Querido por muchos y odiado por algunos, Eric-Jan Harmsen no deja indiferente a nadie desde la altura de su larga melena pelirroja y cabeza de genio. Este holandés errante llegó a Ibiza en 1979, regresó para formar una familia y quedarse a «morir en Ibiza», la isla que le enamoró para siempre. El 8 de agosto de 1988 inauguró el café concierto Teatro Pereyra para convertirlo en su hogar musical y en el punto de encuentro de ibicencos y residentes para escuchar música en vivo de muchos quilates.

«No me preguntes por favor por nombres de artistas que han pasado por el Pereyra porque no me acuerdo de todos y no quiero quedar mal con nadie». Con esta afirmación, que refleja el ímpetu y el carácter de este holandés errante que ha cambiado el concepto de la música en vivo en la isla durante tres décadas, comienza la charla con Eric-Jan Harmsen (Laren, Holanda, 1958).

¿Qué le trajo a Ibiza?

Un amigo que tenía una mujer maravillosa y me gustaba mucho. Un día en un bar le pregunté por ella y me dijo que la había escondido en una casa payesa en una isla en España. Vine a verla con él a Ibiza en febrero de 1979, ni siquiera sabía que existía Ibiza. Entonces me encontré con un cielo azul, árboles verdes, casas blancas, días de sol en invierno, oxígeno, aire, frescura... No había todavía teléfonos y decidí morir aquí.

¿Qué hacía en Holanda?

Componía bandas sonoras de películas de dibujos animados para niños. Mi mujer era una actriz famosa, quedó embarazada y no quería salir en la prensa, así que nos refugiamos en Ibiza, me prometió estar un año sin trabajar dedicada al cuidado del niño. A los seis meses de vivir aquí compramos una casa, decidimos hacer algo y no volver a Holanda.

¿Cómo surgió la idea del café concierto Teatro Pereyra?

A mi mujer, Kes Terbruggen, le gustaba el teatro y a mí la música, así que pensamos en montar un café teatro al estilo holandés. Encontramos el cine Pereyra, que estaba abierto y funcionando como tal, con una cafetería antigua para gente local donde un café constaba 60 pesetas. Hablé con el dueño, Vicente Matutes, un hombre maravilloso y buen amigo que descansa en paz. Confió en mí, me ayudó en todo y llegamos a un acuerdo.

¿Nació con usted sentado en una esquina tocando el piano o surgió sobre la marcha?

No tenía ni idea de lo que íbamos a hacer. Yo no era pianista, ni siquiera sabía tocar, era compositor y productor como los de hoy en día. Ser pianista era otra cosa, había que estudiar seis horas al día y practicar mucho, eso no era para mí. Abrimos el bar con un quiosco, servicios, teléfono, comida y un poco de todo, y pensaba tocar el piano con algún amigo, pero sin más intención.

¿Quién le acompañó en su primera actuación en vivo?

Llamé a Thijs Van del Leer, flautista del famoso grupo holandés Focus, que entonces estaba tocando en España con Miguel Ríos y era conocido. Comenzamos a tocar juntos a su estilo, la gente se volvió loca y se acostumbraron a la música en directo. Entonces me di cuenta de que me había condenado a mí mismo a tocar música en vivo cada noche. La comida y las otras ofertas no funcionaban, sólo el directo, y ahí comenzó todo.

¿La fórmula de Teatro Pereyra surgió por demanda del público?

Si me hubiesen dicho entonces que tenía que tocar treinta años y organizar conciertos en vivo todo el año, me hubiese suicidado. Es inhumano, diabólico, nadie aguantaría esa locura.

¿Cómo se planificó el Pereyra?

El Teatro Pereyra se programó a sí mismo. Hablé con Vicente y Bernat Planells de eso. Yo tenía entonces 29 años, una mujer y tres hijos y no sabía cómo enfocarlo. Bernat Planells me ofreció un traspaso, pero me dijo: ´Esto vale oro´, y le contesté: ´Bueno, el oro también tiene un precio. Voy a hablarlo con mi mujer y vuelvo mañana´. Al día siguiente me dio una cifra de dinero mareante pero le di la mano y le comenté: ´Hecho´.

¿Cómo financió el proyecto?

No tenía ni un duro para invertir porque los derechos de autor que cobraba como compositor llegaban una vez al año y se gastaban rápido. No tenía ni idea de cómo financiarlo, pero cuando eres joven estás un poco loco y me lancé a la aventura.

