La situación ha llegado a tal extremo que en estos momentos es difícil encontrar una nacra viva en los fondos marinos de Ibiza y Formentera. Buceadores de las islas empezaron a darse cuenta de que algo grave estaba sucediendo en los meses de septiembre y octubre; entonces aún se encontraban ejemplares vivos pero el número de conchas vacías ya era inusualmente elevado. Ahora, expertos de distintos lugares de España intentan encontrar una explicación a esta rápida desaparición de la especie Pinna nobilis, protegida y endémica del Mediterráneo. Y la idea de la que parten es la posibilidad de que el culpable sea un virus (Herpes) o de que lo sea una bacteria (Vibrio), aunque, según advierte la investigadora Iris Hendriks, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea), de momento está resultando muy difícil confirmar con total seguridad que es uno de estos agentes el causante de la epidemia. «Esperamos poder tener más información antes de final de año y conocer de qué patógeno se trata y cómo se dispersa la enfermedad», declara.

Los análisis se están llevando a cabo en centros de la Península (parece ser que las nacras empezaron a morir en Murcia y Almería), mientras que, en Balears, Hendriks lidera un trabajo casi a contrarreloj para recopilar todos los datos posibles sobre el fenómeno. «Parece que la mortalidad es de cerca del cien por cien en algunos sitios afectados», destaca.

Mortandad total

De hecho, buceadores pitiusos constatan que en la mayoría de los más habituales puntos de inmersión, incluyendo todos los islotes de las reservas de es Vedrà, es Vedranell y els illots de Ponent, la mortandad es prácticamente total. Sí se hallan vivos, sin embargo, los ejemplares de otra especie dentro del mismo género, Pinna rudis, mucho menos abundante que P. nobilis.

Según los datos que se van recogiendo, parece ser que tras detectarse el problema en Murcia y Almería, fueron las nacras de Ibiza y Formentera las que empezaron a caer. Tras tener conocimiento de lo que ocurría en las Pitiüses, Hendriks comprobó si sucedía lo mismo en Mallorca, concretamente en Magaluf, donde las nacras seguían vivas y no se registró una mortalidad inusual. Entonces se planteó la posibilidad de que existiera un gradiente Oeste-Este. Sin embargo, desde el centro de Menorca del Instituto Español Oceanográfico comunicaron que también en esa isla las nacras resultaban afectadas por la misteriosa enfermedad que está acabando con ellas. Y la semana pasada, Hendriks visitó las poblaciones de Pollença y comprobó que ya en esa zona el 50 por ciento de la población estaba afectada.Información de muchos sitios

Teniendo en cuenta que la mortandad es total en la mayoría de las áreas, el caso de Pollença es una anomalía que puede explicarse «porque estamos en medio del evento». Y, cuando aún quedan nacras vivas, «es muy importante tener información de muchos sitios, con observaciones de ejemplares vivos con la fecha en la que han sido observados, y con las observaciones posteriores y los datos de esas mismas nacras ya muertas». Tales datos permitirán calcular la rapidez con la que se propaga el patógeno.

En estos momentos, la investigadora, que ya ha pedido información a distintos buceadores de las islas, busca la mejor manera de crear una plataforma donde los voluntarios colaboradores puedan aportar sus datos. Una posibilidad aún no concretada es usar para ello la herramienta del portal web observadores del mar, para lo que se solicitará la colaboración del Govern balear.

A pesar de que habitualmente resulta fácil encontrar ejemplares de este gran molusco en las islas, se trata de una especie amenazada, fuertemente protegida, por lo que su recolección está prohibida. En 1999 fue incluida en la categoría de ´vulnerable´ del Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. La nacra (enclotxa en catalán) puede llegar a medir más de medio metro y vivir 20 años, es el bivalvo más grande del Mediterráneo y su conservación va íntimamente asociada a las praderas de Posidonia oceanica, el hábitat prioritario en los fondos marinos de las islas.

Si hasta ahora, la mayor amenaza, de la que los expertos llevan años advirtiendo, era la presión del anclaje sin control y la masificación, esta epidemia suma un nuevo desafio a corto plazo para la conservación de la especie.