Por las carreteras de la isla circulan desde hace pocas semanas unos coches muy peculiares que están empezando a llamar la atención de turistas y residentes. Frente a ejemplos como los de los Ferrari falsos que se alquilan en la isla por puro postureo, el joven Christian Sarnelli ha apostado por un proyecto que suma amor por la conducción, reciclaje y arte: cinco coches de los noventa y principios de los 2000, acondicionados y decorados por artistas urbanos.

Un Citroën Saxo de 1998, un Volkswagen Polo de 2001, un Seat Ibiza del 99 y dos Peugeot, un 106 y un 205, del 98 y del 97 respectivamente, se han convertido en manos de los artistas Amaia Arrazola, Txemy Basualto y Lauro Samblás, del colectivo de arte urbano Baligreen de Barcelona, en obras de arte sobre ruedas que están al alcance de quien los quiera conducir. Los tres han decorado tres coches de manera individual y los otros dos combinado el arte de dos creadores sobre la misma carrocería.

Sarnelli explica que todo comenzó en 2003 cuando visitó por primera vez la isla con su Citroën Saxo. «Se convirtió en mi cómplice. Con él iba a trabajar, a bailar y, si no había donde dormir, pues dormía en el coche», relata. Se dio cuenta de que su Saxo, por poco que lo cuidara, era «más fiable y menos costoso de mantener que los vehículos de mis amigos, más modernos». «La gente se reía de mí por estar orgulloso de mi viejo Citroën Saxo», explica divertido. «Las cosas ahora se hacen para que no duren nada, ni los coches ni los eletrodomésticos...», lamenta y, frente a esa realidad, Sarnelli ha puesto en marcha el proyecto Weloveibiza Art-Car para ´resucitar´ esos automóviles condenados a acabar con su chapa en el desguace.

Arrancar una sonrisa

Así que, combinando el trabajo de los mecánicos que han puesto a punto estos turismos -«y que es pura artesanía», valora Sarnelli-, con la labor de los artistas, el resultado son cinco coches que, ante todo, son únicos. «Queremos transmitir a la gente la alegría que a nosotros nos produce este proyecto y nos encanta ver que se fotografían con los coches o que sonríen al verlos pasar», apunta.

«Creo que estos coches son muy significativos para toda una generación: son los autos que nos prestaban los padres cuando empezamos a conducir o los primeros coches que hemos tenido muchos de nosotros...», subraya.

Sarnelli ha contado en este proyecto con el apoyo de su amigo Danilo Laino y de su pareja, Eugenia Torraca, además de su padre, Enzo Sarnelli: «Él fue quien me inculcó el valor de cuidar las cosas y las posibilidades de reutilizar materiales antes que tirarlos».

El promotor va a contactar con el Consell para hallar alguna forma de colaboración que incluya fichar a artistas de la isla para las decoraciones. Al joven italiano le da «mucha pena» ver tantos coches en el desguace que podrían tener otras vidas. «En lugar de ser basura pueden convertirse en arte», concluye.