Sabemos que la música esta considerada como uno de los elementos que más placer causan y su pasado es largo, casi tanto o más que el lenguaje verbal, como han ido demostrando los hallazgos arqueológicos.

Escuchamos música desde que nacemos, incluso desde el embarazo, pues el oído se desarrolla bastante pronto en la vida del feto y durante los últimos 3 meses de gestación el bebé escuchará y reaccionará a sonidos del exterior. Podrá incluso reconocer al nacer melodías que ha escuchado durante la gestación. Además, antes de los sonidos del exterior, los sonidos y ritmos ya estarán presentes, puesto que el universo uterino tiene por naturaleza una gran riqueza sonora, como el sonido rítmico de la respiración, la digestión, o el pulso cardiaco.

La música es para el cerebro un estímulo de placer, como lo es también la comida. Estos estímulos dependen de un circuito cerebral subcortical en el sistema límbico, el cual es un sistema formado por estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. Investigaciones recientes evidencian cómo la música, que se procesa en el cerebro en ambos hemisferios, de igual modo que el lenguaje, ofrece un método de comunicación diferente y arraigado en emociones.

Por ello, la música se utiliza en el campo de la salud con el fin de mejorar, mantener o recuperar funciones cognitivas, físicas, sociales o emocionales. Para ello se emplea la musicoterapia, de manera que a través de la música se activan procesos fisiológicos y emocionales que estimularán las funciones disminuidas o deterioradas. Esto consigue importantes resultados en personas con trastornos del movimiento, dificultad en el habla por accidentes cerebrovasculares, demencias o en niños con capacidades especiales.

Ibiza se hace eco de la importancia que tiene la música y los grandes resultados de la musicoterapia. Desde la asociación La música es la llave impulsan ahora el primer Congreso de Musicoterapia en Ibiza, que tendrá lugar en Hard Rock Hotel el próximo 11 de junio. Allí se hablará de sus fundamentos científicos y de los beneficios que aporta por ejemplo a personas con alzhéimer, párkinson o niños con trastornos del espectro autista (TEA).

Gracias al componente emocional de la música, ésta interviene en los estados de ánimo y en el aprendizaje. Disfrutar de una música que nos agrada libera en el cerebro una hormona llamada dopamina, la cual está relacionada con la motivación y la focalización de la atención. Y por ello mejora significativamente la memoria y el aprendizaje.

De manera que escuchar música cuando realizamos actividades manuales ayuda a mantener la concentración e incluso aumenta la capacidad imaginativa. Ya que las funciones de procesar música y actividades manuales como escribir un texto o hacer un juego de motricidad fina, dibujar o hacer manualidades, son procesos que no compiten entre sí a nivel cerebral, como nos dice el neurólogo Restak. Por ello, dejar a nuestros niños escuchar música mientras juegan, escriben un cuento, dibujan, hacen los deberes o tienen que mantenerse concentrados, es más que positivo.

Y para aquellos niños que necesitan un apoyo académico, según demuestran las investigaciones de Helen Neville, el uso de la música como apoyo en sus tareas se convierte en una gran herramienta, tanto por el efecto lúdico y por tanto emocional que provoca, como por la mejoría en los resultados de las tareas.

Todo ello hace que sea beneficioso estimular la inteligencia musical, de la cual, según explica Gardner, trabaja de forma independiente pero interconectada con el resto de inteligencias y habilidades, reflejándose en la implicación que la música tiene, como vemos, en el resto de funciones cognitivas, físicas, emocionales o sociales. Y como también explica Shinichi Suzuki (violinista y educadora), la habilidad musical no es un talento innato, sino una destreza que se puede desarrollar y potenciar, del mismo modo que desarrollamos la capacidad de hablar la lengua materna.

De manera que, desde temprana edad, dejemos a nuestros hijos y alumnos explorar y descubrir cómo suenan las cosas a su alrededor y cómo el cuerpo es un interesante instrumento con el que poder conseguir infinidad de sonidos, al igual que con la voz. Con cada sonido, melodía o canción sentiremos unas emociones, dejémosles que las exploren con su cuerpo e invitémosles a expresarlas bailando, dibujando, o incluso escribiendo.

No solo potenciamos la habilidad musical, sino que aprendemos a identificar emociones y a expresarlas y potenciamos nuestra atención y concentración; si tocamos instrumentos mejoramos nuestra coordinación ojo-mano y la sensibilidad y percepción manual y auditiva, al mismo tiempo que favorecemos los efectos que la música tiene como terapia en el cuerpo, la mente y el ánimo.

¡Nos vemos en el Primer Congreso de Musicoterapia de Ibiza!