Lluís Álvarez, expósito criado por la dida Catalina Colomar entre 1935 y 1941, regresó ayer a Ibiza para reencontrarse con su hermana de leche, Catalina Torres Colomar, a la que no había visto desde hacía 75 años y a la que localizó a principios de diciembre gracias a los documentos que el departamento de Bienestar Social de la Diputación de Barcelona halló en sus archivos. Lluís llevaba más de medio siglo intentando encontrar a sus didos y a sus hermanos de leche, pero no recordaba ni sus nombres ni la casa donde vivió entre el 27 de mayo de 1935 y el 10 de junio de 1941, cuando fue devuelto a la Casa de la Maternitat de la capital condal. Su hija, Maribel, que ayer viajó a Ibiza junto a su hermano Lluís para ser testigo de uno de los momentos más trascendentales de la vida de su padre, fue la que reactivó este asunto en octubre, primero con los medios de comunicación, luego solicitando el expediente de su progenitor ante la Diputación barcelonesa.

Lluís, sus dos hijos y su esposa, Enriqueta Montaner, llegaron a Ibiza acompañados de Antonio Sánchez, otro expósito de la Casa de la Maternitat que en mayo de 1936 fue entregado a su dida, Rita Tur Costa, esposa de José Tur Costa, para que lo cuidaran en Can Sardina, una casa payesa de Santa Agnès en la que entonces vivían junto a sus hijas Rita y María y en la que permaneció hasta octubre de 1942. Antonio quería estar presente y saludar a Catalina Torres -que esperaba en el aeropuerto junto a su hija, Lourdes Bonet-, con la que cree que jugó cuando era un crío. Porque según contaba ayer Catalina, Can Sardina se encuentra muy cerca de Can Rei, la casa en la que vivió junto a sus padres, Catalina Colomar y Joan Torres, los didos de Lluís. Allí acudía habitualmente para estar en compañía de otros chavales de su edad, como Antonio.

El reencuentro de los hermanos de leche y antiguos compañeros de juego, que se produjo a las 15.15 horas tras el aterrizaje del vuelo procedente de Barcelona, fue muy emotivo. Corrió más de una lagrimilla y en cuanto se vieron empezaron a recordar anécdotas. Catalina rememoró cómo su madre cortó el lazo atado al cuello que portaba Lluís cuando llegó en 1935 y del que colgaba una chapa de plomo con la imagen de la Virgen en un lado y un número (en su caso el 59-1.041, que le identificaba) en el otro. Se lo volvió a atar cuando el chaval abandonó Ibiza en barco con rumbo a Barcelona.

Hoy visitarán Can Rei, casa de la que Lluís tenía un vago recuerdo y que imaginaba en Sant Josep: «Era una casa payesa baja, en el campo, pequeña. Detrás había un bancal de viñas. En el lado derecho crecía una enorme chumbera. Y a la izquierda había un pino que estaba muy inclinado y por cuyo tronco subíamos los críos para jugar». A Lluís le ha cambiado la vida en estos dos últimos meses: gracias a los documentos de la Diputación ha sabido que era cierto que Isabel, su madre, no paró de buscarlo en cuanto se lo arrebataron poco después de nacer; y además ha encontrado al fin a su hermana de leche y ha sabido quiénes fueron sus didos y dónde vivió.