No todos sucumben a la tentación de incrementar exponencialmente sus ganancias subiendo los precios de los locales de forma nunca vista. Persisten establecimientos tradicionales que, lejos de querer embarcarse en inciertas aventuras, piensan mantenerse fieles a su clientela.

Joan Riera de Ca n'Alfredo no duda en afirmar: «Hay cosas más importantes para mí que un alquiler mensual de 10.000 euros, como es el cariño y la estima hacia tu negocio». Y cita dos o tres establecimientos cercanos «que tampoco se quieren retirar y eso que les han hecho ofertas».

Lo mismo dice el dueño de la Armería Balanzat, otro emblemático local de Vara de Rey que precisamente este año cumple su 50 aniversario con el mismo material de siempre en estanterías y escaparate. Ramón Balanzat admite: «Me hacen ofertas cada dos por tres». Sin embargo, no tiene intención de cerrar ni de transformar el negocio. Y ello, a pesar de que admite que «cada año se nota una bajada de ventas un poquito más grande que el anterior».

Balanzat culpa de ello al cambio que experimenta el turismo, que ya no compra las cosas que se venden en su tienda en la misma medida que compraba antes. «El turismo VIP y de lujo sólo da dinero a los cuatro de siempre», señala.

Como la inmensa mayoría de consultados, admite que la peatonalización puede haber influido «un poco» en la bajada de ventas, «pero la verdad es que se exagera bastante este tema», sostiene.

«Como todo se está enfocando hacia el sector de bares y restaurantes, lo que harán es cargarse el comercio. Los bares, además, sólo abren la mitad del año y lo peor que le puede suceder a un espacio urbano es la imagen de puertas cerradas», explica.

Más antigua aún es la tienda Sombrerería Bonet, fundada en 1916 por la misma familia que aún lo explota, 102 años después. Virginia Bonet, tercera generación de la saga de sombrereros ibicencos, no da crédito a la situación: «Se piden unos precios abusivos, de locura», constata la dueña, que sin embargo también considera responsables a los propios ibicencos que piden estas fortunas por sus locales o aceptan las ofertas que les hacen. «La verdad es que este verano será un poco triste en esta zona, porque cuando la gente venga y vea que Can Vadell ha cerrado y que el Pereyra ha cerrado también, no se llevarán una buena impresión».

En contra de lo que pueda parecer para una tienda dedicada a vender un producto que ya casi no se lleva, «el negocio sirve para vivir decentemente». «No nos hará ricos, pero nos podemos mantener. Además, es algo que a mí siempre me ha gustado. Somos la única tienda especializada en este género e incluso nos compra gente del extranjero que en su ciudad no encuentra algún modelo de sombrero», afirma.