¿El dinero le llegó del aire o vino del país de los tulipanes?

Era un holandés con el pelo muy largo, hippy y un poco loco, tenía la mujer más guapa del mundo y muchas ganas de hacer cosas. Entonces se me ocurrió llamar a un conocido holandés que estaba enamorado de mi mujer, llamado Freddy Heineken, propietario de la cerveza Heineken que acababa de comprar la Damm en España. Mi mujer le mandó una carta pidiéndole ayuda y financiación, como se hace en Holanda cuando montas un bar, y de repente Freddy se presenta en Ibiza con su avión privado, el staff directivo de Heineken y Damm en España y habla con los Matutes, los bancos, etcétera.

Fue como un milagro financiero caído del cielo.

Ocurrió algo increíble que he tenido negar toda mi vida. La gente pensó que era el hijo de Freddy Heineken, ya que me ayudaron a montar el negocio sin problemas, y me dieron una cantidad de dinero que no me había imaginado en mi vida y facilidades. Aún hay gente que me pregunta si soy de verdad el hijo de Freddy.

¿Y arrancó el Pereyra?

Puse el piano de mi abuela en un rincón y pensé en traer a Tete Montoliú, un pianista al que admiraba mucho porque le había visto tocar en Barcelona en La Cova del Drac. Era mi sueño particular y también una forma de atraer la buena suerte al principio. Fui a Barcelona, hablé con el dueño del local y su novia, que era la representante de Tete, y logré traerlo a Ibiza, donde no había estado nunca. No sé cómo lo hice pero sucedió. Al principio no me di cuenta de su importancia y de que era una estrella, es como si contratas ahora a Joan Manuel Serrat.

¿Y se convirtió en su maestro?

Fue muy curioso. Tete era ciego y casi sordo de un oído, pero era tan bueno que mientras tocaba escuchaba por un audífono otra música. Increíble, tocaba como Dios y me dio muy buena suerte.

Eric-Jan Harmsen sueña con morirse en Ibiza. Foto: Sergio G. Cañizares

Luego llegaron Thijs Van der Leer y otros músicos de renombre y mantuvo la música en vivo en la isla de la música disco y dance. ¿Quiso ir a contracorriente?

No, entonces no había techno y la gente quería escuchar música de verdad. Las discotecas tenían que tener músicos en nómina para poder tener un dj pinchando. Tú sabes mucho de esto porque lo has vivido. Los bares y restaurantes no tenían dj como ahora. En Holanda los bares ofrecían música en vivo dos veces por semana porque era costoso y yo aquí me vi obligado a hacerlo cada día.

Pero mantuvo el directo en la meca de la música de club.

No hay que luchar contra el techno, sino evitar la moda, porque la moda por definición es limitada en el tiempo. Hemos estado 30 años abiertos todo el año, como un local para la gente de la isla y para todo el mundo, pero sin ser modernos. No teníamos competencia, venía hasta la gente que no me puede ver personalmente.

¿Por su simpatía holandesa?

No soy siempre muy simpático, pero la gente que no me aguanta venía a tomar copas a pesar de mí. Soy antipático, pero como toco bien el piano...

¿Ha crecido como pianista y músico con el Pereyra?

Nunca me hubiera hecho pianista en la vida porque es algo que requiere de un gran esfuerzo, trabajo, constancia y autocontrol y yo no tengo la voluntad necesaria para estudiar seis horas cada día. Me hice pianista sentado en una esquina del Pereyra sin darme cuenta, tocando todos los estilos y ritmos y sin saber música.

¿Se considera autodidacta?

Soy un vago, pero pianista gracias al Pereyra.

¿Ha sido una fuente de inspiración para otros músicos?

Claro, no sabía tocar, sólo improvisar, y sobre eso he construido un estilo. No sé leer partituras y cuando algunos músicos vienen con sus partituras, les digo: ´Aquí no sabemos leer esto´, ni siquiera Tete Montoliu, Ray Charles o Stevie Wonder las podían leer. La música se hace con el oído y con el alma abierta.

¿Se ha dedicado más a crear grupos y promocionar artistas?

