciones, entre ellas, la de portadas históricas de Diario de Ibiza, en en el antiguo ayuntamiento de Sant Joan. También acudió público al centro cultural de Sant Joan, que albergaba una muestra de acuarelas de Raúl Eiriz y de fotografías de Rika y otra, en una sala anexa, de trajes típicos ibicencos.

Tras la misa y la procesión religiosa, la Colla de Labritja ofreció una demostración de ball pagès en la plaza de la iglesia, donde departían amigablemente autoridades y representantes de partidos políticos.

El primer edil, Toni Marí, contento con la buena acogida de la celebración, hizo también balance de la fiesta de la noche previa, que terminó a las 4.30 de la madrugada, y reveló uno de los deseos que hubiera pedido en la Nit Sant Joan: que la nueva depuradora de Portinatx la haga y la gestione el Govern.