La iglesia de Santo Domingo acogió ayer la misa de funeral por Mariano Llobet Roman, jurista, promotor turístico, secretario de Primera Categoría de Administración Local y uno de los referentes de la reciente historia de las Pitiusas, que falleció el pasado 24 de septiembre en Madrid a la edad de 88 años. Unas 400 personas asistieron a la sencilla ceremonia, presidida por un retrato de Llobet colocado junto a la urna que contenía sus cenizas.

En su memento, Lucas Ramon Torres, deán de la Catedral, recordó la figura de Llobet, «buen ibicenco, mejor persona». Fue, afirmó, «un prestigioso abogado, un gran amigo de Ibiza, para la que trabajó personalmente en los diferentes cargos que ocupó en su vida», así como «muy humano y notablemente culto». Con la mayoría de los presentes le unía «una sincera y buena amistad». Todos los que ayer le recordaron lo hicieron con una sonrisa en los labios.

Le unía esa férrea amistad con Antoni Torres Font, con quien, no obstante, tuvo algunos agarrones: «Discutíamos mucho, pero éramos muy amigos. Una vez tuvimos una enganchada de dos horas en Ebusus. Discutimos de política, de religión, de lo que ocurrió en el Castillo. Nos gritamos. Pero al día siguiente vino a verme a mi casa con un cuadro bajo el brazo de Frank El Punto. Él sabía que quería tener uno de ese autor. Valía un pastón. Mariano era así, muy generoso».

En Ebusus, donde se «lamía las heridas» con los suyos en desayunos interminables tras cada elección perdida, mantuvo durante muchos años una peculiar campaña con sus socios y amigos: «A aquel que dejaba de fumar le daba 50.000 pesetas», según Torres Font».

Nadie de Cultura

Llamó la atención que no asistiera al funeral ningún representante institucional del área de Cultura y que el único político presente fuera el conseller de Hacienda, Gonzalo Juan Ferragut, que lo hizo en representación del presidente del Consell, Vicent Torres, de viaje, y porque conoce personalmente a la familia: «Era una persona entrañable, un caballero. No puedo tener más que buenas palabras para él», dijo Juan. Ni siquiera hubo representación del Consistorio de Ibiza, donde durante un largo tiempo fue el alcalde de facto.

Sí estuvo presente Vicent Serra, anterior presidente del Consell, que recordó los «lazos y raíces profundas» que unían a Llobet con la isla y «la importancia de su perspectiva histórica». Ha sido, cree, «una gran pérdida».

Muchos rememoraron su «socarronería», incluso para aludir a padecimientos propios. María Luisa Cava de Llano, ex Defensora del Pueblo y miembro del Consejo de Estado, llegó a conocerlo bien porque durante una larga temporada coincidieron en una comida que se celebraba cada miércoles en Madrid y que reunía a los ibicencos que vivían o trabajaban en la capital: «Era un hombre interesantísimo, muy culto, extraordinario, con mucha inteligencia, picardía y sentido del humor. Yo sentía adoración por él. No paraba de contar chistes... y de piropearme». «Era un hombre muy ocurrente, con mucha chispa. Era verlo y te levantaba el ánimo», añadió el empresario Mariano Matutes.

Culto y entrañable

La exalcaldesa Marienna Sánchez-Jáuregui, el escritor Toni Roca, el abogado José María Costa, los empresarios Abel Matutes Tur y Pedro Matutes Barceló, Lluís Llobet y el relaciones públicas Carlos Martorell también acudieron, entre otros, al funeral del Convent y dieron su pésame a su viuda, Charo Galindo, y a sus hijos y familiares. Vicent Marí Tur, Botja, lamentó la pérdida «tanto de la persona como del personaje», aquel hombre «culto y entrañable» que resultaba fascinante como conversador. De la celebración de su 50 aniversario, Botja, que le invitó, recuerda, sobre todo, las divertidas anécdotas que Llobet contó sobre su estancia en Guinea Ecuatorial, cuando aún era colonia española, donde fue secretario general en el Ayuntamiento de Santa Isabel entre los años 1959 y 1963.

El actual presidente de Fomento de Turismo, Lucas Prats, también se despidió de Mariano Llobet, que precisamente presidió durante once años esa misma institución: «Era un hombre erudito, un excepcional historiador que tenía un humor especial. Era muy divertido hablar con él. Y supo disfrutar de la vida».

«El padre» de los filipinos»

Entre los asistentes había una nutrida representación de la colonia filipina: «Nosotros lo consideramos el padre de todos los filipinos. Una vez pagó una comida para 300 de nosotros», contó al respecto Arcadio Tolentino Sotto, quien fue su ayudante personal durante sus últimos días. «Gracias a él, todos pudimos venir a esta isla a trabajar», aseguró.

«Se nos va parte de la memoria de Ibiza», dijo entristecida la historiadora Neus Escandell. «A pesar de que no coincidíamos en muchas apreciaciones históricas, le respetaba. Él solía decir, con su peculiar sentido del humor, que para que la progresía de estas islas le aceptara tendría que haber matado a un cura».

«Gran dialogante»

Era, a juicio de esta historiadora, un hombre «respetuoso y estudioso». Hace una semana, Escandell le llamó (como solían hacer frecuentemente historiadores e investigadores de las Pitiusas) para consultarle unos hechos históricos: «Pero no me cogió el teléfono, no pude llegar a hablar con él por última vez», lamentó. «Era un gran dialogante, una persona que, además, siempre tenía algo agradable que decir», añadió Escandell.

«Mariano Llobet era un gran abogado y un experto en Administración local y sabía que esto de la autonomía balear no funcionaría. Era un hombre que no estaba de acuerdo para nada con el Estatut de Balears. Por eso creamos una formación política, el Partido de Eivissa y Formentera, pero la verdad es que no hicimos gran cosa», rememoró tras su muerte Nito Verdera, periodista e investigador histórico. «Fue un gran ibicenco, y además estaba dotado de una prodigiosa memoria. Era una persona que tenía amigos de todas las capas sociales, que se entendía bien con todo el mundo. Se puede decir que era un ibicenco de los de antes», añadió Verdera.