«¿Habéis venido para sobrevivir?», grita Sebas, el líder de los Guardianes, sobre la azotea del Ayuntamiento de Sant Antoni para dar comienzo a la segunda edición del ´Survival Zombie´ en Ibiza. Frente al edificio, a las 23 horas del sábado esperan ansiosos más de mil jugadores (según los cálculos de la empresa organizadora, World Real Game), dispuestos a vivir una noche de pánico y diversión.

Para evitar que más humanos sean devorados por las hordas de muertos vivientes, el líder de los Guardianes (una facción de este juego de rol formada por algunos de los supervivientes del ataque zombi) alerta a los participantes, identificados con pulseras y bragas de cuello de color verde, que el crucero en el que viajaron los jugadores que llegaron de la Península la madrugada del sábado fue saboteado. Además, los supervivientes tienen que enfrentarse a las consecuencias del ataque zombi que sufrieron los habitantes de ses Païsses a finales de septiembre: «¡La infección aún no está erradicada!», señala Sebas. La isla está «en cuarentena» y se ha cortado la comunicación con el exterior para salvaguardar la seguridad de los supervivientes. «Tenéis que huir o esconderos. Cada baja humana es una victoria de la corporación WRG, una facción que experimenta con zombis y humanos y cuyo objetivo es controlar la población», cuenta Sebas. Entre los supervivientes del ´Survival Zombie´ siempre está «la eterna duda» de si los que pertenecen a la WRG son de fiar. «Ayudad al resto de humanos y protegeos los unos a los otros», pide el líder de los Guardianes. Además de los pertenecientes a este colectivo, los Hijos de la Luz también ayudan, «en teoría», a proteger a los no infestados.

Tras las advertencias de Sebas, los jugadores se dispersan por el pueblo. Con el mapa en la mano, se dirigen a alguno de los más de 20 puntos. No basta con escapar de los zombis, ya que en cada uno de ellos hay una prueba que deben superar. En el transcurso de la noche, los participantes van desarrollando la trama, cuyo desenlace es «imprevisible». Uno de los guionistas, Carlos Espinar, insiste en que los participantes son los protagonistas de esta historia, por lo que su evolución depende de ellos.

El juego acaba de empezar y se escuchan los primeros gritos, lo que indica que hay muertos vivientes cerca. En las proximidades del Consistorio, una decena de personas corre como un rayo y segundos después aparecen dos zombis. Ambos tienen la cara ensangrentada y llena de cicatrices y heridas. Sus jadeos y sus andares titubeantes dotan de mayor realismo al juego. Los supervivientes que están en la zona consiguen escapar. Esta vez han tenido suerte.

Las personas que se encuentran en el Passeig de ses Fonts, ajenas al ´Survival Zombie,´ miran asombradas a los jugadores, que caminan mirando de un lado a otro desesperadamente. El peligro puede estar en cualquier lado y la oscuridad dificulta detectar a los zombis. No obstante, los gritos de los más temerosos rompen el silencio que reina en la zona. Los nervios y el pánico afloran cada vez que alguien que viste una braga verde acelera su paso.

Los más asustadizos no pueden evitar chillar y estas reacciones siembran el pánico entre las decenas de jugadores que se encuentran cerca de la parada de taxis. Allí se produce una de las primeras muertes. Dos zombis rodean a María, una vecina de Sant Antoni de 13 años, y la devoran. A su lado se encuentra Marta Rosado. Ella habría podido huir, pero ha sacrificado su vida para continuar el juego con su amiga. A las dos les quitan las bragas de cuello verdes y las llevan al Centro Cultural Cervantes para convertirlas en muertos vivientes. El juego aún no ha terminado para ellas. Otros competidores se dirigen hacia el edifico que albergaba el antiguo Ayuntamiento. Suben por las escaleras, a oscuras, y en el primer piso se encuentran con un cadáver y un zombi que parece que ha perdido el conocimiento. Para superar esta prueba hay que ser sigiloso y también valiente, ya que hay que meter la mano entre las tripas del cuerpo tendido sobre el suelo para hallar una valiosa canica que permite continuar esta aventura.

Los participantes más novatos deambulan por el Passeig de ses Fonts, perdidos y sin saber qué hacer. «Nos han dado un mapa y nos han dejado aquí solos. Estamos cansados de correr», lamentan Willy Suárez y Antonio Orellano. El cansancio también ha hecho mella en los pocos que han superado todos los obstáculos. A las siete de la mañana los no infestados por fin celebran su gesta. Ellos pueden presumir de que no han sido devorados. Los muertos vivientes abandonan Sant Antoni, pero los más expertos saben que entre los supervivientes siempre queda algún zombi que, tarde o temprano, volverá a sembrar el pánico entre la población.