«¿Qué versión de la leyenda te han explicado, la del cerdo o la del asno?». Lo pregunta Cati Torres, Reconada, que tampoco tiene claro qué animal fue el protagonista de la historia que le han contado toda la vida, desde bien pequeña, para explicar el origen de es Broll de Buscastell, uno de los tres principales cursos de agua dulce de la isla junto al río de Santa Eulària y el Torrent de sa Llavanera.

Torres relata que un cerdo, o un asno, según la versión, estaba hozando en el lecho del torrente cuando uno de los dos movió una piedra y bajo ella brotó el caudal de agua dulce que permitió prosperar a los agricultores de la zona. Pero como, liberada de su tapón, el agua manaba en la mitad baja del cauce, el mismo animal tapó el agujero de nuevo para que se acumulara el caudal y también «pudieran regar los de arriba». Y así, este rincón escondido de la isla se convirtió en el vergel que más o menos toda la población de la isla visita como mínimo una vez en la vida.

La última excusa para recorrer este paraje fue la caminata popular guiada convocada ayer por la Asociación de Vecinos de Forada. Lo que más sorprendió al centenar de participantes en el recorrido desde el Centre Cultural de Forada es la falta de agua en las acequias en torno a es Broll, algo inusual en estas fechas y más con las últimas lluvias registradas en la isla.

Según el conseller insular de Medio Ambiente, Miquel Vericad, que además es agente forestal en excedencia y vecino de la zona, podría haberse cortado el agua para limpiar los canalones de la red de riego, pero es que también estaban secos -más allá de la persistente rosada que mantiene húmeda la hierba en la mayor parte del cauce- los tramos del curso donde debería correr el agua por estas fechas, como en el puente que permite cambiar de margen del torrente. «La gente estaba muy preocupada. No había nadie de la comunidad de regantes, así que no sabría decir a qué se debe, pero no había ni una gota», indicó Vericad a la vuelta de la excursión.

Un ecosistema amenazado

Y es que la zona sufre una pertinaz sequía desde hace años, como el resto de la isla, que amenaza tanto este paraje como el de Rubió y Benirràs, los principales ecosistemas fontinales que se mantienen en la isla, caracterizados por las fuentes de agua dulce de corto recorrido y sin conexión. Todos están en «grave riesgo de desaparición», según el conseller y, de hecho, la cascada del de Rubió y el torrente de Porroig están catalogados como hábitats prioritarios por la UE. Con ellos se perderá la vegetación característica de estos torrentes y las adaptaciones propias a este entorno del bosque mediterráneo.

Y los primeros efectos ya están aquí. En su papel de guía experto, Vericad comentó que en es Broll se escuchó cantar por última vez hace cinco años al calàpet, la denominación local para el sapo balear. Aunque abunda en Balears, Córcega, Cerdeña e Italia, el conseller comentó que en Ibiza se da por extinguido por falta de fuentes de agua dulce donde desovar y por el uso de pesticidas y plaguicidas.

Con todo, el torrente de Buscastell alberga aún tesoros como mentas acuáticas o unos caracoles de agua dulce (Melanopsis dufouri) que no se encuentran en el resto de la isla. También se puede apreciar una especie invasiva que llegó a la isla desde Valencia denominada seder o algodoncillo, el Gomphocarpus fruticosus, que es un pariente del algodón.

Bosque sin agua

Después de comer, y antes de regresar, Vericad explicó al grupo cómo se adapta el bosque a la falta de agua. Y lo hace con estrategias como las de la sabina, cuyas hojas escamadas se retraen para retener la humedad. O plantas que funcionan al revés de lo que se supone: pierden parte de sus hojas en verano, como el enebro. Sin olvidar los almendros o las estepas, cuyas hojas caen de forma que reducen la insolación a la planta.

Vericad también habló de los repelentes que emiten algunas plantas aromáticas, y que los humanos usamos como aceites esenciales, como es el caso del romero y la lavanda. Las ovejas y cabras «los pueden mordisquear un poco, pero no les gusta», explicó.

Los vecinos de más edad compartieron con el resto usos tradicionales de las plantas como las píldoras medicinales que se hacían con el alquitrán del enebro. Eran una especie de bálsamo de fierabrás útil para casi todo, explicaron, con aplicaciones como la reducción de las hemorroides: «Pero te dejaban el regusto a alquitrán una semana». Varios pinos mostraban huellas de la extracción de teas de la corteza para elaborar el alquitrán con el que tradicionalmente se impermeabilizaban las espardenyes, así que los excursionistas visitaron los restos de un antiguo horno para explicar cómo se hacía la extracción de la resina.

El grupo llegó hasta un claro del Pla de Francolí, donde esperaban los de la asociación de vecinos con todo preparado para agasajar al centenar de participantes con vino payés, sobrasada y coques. Además, los que terminaron el recorrido de casi una hora pudieron dar cuenta de una suculenta torrada a base de chuletas de cerdo, salchichas y pollo aderezados con su picada antes de los postres. Después llegó la hora de redescubrir este paisaje desentrañando su riqueza natural y patrimonial, una experiencia a la que cada año se suman más visitantes.