Una enorme foto de Cala Xarraca preside el búnker del servicio de Radioterapia del hospital Can Misses. Es inmensa. Cubre toda la pared que queda frente al acelerador lineal de partículas. Frente al enfermo. Tumbado sobre la máquina, si abre los ojos, verá el agua turquesa y los montes de pinos de la costa de Sant Joan.

La elección de esta imagen no es casual. «Colores luminosos, aguas limpias, cielos claros, que hablan de buen tiempo y positividad», señala la propuesta para la sala de radioterapia ibicenca diseñada por el estudio Vela & Salvador Arquitectos. Incluida en lo que llaman ´Arquitectura de las emociones´, tiene como objetivo humanizar determinadas zonas de los hospitales. «Elegimos una de las calas de aguas más claras de Ibiza. Llena de vida animal y vegetal», explican los arquitectos en la propuesta para Ibiza.

El paciente recibirá las sesiones, además, en penumbra. Las luces de la sala son regulables. Cuando entre en el búnker, estarán a luminosidad máxima, para que se coloque bien en la máquina. Unos láseres servirán para cuadrar la posición del enfermo con la imagen que se obtuvo en el TAC de planificación, apunta Fernando Barturen, gerente de la Unión Temporal de Empresas (UTE) Policlínica Miramar-Juaneda, adjudicataria del servicio en Can Misses. Una vez colocado sobre el acelerador, los técnicos bajarán la intensidad de las luces de la sala y comenzará la sesión, explica el oncólogo radioterápico, Berto Noé, mientras el radiofísico, Pedro Mateos, muestra cómo se mueve el aparato, que comenzará a funcionar, seguramente, a patir del 10 de enero.

Justo debajo del disparo hay estos días una cuba con 200 litros de agua de color azul. Es lo que se está usando para las últimas pruebas. «Se parece al cuerpo humano, que es más de un 70 por ciento agua», justifica Barturen. Mateos detalla que en estas pruebas, que ahora se realizan cada día, se mide la dosis de radiación que llega. «Diferentes medidas en diferentes condiciones», añade. El radiofísico explica que, una vez en funcionamiento, los controles se realizarán un par de veces al año.

El mismo sistema de controlar la posición del paciente en la máquina a través de láser se encuentra en la sala de TAC: «Hay dos laterales y uno desde arriba. Dan unas coordenadas para reproducir después esa posición en el acelerador».

Los profesionales ya han hecho pruebas de calibración con el aparato. En este caso, «con muñecos», indica Barturen. El gantry -«el agujero del donut, para entendernos»- mide 80 centímetros, es diez centímetros más ancho que en un TAC normal para que el paciente pueda adoptar en esta prueba la postura exacta en la que luego se someterá a la radioterapia. Para ello, en algunos casos se utilizarán inmovilizadores, que se guardarán en una sala cercana a la de TAC. El gerente recalca que se trata de un aparato con capacidad diagnóstica, «algo que no se pedía en el contrato». «Si el del hospital sufre una avería se podrá utiliar éste», indica.

En el otro extremo del servicio, justo detrás del espacio en el que estos días radiofísicos e informáticos ponen a punto el sistema, ultiman la refrigeración. «El hospital tiene un problema de temperatura», afirma Barturen, que señala que han tenido que hacerse cargo de un sistema de refrigeración propio: «Las máquinas necesitan mucha agua del sistema de climatización para enfriarse, no es suficiente y no podemos permitir que haya que parar por un problema de temperatura».