Al igual que estaría el muñeco Rockeffeller si de repente se quedara sin un José Luis Moreno que le diera vida, así también el alcalde de Ibiza, Rafa Ruiz, apareció en el pleno de ayer notablemente entristecido y cariacontecido sin el Alfonso Molina que hasta ahora ha venido guiando sus pasos. El ventrílocuo oficial del Ayuntamiento de Ibiza se marcha y deja huérfanos de soplo vital a su conjunto de títeres favorito.

Entre la espesa polvareda que dejó el intenso cañoneo disparado por Virginia Marí contra la flota socialista (y su bote auxiliar de Guanyem), fue posible divisar a un alcalde que aparentaba imperturbabilidad en medio del desastre. Falsa impresión. En realidad era un figurante, al menos según la impresión del concejal de Epic, Antonio Villalonga, quien le reclamaba: «¡Demuestre que no es usted un decorado de cartón-piedra, como muchos pensamos!».

Rafa Ruiz trataba de mantener el tipo y el tupé en su lugar durante el pleno mientras en su mente aún resonaba el lema con el que su concejala Elena López ha sembrado de pitorreo las redes sociales: «¡Han ganado los malos!», en alusión a la dimisión de Molina.

Ruiz, en medio del naufragio, lanzó un mensaje de fe y esperanza a los suyos: «El PSOE de Vila ha sobrevivido a todos los montajes del PP. Sobrevivimos a Eivissa Centre, al caso Park Control, al caso de la Iglesia Evangelista y sobreviviremos también a Eivissa Crea», según la detallada relación de casos de los cuales se ha librado hasta ahora su partido.

«Aquí huele a chorizo», afirmó poco después de manera irónica un concejal del PP, tal vez por el aroma a carne asada que despedía el puesto de la Feria Medieval situado a la salida de Can Botino.

El alcalde, ya desesperado y como pidiendo el cese del fuego que lo acribillaba, se dirigió al PP: «Molina ya ha dimitido. ¿Qué más quieren que haga yo?». Fue lo más relevante de su discurso, puesto que el resto consistió en agotar el diccionario de los elogios para referirse a Molina.

Pero los peores obuses de la oposición impactaron sobre el recogepelotas del alcalde, Joan Ribas, al que, por este orden, llamaron «sumiso», «cómplice necesario», «ridículo» e «hipócrita», además de acusarle de tener un «código ético de quita y pon» (PP) o «de ida y vuelta», según EPIC. «Me he sentido criticado», dijo en una demostración de cuán rápido capta las indirectas. Impasible el ademán, Joan Ribas proclamó su más inquebrantable adhesión a los principios del acuerdo de gobierno con el PSOE.

En un caso de adulación de los que se recuerdan pocos precedentes, Joan Ribas afirmó que Molina ha sido «el mejor concejal» de todos los que han pasado por el área económica de Vila, como si Ribas los hubiera conocido a todos mientras estaba entregado a la mesa de mezclas, recordó Villalonga, El Amordazado (como se autodefine últimamente).

Guanyem lo dijo claro: «Sólo valoraremos lo que ha hecho Molina en su etapa de concejal en el equipo de gobierno», pues el no haber justificado una subvención de dinero público debe ser una pequeñez indigna de tenerse en cuenta. De hecho, el alcalde atribuyó el fraude detectado por el SOIB a «una interpretación y una cuestión de criterios», como también lo sería, según esa lógica, una multa de tráfico o una sanción de Hacienda, que por lo visto también son interpretables.

Terminado el pleno, los ediles progresistas reanudaron su sesión de palmaditas en la espalda por lo injusto que es el mundo.