Las aguas residuales que se vierten al mar son perjudiciales para la posidonia y beneficiosas para las algas invasoras, que aprovechan los daños que causan las anclas y muertos de las embarcaciones para abrirse camino entre las praderas. Por tanto, la mejor manera de evitar su proliferación es no alterar las condiciones del Mediterráneo. «Si aportamos nutrientes de forma artificial al mar, creamos un caldo de cultivo idóneo para las especies tropicales», criticó el biólogo y técnico de Medio Ambiente del Consell de Ibiza, Jaume Estarellas.

Asimismo, advirtió de que «el mal funcionamiento» de las depuradoras de la isla también supone un grave problema para el medio marino. «El lema ‘ni una gota de agua depurada al mar’ es muy acertado, ya que por muy bien que se traten las aguas, no volverán a su estado original», sostuvo el técnico del Consell.

Además, Estarellas consideró que para proteger la posidonia y dificultar el asentamiento de especies invasoras es necesario «un plan de fondeos global en la isla». Por su parte, Torrados recordó que la educación ambiental es básica para la prevención. «Si una sociedad se conciencia de ese problema, forzará a las administraciones a adoptar soluciones», consideró. Por último, Tomas subrayó que la protección de las especies autóctonas es una medida indirecta para frenar la llegada de seres vivos procedentes del Canal de Suez.