El enemigo está a las puertas. O más bien en las compuertas del Canal de Suez. Los peces tropicales que se cuelan desde allí en el Mediterráneo causan unos estragos considerables entre las plantas y algas que pueblan las costas turca y griega, según advierte la doctora en Biología e investigadora del Imedea Fiona Tomàs Nash, que junto al científico del Imedea Jorge Terrados y Jaume Estarellas, técnico de Biodiversidad del Consell, participarán este jueves en la mesa redonda ´Especies invasoras en el Mediterráneo: biodiversidad y ciencia ciudadana´ que se celebrará en el Club Diario a las 19.30 horas. «Si los corales del Mar Rojo sobreviven es gracias a que hay muchos peces que se comen las algas, es decir, impiden que crezcan sobre el coral. Pero en el Mediterráneo, las fanerógamas y las algas son las principales especies que forman hábitats para todos los peces. Aquí, los peces que llegan procedentes del Mar Rojo lo devastan todo como si por encima pasara un bulldozer. Son especies tropicales que con el calentamiento global cada vez están más cerca de Balears. Ahora se encuentran en el Mediterráneo Oriental, en aguas de Turquía y Grecia, pero esto va a llegar aquí también», advierte Tomás.

La doctora en Biología participa en el proyecto divulgativo ´Ojo invasoras´ (ojoinvasoras.info), mediante el que un grupo de científicos quiere informar a la sociedad de este grave problema y, de paso, crear un sistema ciudadano de alerta. Por ejemplo, para no perder de vista a la Lophocladia lallemandii, «la principal amenaza» de las costas pitiusas, a juicio de Tomàs: «De hecho, la primera vez que se detectó fue en Ibiza, para luego esparcirse por el resto de Balears. Es bastante problemática, pues crece encima de todo, como las nacras o la posidonia, a las que mata. Y en el aspecto paisajístico crea una masa muy fina y blanca que lo cubre todo, lo que perjudica la imagen ante los turistas y buceadores».

Sin depredador

Como ocurre con casi todos los invasores, la lophocladia carece de depredador en estas aguas, lo que le permite proliferar. Su elevada toxicidad tiene algo que ver en que no forme parte de la dieta de los animales marinos mediterráneos: «Hemos hecho experimentos con erizos y con salpas [peces herbívoros] y solo se la comen cuando les fuerzas, porque tiene efectos tóxicos. Ese podría haber sido uno de los factores que limitaran su expansión, pero desafortunadamente no hay ninguna especie nativa que la consuma», detalla la científica.

El protagonismo que a principios de los años 90 tuvo la Caulerpa taxifolia, que en Francia sigue siendo problemática, se lo ha arrebatado en estas aguas otra poderosa invasora, la Caulerpa racemosa: «Ríete de la taxifolia en comparación con la racemosa, que crece en todos los niveles y coloniza todos los hábitats posibles, desde cero metros hasta grandes profundidades, 60 metros, por ejemplo, y coloniza fondos de algas o de gorgonias. Esta sí se la comen peces y erizos, pero si la consumen mucho les provoca efectos negativos. Hay una capacidad de control, pero no total».

Pero a su juicio, la clave es la prevención: «Cuando te das cuenta de que existe una invasora es que se ha expandido tanto que ya es demasiado tarde. Lo importante es evitar que lleguen, aunque no todas las que llegan tienen éxito y sobreviven». ¿Y con las que ya están?: «Con esas hay que aprender a convivir», admite. Poco más.

Acuariofilia fatal

En esa labor de prevención entra que todos aquellos que se dedican a la acuariofilia sean más cuidadosos, pues es una de las maneras más habituales de penetración de especies invasoras: «Nunca -subraya Tomàs- hay que tirar las caulerpas y especies que se cultivan en acuarios al retrete cuando te cansas de ellas. Ni un pez. Mejor, devolverlo a la tienda». La acuicultura también ha sido fatal en algunos casos: «Hay algas y fanerógamas que se han introducido accidentalmente porque envolvían las ostras. Al tirarlas al mar empezaba el problema», comenta.

Fiona Tomàs pone el ejemplo de lo sucedido en Florida con el pez león (Pterois antennata) para ilustrar lo que podría ocurrir en el Mediterráneo si no se tiene especial cuidado con algunas especies: «Tiene unas púas preciosas, pero es mega tóxico y súper depredador. Llegó a Florida seguramente por acuariofilia. O alguien lo depositó en esas aguas o bien accedió a ellas accidentalmente cuando un huracán destrozó un acuario. De unos pocos individuos al principio, ahora, 10 años más tarde, está por todo el Caribe y asciende por la costa de Carolina del Norte. Y como es muy depredador y tóxico se come al resto de peces, que no lo reconocen como a un enemigo y no se esconden cuando lo ven. Está provocando grandes impactos». Y además es peligroso, de manera que hay playas donde está prohibido bañarse.

Para ´Ojo invasoras´ se han asociado con la plataforma Observadores del Mar, «que pretende involucrar a toda la gente que sea aficionada, tanto submarinistas como pescadores, para que cuando detecten esas especies invasoras lo comuniquen on-line y así se pueda elaborar de un mapa actualizado de dónde se encuentran, de su abundancia y evolución».