«La plaza es mía, la plaza es mía»(Nicola di Pinto, el loco del pueblo, en la película ´Cinema Paradiso´ de Giuseppe Tornatore, 1988)

El anciano se aposta en un banco, bajo una tipuana que ha sobrevivido a la tala. La Plaça del Parc está recién remodelada y aún se encuentra desnuda de vegetación, pero volverá a medrar y a proporcionar buena sombra. Sus manos se apoyan en el cayado y la barbilla sobre estas. Se fija en la tierra compacta, color albero, que se ha utilizado para el suelo. Le agrada. Aunque sin charcos ni guijarros, se parece a aquella superficie sobre la que marcaban goles por escuadras imaginarias con un balón relleno de trapos. Los partidos de fútbol de la infancia se dirimían junto a s´Amarrador, donde los payeses que bajaban al médico o a vender huevos y verduras dejaban el carro y el caballo.

Hace meses que no arrastra hasta tan lejos sus maltrechas rodillas, pero las piernas le han traído y él se ha dejado llevar. Culpa de esa nostálgica película italiana que siempre le arranca alguna lágrima. Él disimula para que Catalina que no se las vea, sobre todo en la escena final de los besos censurados. Podría contemplarla mil veces porque siempre le traslada a la niñez, cuando todos los chavales de la ciudad se juntaban en la plaza, que se transformaba en un paraíso con ambiente de gallinero.

Al contrario que en la película, allí nunca hubo un Alfredo que proyectara cine en blanco y negro sobre el edificio que en 1916 erigieron los hermanos Tur i Palau, con fachada también en Vara de Rey, cuyo bajo hoy alberga una sucesión de bares con terraza. Aunque, dada la cercanía del Teatro Pereira, podría haber ocurrido.

Hoy, con toda la extensión de ciudad que hay desde el banco donde otea hasta el puerto, le parece inconcebible que en tiempos púnicos el agua de la orilla prácticamente le hubiese mojado los pies. Con el paso de los siglos acabó formando parte de s´Hort des Taronget, un extenso campo de cultivo que se extendía por el Pla de Vila.

Resulta extraño, cavila, que ni en esta plaza ni en Vara de Rey haya una iglesia. Aunque en el Parque faltó el canto de un duro. En 1920 el Ayuntamiento y el Obispado casi pactan para realizar una permuta y trasladar aquí la iglesia de Sant Elm. De milagro, el obispo no se llevó el gato al agua y los escolares pudieron seguir emulando a los astros del balompié hasta la adolescencia, cuando el Ayuntamiento por fin decidió construir el primer parque de la ciudad. Se inauguró en 1946, en tiempos en que el farmacéutico Puget Riquer ocupaba la alcaldía. Contaba con dos estanques con figuras y fuentes, una estatua central sobre pedestal, bancos, farolas y jardineras con plantas ornamentales y árboles tupidos. Los feriantes lo ocupaban en fiestas y hasta se instaló un mercado provisional de verduras y la estación de autobuses.

Un primor al que iba toda Ibiza pero que, lamentablemente, se marchitó en pocos años. Los estanques quedaron cegados, las esculturas rotas y la vegetación descuidada, así que en 1964 el alcalde Tur de Montis cedió a las necesidades del progreso y convirtió el primer parque de Vila en un aparcamiento que contribuiría a acomodar el creciente parque automovilístico. El Parque se llenó de coches y ya solo faltó el loco del barrio, que, desesperado, tratara de echar de su esplendoroso cuadrilátero a los forasteros al grito de «la plaza es mía».

Luego llegaron los setenta y los ochenta, y con ellos el apogeo de la heroína. La Plaza del Parque, junto con sa Penya, derivó en un paisaje de marginalidad que se mantuvo hasta que, en la década de los noventa, la plaza volvió a ser parque.

Tres niños irrumpen en los pensamientos del anciano a grito pelado. Juegan al fútbol con dos montículos de chaquetas marcando la portería. Mientras discuten acaloradamente si ha entrado o ha ido fuera, él se descubre a sí mismo sonriendo. A veces, como apunta una de las muchas lecciones que contiene ´Cinema Paradiso´, tiene que pasar una vida para que las cosas vuelvan a ser como antes.

Un nuevo espacio animado de Vila

La tercera gran reforma de la Plaça del Parc se realizó en 1993, para renunciar a su condición de parking y recuperar el estatus de parque. Se plantaron árboles, volvieron los bancos y las farolas y abrieron las primeras terrazas, componiendo uno de los escenarios más animados de la ciudad durante todo el año. En 2017 fue nuevamente renovada por completo, conservando este mismo espíritu y expandiéndose hasta el mismo pie de las murallas, multiplicando su superficie.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza.