-¿Qué representa para usted el premio que le ha concedido el Institut d´Estudis Eivissencs?

-En primer lugar, una gran sorpresa, porque no me lo esperaba de ningún modo. Como dicen que a nadie le amarga un dulce, pues tengo una gran gratitud hacia el Institut. Desde principio de los años 70 llevo colaborando con ellos.

-Usted tiene varias facetas. Ha sido profesora, pero también ha sido investigadora y activista social. ¿Cómo se definiría?

-Soy una persona que he tratado de cumplir con mi obligación en cada momento. Fundamentalmente, he dado clases toda mi vida. Empecé con 20 años y acabé de hacerlo con 71 años, aunque en el instituto lo dejé con 61, bastante decepcionada por la deriva que ha tomado la educación desde hace unos años. Luego hice investigación, sobre todo en el campo de la geografía y entré a colaborar en el Institut d´Estudis Eivissencs.

-Como geógrafa que es, conoce bien cómo ha evolucionado la isla. ¿Cómo ve la situación de Ibiza y qué es lo que más le preocupa?

-Ibiza es un caleidoscopio. Aquí se vive del turismo y estamos a su servicio. Somos esclavos del turismo.

-¿En qué sentido somos esclavos del turismo?

-¿En qué sentido son esclavas las marionetas de quienes tiran de sus hilos? Pues aquí algunas fuerzas tiran de los hilos y hacen que todo haya cambiado: la costa, el territorio, el paisaje, la sociedad, la gente... Somos una sociedad cosmopolita. Hemos pagado un precio muy alto. Una gran parte de la población vive del hecho turístico, eso está claro. Ahora bien, ¿hemos ganado calidad de vida? Yo, que ya estoy casi en las últimas, creo que la calidad de vida es más importante. Aunque entiendo a quienes han de vivir y buscar un trabajo.

-¿Tienen margen de maniobra los políticos, en estas condiciones, para cambiar las cosas?

-Desgraciadamente, estoy tan decepcionada de la política... Creo que habrá alguna persona valiosa y con buenas ideas, pero quienes suben hasta arriba quedan presos de esa red de compromisos, ya no locales, sino internacionales. Lo siento mucho, pero no soy nada optimista. Creo que entran dentro de la dinámica de las marionetas.

-¿A estas alturas tiene sentido hablar de un equilibrio entre economía y bienestar o ya es tarde para hablar de ello?

-Yo creo que cada vez es más difícil. Puede haber cantos de sirena, buenos deseos de cara a la galería... Creo que ha de haber gente valiosa entre las personas que han de dirigir esta isla, esta ciudad, este país, Europa... pero, en realidad, estamos apañados.

-Quien le da a usted el premio es el Institut d´Estudis Eivissencs. ¿En qué consistiría la identidad ibicenca en pleno siglo XXI, si es que hay tal identidad?

-Si tenemos en cuenta que en Ibiza hay gente desde hace más de 3.000 años, que tenemos una herencia -la más reciente- catalana, pero que hay un sustrato milenario que se palpa, se palpa en la manera de actuar de la gente. Y tenemos una oleada inmigratoria desde hace años, entonces la sociedad ibicenca es un mezcladillo. Pero también lo era Estados Unidos y salió adelante. La lengua, sí, es importante, porque es un vehículo y una forma de entender el mundo y la vida. El Institut está haciendo una labor importante en esta materia...

-Pero la lengua no lo es todo, tal vez...

-No lo es todo. Las personas que no son ibicencas de origen, no tienen solo la lengua, tienen otros intereses, otros factores en su psicología. Por mi profesión, siempre he procurado ponerme en la situación de los demás y entenderlos. Simpática no lo he sido demasiado nunca, al contrario, a veces he sido muy impertinente, sobre todo con ciertas autoridades. Pero he querido entender a la persona o grupo que tengo delante.

-La docencia ha sido lo que la ha llenado a usted personalmente.

-Sí. En la UNED he tenido una experiencia extraordinaria con mis alumnas. Cuando acababan el curso de acceso era emocionante ver lo orgullosas que estaban y el amor propio que cogían. Se sentían más seguras de sí mismas. Hacerles sacar lo mejor de ellas, que se encontraran bien como personas y que fueran capaces de lanzarse al mundo era algo impresionante. Es lo que me ha llenado y lo que me ha dado de comer, gracias a Dios. En la enseñanza me he encontrado como pez en el agua, sobre todo durante muchos años. No en los últimos. Realmente es extraordinario lo que se puede aprender de los alumnos. He aprendido con ellos desde que era maestra en Valencia, donde estuve unos meses. Y en Catalunya tuve unos alumnos extraordinarios, y era el año 1963.

-O sea, que era usted una profesora-alumna, porque enseñaba y aprendía al mismo tiempo.

-Sí, he aprendido de ellos un montón.