Exactamente. No quiero traer grupos, quiero formar grupos para que la música sea fresca, aunque toquen canciones conocidas, suenan diferente. Si pones músicos que no se conocen a tocar una canción siempre sonará diferente y más fresco porque no llevan diez años ensayando y tocando lo mismo. He visto a bandas conocidas, no te voy a decir nombres, tocar en directo y que sonaban exactamente igual que su cd, que había comprado y escuchado cien veces durante diez años. Esto no ha ocurrido nunca en el Pereyra.

¿Esperaba una despedida tan multitudinaria y entrañable?

No, porque la propiedad nos ofreció seguir más tiempo y estábamos negociándolo. Esperábamos el documento prometido para continuar, pero no llegó, de la misma forma que tampoco llegó el papelito hace diez años cuando queríamos abrir el teatro dentro. Entonces decidimos, muy a pesar nuestro, hacer un cierre sin una gran fiesta de despedida. Ocurrió lo mismo que cuando abrimos, la gente comenzó a entrar y hasta ahora. Quizá aún tengamos alguna sorpresa, porque hasta noviembre no se pueden hacer obras en la zona.

¿Una anécdota o momento excepcional para contar?

Hubo un momento inolvidable para mí. En pleno mes de agosto, con la sala a tope, nos quedamos sin luz, totalmente a oscuras y con las luces de emergencia, que ahora sé por qué hay tantas. De repente salió una chica rubia, alta, guapísima e impresionante y sin decir nada se sentó a tocar el piano. La gente hablaba y había mucho murmullo, pero ella interpretó de forma magistral la tercera parte del concierto para piano de Rachmaninov. En medio minuto se hizo un gran silencio, fue magia pura hasta que llegó de nuevo la luz eléctrica y la gente comenzó de nuevo a hablar. Ella se levantó y se fue, no la he vuelto a ver más y ni siquiera sé su nombre. Fue como un sueño.

¿Un músico que le haya tocado el alma en especial?

Rafael Garcés me ha llegado muy adentro. Es un saxofonista cubano magistral, profesor de piano y saxo del Conservatorio de Pina del Río, con el que he grabado un disco y me siento cercano a él.

¿Hasta para grabar un disco?

Al final vas a lograr que te cuente una anécdota y te dé nombres. Grabamos una versión del tema ´The Windmill of your Mind´ de Michel Legrand como Harmsen y Garcés, dos desconocidos, la subimos a Youtube sin más pretensiones y me olvidé del tema. Un año después me llegó un email de Youtube felicitándome por sobrepasar las 100.000 visitas, con comentarios de personas que iban a suicidarse y escucharon la canción y desistieron y otras cosas inverosímiles. Ahora estamos en más de 200.000.

¿Cómo ve el futuro de la música en vivo y del Pereyra?

Mi mujer es más inteligente y sabía que yo y vislumbra un futuro, pero yo no tengo futuro, sólo este momento y lo estoy disfrutando mucho. Quiero al Pereyra a muerte y me gustaría que la gente que lo lleve en un futuro tenga suerte. Haría lo que fuera por ayudar a que el Pereyra no pierda el alma y no se convierta en un lugar donde reine la música techno.

¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha pasado en el café teatro de las emociones?

Lo mejor fue el día de la apertura, y lo peor, lo viví el día del cierre.

¿Que ha significado el teatro Pereyra para usted y su familia?

Para mí es toda una vida. Sólo he tenido a mi mujer, a mis tres hijos y al Pereyra.

¿Ha creado un nuevo estilo de negocio de ocio en la isla?

No, al contrario, ha sido el master de un estilo antiguo.

¿Qué diferencias hay entre la música de ayer y la de hoy?

Ninguna. Ahora hay producciones musicales que mueven productores para hacer bailar a cinco mil personas, pero eso no es música. Eso es otro arte. Sin embargo, sigue habiendo gente que escribe canciones y eso no ha cambiado nada.

¿Cuál es su canción favorita?

El silencio que hay entre dos notas musicales.

¿Le hubiese gustado componer un gran éxito?

A todo artista le gusta que escuchen su música. Si escribes un libro o pintas un cuadro te gusta que la gente lo lea o lo vea en un museo igualmente. Sinceramente, me hubiese gustado que una de mis canciones de bandas sonoras para niños se hubiese convertido en un clásico. En una canción de verdad que quedara para siempre, no hubiese querido un número uno pasajero o que fuera sólo una moda.

¿Con que sueña Eric-Jan?

Con morirme en Ibiza.