Filantropía contra la degradación del medio ambiente. Una familia holandesa ha comprometido 1,3 millones de euros en los próximos dos años para financiar proyectos encaminados a preservar el ecosistema marino de Baleares. Estos mecenas, habituales de los veranos en las islas desde hace tres décadas, han constituido la Fundación Marilles, entidad desde la que canalizarán las diferentes iniciativas, buscarán otros patrocinadores y distribuirán el dinero.

El hombre de la familia van Vliet en el archipiélago es Josep Aniol, un economista y biólogo marino catalán que puso fin a una etapa de quince años trabajando en Reino Unido para liderar este ambicioso proyecto sobre el terreno. Aniol, que se estableció en Mallorca el pasado septiembre, lleva desde 2015 trabajando en una hoja de ruta para «optimizar al máximo» cada euro. Y considera que el proyecto está suficientemente maduro para pasar de la teoría a la práctica.

«Conocí a la familia van Vliet en Reino Unido. Quieren mucho a las islas, pero están convencidos de que el medio marino está en peligro. Consideran que falta empuje y dinero para su conservación. Mi mujer y yo empezamos haciendo un estudio base para detectar los riesgos, el contexto político, quiénes son aquí los actores principales. Desde julio de 2015 nos entrevistamos con más de sesenta personas de las islas: investigadores, ONG, empresarios, representantes políticos, funcionarios y otros filántropos de fuera de las islas», explica Aniol, director de la Fundación Marilles.

Proteger el medio ambiente es compatible con generar beneficios económicos y crear puestos de trabajo. Es la filosofía que impulsa a este biólogo y economista, convencido de que conseguirá reclutar para la causa a colectivos tradicionalmente enfrentados como pescadores y ecologistas.

«Somos ambiciosos, pero también queremos ser humildes. Sabemos que con los pocos recursos que hay se está haciendo un trabajo muy bueno, pero no es suficiente y el hecho es que el medio marino está en regresión», apunta Aniol. «Hemos identificado cinco presiones sobre el mar balear: la pesca profesional, la recreativa, el sector náutico, la contaminación y la presión demográfica», analiza el director de la Fundación Marilles.

El millón de euros largo comprometido por los van Vliet debería ser solo un comienzo. Aniol trabaja para captar más aportaciones privadas de dentro y de fuera del archipiélago. «Para tener un impacto fuerte necesitamos entre tres y cinco millones de euros al año. Este dinero puede salir de muchas partes, no solo de hoteleros mallorquines. Hay otras fundaciones internacionales que ven a Baleares como un laboratorio en el que innovar probando nuevos proyectos. Estamos abiertos a aportaciones de empresarios, particulares... A la gente le gusta las cosas bien hechas; cuando vean delante un proyecto atractivo, se lanzarán», expresa el economista.

Hay tres líneas de actuación que consumirán la mitad del presupuesto: proyectos de custodia marina para reducir el impacto de la pesca profesional, incrementar la eficacia de las reservas marinas e implicar a toda la sociedad, especialmente a las generaciones jóvenes, en la conservación del medio marino.

«Queremos que la flota pesquera de Baleares sea la más sostenible del Mediterráneo», ilustra Aniol. «Y que el pescador consiga vivir bien, no solo sobrevivir. Financiaremos un proyecto piloto con una cofradía que asuma una serie de medidas para reducir su impacto sobre el medio marino, sin poner en peligro la viabilidad económica de su actividad. Por ejemplo, las jaulas para pescar langosta. La legislación les permite tenerlas 48 horas en el fondo del mar; que prueben teniéndolas 24 horas. El impacto económico para el pescador no sería tan grande, pero la mejora para el medio sería notable. También hay que acordar unas normas de conducta para minimizar la cantidad de pescado que no pasa por la Lonja. La venta ilegal de pescado es una lacra», destaca.

Otras aportaciones económicas de Marilles se destinarán a organizar talleres en educación marina para los más jóvenes, financiar estudios sobre contaminación y dar instrumentos a ONG para que «salgan de la rueda del hámster». «Tienen buenas ideas, pero a veces no saben o no pueden optimizarlas», indica Aniol.