«Si nos conformamos con este modelo turístico, morimos», advirtió ayer Neus Escandell, profesora de la Escuela de Turismo de Ibiza e historiadora, durante la mesa redonda con la que concluyó la I Jornada de Turismo Sostenible de la isla, organizada por el Consell. A su juicio, incluso el denostado modelo de sol y playa «podría ser sostenible» si desde las instituciones públicas no se permitieran ciertas prácticas. Si no se frena en seco el desmesurado crecimiento, hasta el turismo cultural «puede llegar a ser insostenible», advirtió, como ya sucede en muchas capitales europeas que están a punto de sucumbir por la masificación que padecen sus calles.

Escandell considera inaceptable que «toda la isla, incluido el mar,» se haya convertido en una inmensa discoteca. Cree que ese descontrol «no solo pone en peligro la convivencia: atenta contra el mismo turismo». «¿Quién se acuerda de Marbella, o de la Costa Azul? La caída tras alcanzar el cielo es muy rápida», advirtió. Nos creemos, aseguró Escandell, que «Ibiza es el ombligo del mundo, cuando hay sitios que nos dan 50 vueltas por su patrimonio o playas».

Josep Capellà, experto en gestión turística, desgranó cómo l'Estartit (Girona), un destino maduro, apostó hace tres décadas por la sostenibilidad de su principal industria . Capellà recalcó que «la regeneración de un núcleo turístico necesita una estrategia a largo plazo; no se puede cambiar el modelo en solo cinco años». La Administración debe ser la que lidere el proceso y «cree el marco regulador», pero la iniciativa privada es la que ha de impulsarlo», añadió Jorge Vallina, director de Turismo de Formagrupo. El director insular de Turismo, Vicent Torres, Benet, coincidió con él y añadió que es preciso «que haya consenso» para que tenga éxito: «Los retos -dijo- nos los debemos marcar todos». Si los empresarios no secundan los planes, no hay nada que hacer.

Visión a largo plazo

Capellà precisó que en los proyectos de regeneración de los modelos turísticos encaminados a la sostenibilidad se requiere la presencia de «equipos multidisciplinares complejos», compuestos por expertos en urbanismo, ordenación del territorio, turismo, cultura.... La visión es a muy largo plazo, pero deben existir «planes de acción específicos a corto plazo» que permitan cuantificar los avances.

En el caso de l'Estartit, avanzan «poco a poco»: «Son procesos largos», avisó Capellà. Lo que ha percibido es que «el modelo se ha asentado», sobre todo porque los empresarios se han percatado de que «la protección del medio ambiente y la sostenibilidad del destino, al final dan dinero y prestigio». Al respecto puso el ejemplo del buceo: de las 1.200 inmersiones diarias que se hacían en las islas Medes en 1990 se ha pasado a 430 actualmente para proteger ese paraje. Se logró tras alcanzar un acuerdo, que no fue sencillo, con los centros de buceo.

«La hora de subirse al carro»

Para Jorge Vallina, «no hay turismo o turismo sostenible; todo el turismo debería ser ya sostenible, tanto el de sol y playa como el del ocio nocturno». En ese sentido, Ibiza, como marca consolidada, «podría servir de ejemplo si se decidiera a revertir su modelo de desarrollo». Y, en el fondo, más vale que lo haga cuanto antes, porque «ha llegado la hora de subirse al carro», alertó Josep Capellà: «Turoperadores como TUI, cadenas de hoteles como Melià o Accord, plataformas web como Booking, ya identifican los destinos sostenibles con la calidad». Muchos pueden quedar fuera de juego si no se reconvierten.

Lo que no es sostenible, señaló Neus Escandell, es que mientras barrios como la Marina quedan desiertos desde el 1 de noviembre, algunos empresarios insistan en crear centros temáticos comerciales (para el shopping) «que siguen el modelo norteamericano» o del Golfo Pérsico.