-¿Cómo ve la situación actual del mundo educativo?

-Ya dije que me fui por piernas. Cuando vi que las cosas, en vez de mejorar, iban cuesta abajo, huí. No se puede actuar en educación teniendo en cuenta sólo los porcentajes de fracaso escolar, porque las estadísticas engañan. Hace trece años que dejé la enseñanza secundaria, puede que haya cambiado algo desde entonces, pero lo que me cuentan no me gusta mucho.

-A lo largo de todos estos años, las habrá visto de todos los colores...

-He vivido muchas épocas educativas. En las primeras, los inspectores eran como los policías del régimen, por decirlo de algún modo. Yo empecé en el 63. Luego había como más libertad de actuación y esta vigilancia era más disimulada. Mi primera cátedra fue en Sabadell, del 74 al 78, unos años verdaderamente impagables. Le debo a Catalunya mi vida. Le tengo un amor extraordinario, por todo lo que aprendí y viví allí. Y cuando iba a Ibiza yo decía que iba al limbo. Aquí nadie se enteraba de nada. Pasaban cosas, en ciertas esferas, pero era el limbo.

-Actividad intelectual debía haber poca.

-No, había alguna. Teníamos un Marià Villangómez extraordinario. Y no olvidemos a Isidor Macabich, que tiene lo suyo. Cada vez que lo leo, le encuentro cosas. No se puede descartar a una persona solo porque sea un católico ferviente y haga unas declaraciones de amor a su abuela. Era un gran personaje. Lo tuve de profesor. Y también tuve una excelente profesora de latín, represaliado por el régimen, llamada Teresa Juncosa.

-¿Cree que en Ibiza se está dando a la educación universitaria la importancia que merece?

-Hombre, está muy bien que haya una delegación de la Universitat de les Illes Balears (UIB) en Ibiza, porque así mucha gente ha tenido abiertas las puertas de un título superior. Creo que últimamente se apuesta por Medicina. Haría falta enfermería también. Hace falta gente. La UNED, antes de que hubiera la delegación de la UIB, cumplió y cumple un papel extraordinario, porque no todo el mundo puede ir a clase de forma presencial. La gente que estudia en la UNED tiene una voluntad y una capacidad de sacrificio admirable.

-Usted ha criticado mucho el traslado de la UNED.

-Deberíamos preguntar a algún grupo por qué tiene tanto interés en sa Coma. Estaría bien que hubiera un espacio universitario, pero si quieren un espacio universitario allí, que sea solo universitario. Que no haya al mismo tiempo carreras, personas con problemas... Un campus es solo un campus.

-No debería ser una mezcla de todo, cree usted.

-Pero es que en Ibiza todo se hace igual. En Ibiza todo es polivalente. Todo. Cuando se hace una cosa, procuremos hacerla bien. Hicimos un auditorio en Ibiza que no ha podido ser en realidad un auditorio, por lo que se tuvo que ir a Santa Eulària para que hubiera uno en condiciones. Hay cosas, para mí, que no pueden ser polivalentes. Siempre se sacan la excusa de que no hay dinero, pero para lo que quieren, sí lo hay. ¿Dinero para la educación, la cultura? ¿Interesa esto, que haya gente bien preparada? Tal vez no. Tal vez lo que interesa es que haya personas pendientes del móvil, y que un toque de click convierta a la gente en fieles consumidores y fieles servidores de quieren tiran de los hilos.

-Usted ha tenido también un importante papel en el activismo de los servicios sociales, incluso por razones familiares suyas. ¿Los servicios actuales de Ibiza están a la altura de donde deberían estar?

-Hace años, cuando por desgracia entré en este mundo, se acababa de desmantelar en el Consell un servicio que era pionero y que iba muy bien, el Patronato de Salud Mental. Hubo unos años en que funcionó bien: fueron a Mallorca a sacar a los ibicencos que estaban ahí, en el manicomio, aunque ahora se usa un lenguaje más suave para todo. Les dieron un tratamiento aquí, internaron en el hospital a los que no podían valerse por sí mismos, se habilitaron algunos pisos... Hablamos de antes de 1989. Luego quedó una sombra del Patronato, quedó el nombre, pero no las actividades. Y quedó socialmente el estigma de que una persona que no está bien es una vergüenza, un peligro... Son enfermos, igual que otros, que tienen derecho a una prevención. Y cuando se han de atender, es importante que haya un centro donde atenderlos bien, y poder hacer un seguimiento adecuado. Hemos ido hacia atrás. Esta gente no vota, no da dinero, no da beneficios. En determinadas épocas que hubo en Europa, ni siquiera se les dejaría vivir. Y, aparte de eso, vemos cómo en la prensa cada cierto tiempo siguen saliendo casos de personas que tienen atadas o encerradas. Además, Ibiza es el lugar de la gente guapa. Hay que dedicarlo todo a lucir.