Croquetas con la famosa verdura del cuinat, ensaladas con flores de malva o de frígola, smoothies de achicoria o caldo de acelgas son algunas de las recetas que propone el fitoterapeuta y maestro herbolario Marc Moll para aprovechar las plantas comestibles que se pueden encontrar en el campo ibicenco, en estos momentos infrautilizadas.

«Hay mogollón de plantas comestibles a nuestro alcance», destaca Moll, y agrega que si en la isla antiguamente se consumían «bastantes flores», dejaron de usarse con la llegada «de lo comercial, que dejaba aparte lo que simbolizaba pobreza». «Había como un desprecio a lo payés», opina Moll, quien agrega que ahora sin embargo se intenta recuperar.

Moll impartió este fin de semana un taller sobre las plantas silvestres comestibles en la Escuela Municipal de Formación de Santa Eulària, en el marco del ciclo ´Vida Saludable´, que incluye diferentes actividades.

El fitoterapeuta y maestro herbolario explica a este diario que la ibicenca es una sociedad que «ha tenido mucho contacto con la naturaleza». «La sociedad payesa era muy autosuficiente. Los payeses conocían mucho las hierbas que tenían en sus feixes y conocían las que eran comestibles y las que no, primero por el ganado y segundo por la necesidad, por el hambre», resalta. Entonces, se consumían «bastantes flores», apunta.

La ´verdura´, muy conocida

Ejemplo de ello es la verdura -colleja, en castellano-, usada habitualmente en el cuinat, pero con la que Moll dice que es posible hacer croquetas. «También era típico», subraya y explica que solo hay que trocearla, ponerle un poco de huevo y de harina y freírlo. «Es un tipo de croquetas especiales, era muy común», afirma y agrega que se puede comer en ensalada. «La verdura era una planta muy conocida y aún se usa», apunta.

Pero no es la única. Y es que Moll destaca que también se solían comer las flores de frígola mezcladas en ensalada. «En Formentera, que hacen la ensalada de peix sec, a veces le ponen flores de frígola», dice y resalta algunos beneficios: «Aparte de que es antiséptica, previene las fermentaciones digestivas».

Otras flores que se aprovechaban eran las de malva. «Aquí se usaban más popularmente para infusiones para la tos, cuando las flores estaban secas, pero también se pueden poner en ensalada y son muy buenas», afirma el maestro herbolario, que agrega que tienen «muchos minerales y vitaminas». Asimismo, resalta que la gente, y en especial los niños pequeños, solían comer los frutos, llamados «croquetas».

«Hay otra muy famosa que es la achicoria, que era muy conocida y cuando es tierna se usa como ensalada, como si fuera escarola. Con ella también se pueden hacer tortillas, croquetas, smoothies o zumos verdes. Se comen sus flores azules y la raíz de esta planta se tostaba y así se hacía café de achicoria», afirma el experto, que destaca también los usos de las flores de romero, en ensalada, o seco para condimentar; las hojas de las zanahorias silvestres, que se pueden trocear y mezclar con queso, o las acelgas para tortillas o para caldos, entre otras recetas posibles.

Según Moll, pese a estas posibilidades estas plantas dejaron de utilizarse. «Supongo que entró lo comercial, todo lo que simboliza riqueza, la comodidad, y se dejó de lado lo que simbolizaba pobreza, había como un desprecio a lo payés», afirma. Sin embargo, esto ha cambiado de nuevo.

«Pasamos a lo comercial, a alimentos más sintéticos, más refinados, y esto nos ha producido un montón de inconvenientes en la salud. Ahora estamos recuperando lo anterior, hay como un culto a lo payés. Volvemos un poco a la raíz pero con otra conciencia. Una parte de la población lo hace porque lo siente y otra más por moda, pero bueno, aún siendo una moda tiene un sentido bueno», explica y subraya que se trata además de «un cambio a nivel de actitud»: «Es un tipo de vida, cuidarnos, alimentarnos bien, respetar la naturaleza».

En este sentido, Moll afirma que además, ahora que están de moda los «superalimentos» -comida que tiene «un montón de nutrientes, las semillas de chia y de otras cosas»-, hay que tener en cuenta que todas estas plantas silvestres «son más baratas y son superalimentos». «Haces zumos, batidos, comes en ensalada y estás tomando un montón de nutrientes», asegura.

Eso sí, a la hora de buscarlas -indica que la hay que se comercializan y que se pueden cultivar- es necesario encontrar «un sitio al que se pueda ir que sea más o menos público y que esté limpio» pues «como toda la tierra es de propietarios, no sabes si echan a la tierra productos químicos». «Y cuando las coges de campos limpios, sobre todo, tienen toda la pureza vital, vitamínica y mineral», subraya.